"Es obvio que este pontificado está mirando para el lado correcto de la historia" De ataques y defensas en contra y a favor de Francisco
Muchos podrían decir que podría haber sido más prudente y debería haber cuidado su lenguaje y sus actos para que nadie se sintiera ofendido o se sintiera atacado. Pero Jesús no hizo mucho caso. Entonces ¿fue una persona terca y le falto más tacto, más prudencia, más diplomacia?
"Bajo la supuesta “unidad” se invoca que todo se diga de manera suave. Se repite que lo primero es cuidar que nadie se sienta mal o se incomode. Y a todos aquellos que se atreven a decir las cosas por su nombre, los van dejando de lado en su comunidad, congregación, parroquia o incluso en los ámbitos laborales. Los consideran incomodos y los van marginando. Comienzan a vivir la misma suerte de Jesús"
Justamente ayer, una amiga fue a la celebración eucarística a una parroquia de Chía, un municipio cercano a Bogotá, y el espectáculo de involución era de asombrarse: un clérigo joven que le negó la comunión porque no se arrodilló y la recibió en la boca, como todos los fieles de aquella parroquia lo hicieron
Aquí no está en juego modos o maneras de actuar. Lo que está en juego es la Buena Noticia del Reino. Lo que está en juego es la imagen del Dios que anunciamos y de la iglesia sinodal que estamos llamados a vivir
Justamente ayer, una amiga fue a la celebración eucarística a una parroquia de Chía, un municipio cercano a Bogotá, y el espectáculo de involución era de asombrarse: un clérigo joven que le negó la comunión porque no se arrodilló y la recibió en la boca, como todos los fieles de aquella parroquia lo hicieron
Aquí no está en juego modos o maneras de actuar. Lo que está en juego es la Buena Noticia del Reino. Lo que está en juego es la imagen del Dios que anunciamos y de la iglesia sinodal que estamos llamados a vivir
Ante los ataques contra el Papa Francisco y contra el prefecto del Dicasterio para la doctrina de la Fe, Víctor Fernández, se ha propuesto escribir algunos artículos de apoyo. No sé si mi artículo es propiamente de apoyo porque me parece que no hace falta defender lo obvio. Es obvio que este pontificado está mirando para el lado correcto de la historia. Precisamente por eso levanta tantas críticas, tanto malestar, tanta controversia.
Algunos piensan que lo cristiano es no suscitar ningún enfrentamiento creyendo que siempre se debería mantener la unidad de pensamiento, de criterio, de valores. Pero si miramos a Jesús, causa y razón de ser de la experiencia cristiana, encontramos que fue una persona que interpeló, cuestionó, incomodó a sus contemporáneos. A tal punto fue la incidencia de su palabra y acción que se ganó la enemistad, la persecución y la cruz. Muchos podrían decir que podría haber sido más prudente y debería haber cuidado su lenguaje y sus actos para que nadie se sintiera ofendido o se sintiera atacado. Pero Jesús no hizo mucho caso. Entonces ¿fue una persona terca y le falto más tacto, más prudencia, más diplomacia? ¿Hubiera conseguido mejores resultados? Personalmente creo que tal vez hubiera evitado la muerte, pero los valores del Reino no habrían sido anunciados y, mucho menos, puestos en práctica.
Este es el gran dilema con el que nos encontramos todos los días. Bajo la supuesta “unidad” se invoca que todo se diga de manera suave. Se repite que lo primero es cuidar que nadie se sienta mal o se incomode. Y a todos aquellos que se atreven a decir las cosas por su nombre, los van dejando de lado en su comunidad, congregación, parroquia o incluso en los ámbitos laborales. Los consideran incomodos y los van marginando. Comienzan a vivir la misma suerte de Jesús.
Pero no podemos olvidar en qué consiste la predicación de la buena noticia del Reinado de Dios. Es un mensaje de misericordia y de inclusión, pero también es una palabra profética que denuncia todo aquello que impide la vivencia del amor. Las parábolas no son bellos cuentos casi inofensivos sino un género literario que involucra al oyente y, de alguna manera, lo deja al desnudo frente a la actitud que ha asumido, contraria a los valores del reino. Y qué decir de los milagros que no son curaciones de enfermos -lo cual hubiera sido algo para alabar y respetar- sino actos de inclusión porque los enfermos eran excluidos en razón de su enfermedad; actos de contradicción con los que los contemporáneos creían ser el designio de Dios -la enfermedad como castigo por su pecado o el de sus padres. Es decir, el hacer y el decir de Jesús fue el de un profeta -por eso una de las primeras interpretaciones de su muerte fue la de la suerte de todo profeta- que confronta, interpela, denuncia y actúa en coherencia con todas esas palabras pronunciadas.
