Maniqueísmo o mariconismo.

Por Eméritoagusto
No voy a pedir perdón por el vocablo malsonante. Me limito a derivar y a buscar la aliteración para el titular. Y es que, si aceptamos el significado de “mariconada” como acción malintencionada o indigna contra alguien, entenderemos el verdadero sentido de “maniqueísmo”.

Muchos de nosotros, de vosotros y de ellos, exhibiendo obtusa mentecatez, tendemos a argumentar que sólo existen dos perspectivas, dos posiciones, dos colores, dos enfoques: On-off, blanco-negro, verdad-mentira...

Esta dicotomía miope nos viene de un tal Manes, un persa que da nombre al maniqueísmo y que por lo visto lo reducía todo a bueno o malo. Ya sabemos que los maniqueos eran dualistas, creían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el bien y el mal, que estaban asociados a la Luz (Ormuz) y a las Tinieblas (Ahriman). Según ellos, “Dios es el creador de todo lo bueno y Satanás el creador de todo lo malo”.

Y hasta cierto punto tenían razón. Justamente así contemplamos el mundo que nos rodea. Somos así de simples. O blanco o negro. ¿Para qué nos vamos a complicar la vida intentando discernir el arcoiris? Todos poseemos dentro de nosotros esas pinceladas maravillosas, esas actitudes acogedoras, agradables, esas atrayentes afabilidades...; y al mismo tiempo, ese reconcomio egoísta y agresivo que “fastidia” al otro en un momento determinado, o sea, el “mariconismo


Por lo general, cuando charlamos de ciertas materias, por ejemplo deportes, política o religión, (que son los temas en los que todo el mundo está impuesto) nos posicionamos; nos situamos siempre entre los buenos o en el bando de los buenos, los que tenemos la razón. Los otros son los malos. Ellos no pueden tener razón.

Así, a secas. Sin colores; más que el color del cristal con que yo miro. La simplificación siempre es antagonista de los matices y el tono de confrontación crea campos y encasillamientos maniqueos. Y como estamos en un blog específico, me atrevo a puntualizar que, como “Dios creó lo bueno y Satanás lo malo”, la suerte está echada. “Alea jacta est”. “O estás conmigo o estás contra mí”.

Existe algo así como un “dominio feudal” sobre la verdad y la razón. Y extrañamente, comprobamos que como se tiene la verdad absoluta (revelada), por consecuencia, se dispone de la razón absoluta.

Aunque en realidad, lo humano es que se llega a tener la “verdad” por la razón; no a tener razón por la “Verdad”. Hay quienes buscan provechosas rentabilidades. Jugamos a provocar, no a razonar. No a ser “críticos” (tener criterio), sino a ser “cítricos” (tener acritud). Se evocan prejuicios, no juicios. Se rivaliza por aburrimiento. Arrecia la verborrea más o menos agresiva, o más o menos malintencionada, el “mariconismo”.

Me sospecho que, posiblemente, la culpa la tiene el lenguaje. En la raíz semántica del lenguaje hay una fuerte tendencia a este tipo de clasificaciones maniqueas, positivo/negativo. Existen infinidad de pares de palabras que designan cualidades opuestas, (“oposiciones axiológicas”): alma/cuerpo, espíritu/materia, cielo/tierra, derecho/torcido, día/noche, diestro/siniestro...

Este sistema de disyunciones se convierte en bisagra entre gramática y sentido: un soporte paradigmático que condiciona los antagonismos de la significación. Por ejemplo: Los altos ideales se oponen a las bajas pasiones. Derecho es lo correcto y legal. Mientras lo torcido, y sobre todo lo retorcido, es lo torvo y maligno. Y esto condiciona nuestra expresión.

Caer en el maniqueísmo es sinónimo de simplismo o cerrazón. Existe un símbolo, pienso que muy sabio en su concepción, que nos habla de algo de esto: el yin-yang, donde en la parte negra vemos un punto blanco y en la parte blanca destaca un punto negro. A mi parecer, el punto de vista más auténtico de la realidad: un poco de bien en el mal, un poco de mal en el bien y unidos en un circulo que los une inevitablemente.

La más pedante simplificación maniquea se nutre de la intolerancia para administrar filias y fobias a voleo. Siempre que dividimos al personal en buenos y malos, terminamos a trancazos. El maniqueísmo y sobre todo el mariconismo nos acercan a unas posturas intransigentes y radicales y nos alejan de la tolerancia. No conozco lo absoluto y dudo mucho de que exista.

El adversario no es un enemigo. Debatir no es pelear, sino aunar esfuerzos en busca de la verdad.

Según la doctrina teosófica, el reino de la Luz (la Verdad) comporta “los cinco “Sh´kinas”: Inteligencia, Conocimiento, Pensamiento, Deliberación, Resolución.
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