El nacimiento de la axiología / y 2



Los más sabios de todas las épocas han pensado siempre que la vida no vale nada
(F. Nietzsche)


---------------------------------------------------------------------
La reflexión filosófica sobre los valores, también llamada “axiología”, se inicia por primera vez entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, por obra de autores como Nietzsche, Ortega y Gasset, Max Scheler y muchos otros, formando una nueva rama de la filosofía.

Antes del siglo XIX, sólo se estudiaban los valores económicos y de este campo se pasará a los demás, en especial al campo moral.

A comienzos del siglo XX aparece el nombre técnico de axiología, formado a partir del término griego “áxios” (valioso, estimable, digno de aprecio) y “lógos” (discurso, tratado), de donde resulta la nueva área de reflexión filosófica, “teoría de los valores”.

De la misma raíz griega procede “axioma” (rango, dignidad, reputación) que se refiere a los principios “más dignos”, por ser evidentes, de la lógica o de la geometría. Dentro del campo concreto de la reflexión moral, aparece también el nuevo enfoque de las éticas axiológicas, fundadas en valores, en contraposición a las éticas teleológicas, centradas en la felicidad, y a las deontológicas, centradas en el deber o la justicia.

El método fenomenológico trata de encontrar la “esencia” intuida de los valores en el vasto campo de sus manifestaciones o fenómenos. En una primera aproximación, podemos definir los valores como cualidades ideales que son objeto de nuestro aprecio, estimación o preferencia y que orientan nuestras acciones. También se puede afirmar que son creencias o convicciones acerca de todo aquello que una persona estima como valioso.

El filósofo Max Scheler, destacado representante de la axiología alemana, dentro de la fenomenología, enfatizó el aspecto emocional de los juicios de valor al afirmar que no se captan por la razón ni por los sentidos, sino por una “intuición emocional”, una facultad diferente, a la que Ortega y Gasset dio el nombre de “estimativa” (véase Ortega y Gasset, J.: Introducción a una estimativa: ¿Qué son los valores?).


Los valores, sin embargo, tienen no sólo un componente emocional, sino también uno cognitivo o intelectual (nadie puede amar o apreciar lo que desconoce), pero resulta difícil, no imposible, demostrar racionalmente la superioridad de unos valores sobre otros. De ahí que algunos afirmen que los valores se muestran, no se demuestran. Y si los valores son fines y no medios, la razón tendría que callarse. Es lo que piensa el filósofo americano Alasdair Macintyre: “about the ends, it must be silent”.

Los valores tienen dos características esenciales: la polaridad y el rango o jerarquía. La polaridad significa que tienen, como las actitudes, un polo positivo y otro negativo o contravalor. Así, la justicia, objeto de nuestro aprecio, se opone a la injusticia, objeto de repulsa o menosprecio. La verdad se opone a la falsedad o mentira, la belleza a la fealdad, la igualdad a la desigualdad, la tolerancia a la intolerancia, el saber a la ignorancia etc.

En segundo lugar, entre ellos hay una jerarquía: unos valen más y otros valen menos. Unos los estimamos como superiores y otros inferiores. La jerarquía puede ser social, cultural o personal.

Los antropólogos han constatado la diferencia de valores en las distintas culturas y los sociólogos comprobaron su historicidad en diversas sociedades. Por ejemplo, los valores dominantes en una sociedad capitalista de libre mercado son muy diferentes de los valores tradicionales de una sociedad agrícola o feudal.

Desde la perspectiva de género, se evidenció igualmente que en todas las culturas estudiadas los valores dominantes son también los del género dominante. De ahí el término androcentrismo, que considera al varón más valioso que la mujer.

Por su parte, cada persona construye su propia escala de valores, que no siempre coincide con los culturalmente vigentes o los socialmente dominantes. Un antiguo adagio latino, atribuido a Hobbes, reza: primum vivere, deinde philosophare. Si la filosofía consiste en pensar la vida y vivir el pensamiento, ello plantea el problema de si es primario el vivir o el pensar filosófico.

Una antigua canción griega, procedente de la lírica arcaica y recogida por Atheneo (Los Deipnosophistas) refleja una escala de valores popular, que prima los valores corpóreos del “buen vivir” sobre el socrático “cuidado del alma”.
El bien supremo del mortal es tener salud (hygiaínein),
el segundo, ser hermoso (kalón genésthai) de cuerpo,
el tercero, tener riqueza (plouteîn) sin dolo
y el cuarto, festejar (hebân) en unión de los amigos
.


Sócrates, consecuente con su areté, prefirió morir a vivir sin dignidad, renunciando al exilio y a pagar la multa. En el pensamiento filosófico moderno, los idealistas, como Descartes, dan prioridad al pensar. Los vitalistas, como Nietzsche, dan prioridad a la vida. Ortega optó por la síntesis, a la que llamó raciovitalismo.
Volver arriba