Hemos domesticado tanto el cristianismo, lo hemos vaciado tanto de su contenido liberador que muchos ministros y laicos/as se han vuelto custodios de formas litúrgicas, de rubricas, de costumbres y tradiciones que, teniendo un lugar en la vida cristiana, en ningún momento, son esenciales ni constitutivas de ella, sino mediaciones históricas que han de actualizarse en cada tiempo presente
Ahora bien, hemos domesticado tanto el cristianismo, lo hemos vaciado tanto de su contenido liberador que muchos ministros y laicos/as se han vuelto custodios de formas litúrgicas, de rubricas, de costumbres y tradiciones que, teniendo un lugar en la vida cristiana, en ningún momento, son esenciales ni constitutivas de ella, sino mediaciones históricas que han de actualizarse en cada tiempo presente. Y, lo que es peor se han obsesionado con todo lo que tiene que ver con la moral sexual como si Jesús hubiera hecho de ello el contenido del Reino. No parecen entender la centralidad de los pobres, la misericordia inconmensurable de Dios y la salvación ofrecida a todos sin límites, ni reservas.
Con respecto a este pontificado desde el principio se habló de “primavera eclesial” porque vivíamos en el “invierno” de una involución del concilio vaticano II y del surgimiento de tantos llamados “nuevos movimientos eclesiales” que, en realidad son movimientos anti Vaticano II, anti eclesiología del pueblo de Dios, anti centralidad del Jesús histórico y, así, muchas otras realidades que siguen promoviéndose desde una mirada muy distinta al aggiornamento eclesial propuesto por Vaticano II. No es de extrañar, por tanto, que Francisco represente un cambio y aquellos que consideraban que ya se había conseguido frenar el impulso del concilio, no logran aceptar que vuelva a proponerse con tanto empeño.
Y no son pocos los contradictores de los valores que promueve este pontificado. Están más cerca de nosotros de lo que pensamos. Justamente ayer, una amiga fue a la celebración eucarística a una parroquia de Chía, un municipio cercano a Bogotá, y el espectáculo de involución era de asombrarse: un clérigo joven que le negó la comunión porque no se arrodilló y la recibió en la boca, como todos los fieles de aquella parroquia lo hicieron. O sea, un clérigo que se siente dueño no solo para no repartir bendiciones a las personas que las pidan sino capaz de negar la comunión a un laicado consciente de su fe, pero libre de formas que no son más que señales de involución y retroceso.
En conclusión, no es cuestión de defender a Francisco o a Víctor Fernández por los rechazos que esa porción de Iglesia les está haciendo. No es cuestión de decirles que los apoyamos. Es cuestión de ser coherentes con todo esto que ellos van siendo capaces de plantear y actuar en consecuencia. Es cuestión de retornar al evangelio, a la profecía, a la coherencia, a la autenticidad. Aquí no está en juego modos o maneras de actuar. Lo que está en juego es la Buena Noticia del Reino. Lo que está en juego es la imagen del Dios que anunciamos y de la iglesia sinodal que estamos llamados a vivir. Las palabras de Jesús (no tomadas al pie de la letra sino situadas en la interpelación que suscita el anuncio del Reino de Dios) siguen vigentes: “No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra la suegra, los enemigos de cada cual serán los de la propia familia” (Mt 10, 34-36). Sí, el evangelio interpela, denuncia, incomoda, desinstala y hoy como ayer, surgen los promotores del anti reino y ¡con que fuerza actúan!Nuestro mejor apoyo, entonces, es mantener la fidelidad a los valores del Reino, sabiendo que la cruz llega de muchas maneras, pero la resurrección tiene la última palabra. Y la primavera eclesial de este pontificado (a la que no le faltan algunos inviernos que quisiéramos que se superaran -la cuestión de las mujeres y otros asuntos) ¡la seguimos apoyando!
(Foto tomada de: https://www.elmundo.es/sociedad/2017/03/13/58c44eab22601d25728b463b.html)
Etiquetas