La pedagogía portuguesa de la Virgen María.
Una diez o doce veces hemos aparecido en RD hablando del fenómeno “Fátima”. Lógicamente, no para unirnos como coristas de esta pseudo fe, sino para denunciar el inmenso y suculento fraude que supone todo el tinglado. Hoy echamos mano de la ironía o, quizá, del principio filosófico de contradicción.
| Pablo Heras Alonso.
¿Alguien se lo imagina? ¿Imaginamos a Jesús, que quería mucho a los niños y los sentaba junto a él, contándoles cuentos terroríficos sobre la matanza de inocentes por Herodes, la prevista destrucción de Jerusalén, lo malos que eran los romanos… o sea, cosas que les hicieran llorar y temblar de miedo? Luego en sus casas despertarían aterrorizados dando grandes gritos. ¿Alguien se lo imagina?
Es de suponer que Jesús acomodaría su lenguaje a lo que los niños entendían; no les transmitiría mensajes de alta teología; ni les citaría la Ley y los Profetas; y les haría reír; y jugaría con ellos… Quizá estemos pecando de “racionalistas” o “psicologistas” al presuponer eso en Jesús. Pero seguro que cualquiera que piense en Jesús y los niños, estará de acuerdo con lo dicho.
También es de suponer, por otra parte, que su madre, la Virgen María, sería todavía más afectuosa que su hijo, precisamente porque era madre y por aquello del instinto maternal. Presuponiendo lo dicho, ¿cómo es que a la Virgen, cuando se aparece, se le olvida lo más elemental de la psicología pedagógica, que ella sabía porque era sapientísima?
Veamos. María se aparece a los tres niños pastores, que hacía tiempo que no iban a la escuela porque la ley de educación no lo prescribía cuando había necesidad de ayudar en casa. Lucía tenía 10 años; Francisco, 9 y Jacinta, 7. Sin instrucción escolar, su inteligencia e imaginación se llenaban con la catequesis tremebunda (con tintes de política vaticana) del párroco rural.
Lógicamente la Virgen María les habló en su lengua, que es la que entendían. Entre otras cosas, a través de su ángel mensajero, esta “buena señora” les pide que hagan sacrificios, que recen por los pecadores y que soporten los sufrimientos. ¿A unos niños todo esto? ¿Sacrificios? ¿Más todavía? Los niños se preguntarían qué sería “hacer sacrificios” y cómo podrían rezar por los pecadores porque ni siquiera sabían que hubiera pecadores y quizá tampoco supieran cómo rezar por ellos. .
La Virgen se lo hizo saber (en este caso a través de los curas): eran pecadores los rojos, los masones, los laicistas, los agnósticos y los herejes. Quizá se le olvidó algún que otro vecino del pueblo. De momento los fascistas todavía no habían llegado.
Esta Virgen toda llena de pedagogía, les explicó lo que suponía Lenín y la revolución de octubre de 1917; lo malos que eran los socialistas y sobre todo los comunistas. Coincidencia de año y de día. Lo de elegir el año 1917 se pueden entender, pero ¿por qué el número 13 si es un número propio de supersticiosos? Algún día lo sabremos.
Y nada más aparecerse, les pregunta si están dispuestos a entregarse al Señor, a sufrir y a rezar por las ofensas al Salvador. ¡Tremenda responsabilidad que unos niños ya formados por la gracia divina por supuesto pueden asimilar! Así María no aparece ni como perversa ni como insensata: los niños la entienden y aceptan lo que dice (también a través de los curas).
Es lógico pensar lo que Francisco decía: que él ni oía ni veía a la Virgen, que oía a las otras dos, sobre todo a Jacinta. O que veía, hacía que veía, pero que no oía nada. Eso lo sabía desde el principio pero no pudo decirlo hasta mucho después.
Otra cosa que no podemos entender es cómo la Virgen, que por esencia y potencia libra de enfermedades a otros, como “premio” a la fidelidad de estos niños les llenó de enfermedades, miedos, golpes, cárcel incluso; y noches sin dormir; y verse humillados desde el principio… Y finalmente la muerte. ¿No es esto crueldad contra los niños? Y decimos de los energúmenos que matan a sus hijos…
Lo que llega al culmen del sadismo es anunciarles la pronta muerte de Jacinta y Francisco. Y además, que sufrirían. ¿Alguien se imagina en un niño saber que va a morir pronto? Su hijo Jesús le habría advertido a su madre que con estas palabras podría producir a los niños un daño emocional irreparable. Pero la Virgen sabía que estos dos condenados a muerte se sentían enormemente compensados con la seguridad de que pronto irían al cielo.
Consta que es verdad su subida al cielo, porque la Iglesia lo certificó en su momento. Pero, respuesta de cualquiera que piense: ¿Y cómo sabe la Iglesia que están en el cielo? ¿No presupone este conocimiento una intromisión en las decisiones de Dios por parte de la Iglesia? ¿De qué modo contraviene la sentencia del todavía no celebrado Juicio Universal? Pero sigamos con los despropósitos.