LOS PLURALISTAS: Demócrito /2

Παιδός, οὐκ ἀνδρὸς τὸ ἀμέτρως ἐπιθυμεῖν.// Desear sin medida es propio de un niño, no de un hombre (Demócrito)===========================================================

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Como el resto de los cuerpos materiales, el alma (psyché) para Demócrito está formada por átomos esféricos y sutiles, de naturaleza ígnea. Penetran en el cuerpo por la respiración, lo vivifican y hacen posible el pensamiento.

También los dioses, que son fuerzas naturales, está compuestos de átomos, pero no actúan ni interfieren en los asuntos humanos, por lo que Demócrito fue calificado de ateo e impío, como lo será también Epicuro por negar la idea de providencia divina.

En cuanto al conocimiento, Demócrito diferencia entre las apariencias de las percepciones sensibles y la verdad que reside en el fondo (ἐν βυθῶι γὰρ ἡ ἀλήθεια): “sólo en apariencia tiene una cosa un color, solo en apariencia algo es dulce o amargo. En realidad solo hay átomos y espacio vacío”. Los colores, olores o sabores no están en las cosas, sino que pertenecen a nuestra forma subjetiva de percibirlas. Con ello anticipa a Galileo y su distinción entre cualidades subjetivas y objetivas. Las cualidades sensibles no existen “en verdad”.

Ya Heráclito sostenía que la verdad no se muestra en las apariencias de los sentidos, pues la naturaleza (de las cosas), con su armonía, gusta de ocultarse y a ella se accede mediante la razón. También en la ética se distingue entre la felicidad aparente (posesión de cosas materiales) y la verdadera.

La ética de Demócrito, de tipo intelectualista, no depende de su teoría física. El bien supremo consiste en la felicidad, pero ésta no se identifica con las riquezas materiales, sino que reside en el alma, tomando como modelo la vida mesurada del hombre sabio. La felicidad se identifica con el “buen ánimo” (euthymía), que es “el estado en que el alma está serena y equilibrada, porque no le perturba ningún temor, ni el miedo a los dioses ni ninguna otra afección” (Diels, fr. 68 A 1).

El hedonista Epicuro defenderá ideas semejantes.

Otro rasgo de su ética es el cosmopolitismo: Ἀνδρὶ σοφῶι πᾶσα γῆ βατή· ψυχῆς γὰρ ἀγαθῆς πατρὶς ὁ ξύμπας κόσμος (“Para el hombre sabio toda la tierra es transitable, porque la patria del alma buena es todo el mundo”). Demócrito afirma también que es preferible vivir pobre y ser libre en una democracia que ser rico y siervo en una oligarquía.

Defiende, como Anaxágoras, la superioridad de la vida teorética, una vida dedicada a la investigación científica, lo que le lleva a despreciar el matrimonio, considerado como una carga. Los hijos, afirma, son una fuente de disgustos e impiden la autarquía propia del hombre sabio. Entre sus máximas éticas podemos citar las siguientes:

La felicidad, como la desdicha, es una propiedad del alma (fr. 170)
La semejanza de pensamiento crea la amistad (fr.186)
La felicidad no consiste en rebaños ni en oro; el alma es la residencia del daimon (fr. 170)
La felicidad surge para los humanos por la moderación del goce y por la armonía de la vida (fr.191)
Las grandes alegrías surgen de la contemplación de obras hermosas (fr.194)
La templanza aumenta los goces y hace mayor el placer (fr. 211)
Luchar contra la pasión es difícil; pero es propio del hombre razonable dominarla (fr. 236)
Quien comete injusticia es más desdichado que el que la padece (fr. 45)

El materialismo y naturalismo de la primera filosofía griega, la jónica, culmina en el atomismo de Demócrito, que influirá de forma poderosa en la filosofía posterior y en la ciencia moderna. Aunque Platón no cita nunca a Demócrito, es evidente que en el Timeo es su gran enemigo a rebatir, por su explicación materialista y mecanicista de la naturaleza. Aristóteles, en cambio, tiene un concepto elevado de Demócrito y lo cita constantemente, pese a su defensa de los cuatro elementos de Empédocles frente a los átomos y el vacío de Demócrito.

Epicuro continúa la línea naturalista de la física atomista, lo mismo que el poeta latino Lucrecio. La influencia de Demócrito llega a la física moderna, aunque la física contemporánea niega la indivisibilidad de los átomos, con las partículas subatómicas.

Jesús Mosterín señala la genialidad de los filósofos materialistas, desde los jónicos a los atomistas, quienes, basados en la pura especulación intelectual sin experimentación controlada por los hechos, “llegaron a una concepción del mundo completamente alejada del mito, tan tradicional y a la larga tan fecunda científicamente” (cfr, J. Mosterín: La Hélade. Historia del pensamiento, p. 204).

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