¿Qué pensar de un crucificado por los romanos?
Semana trágica, semana sangrienta, semana dolorosa... para muchos Semana Folclórica. ¿Por qué es "santa" si lo que se conmemora es el castigo a un sedicioso, a un revolucionario, a un conspirador y a un embaucador de la plebe? ¿O qué?
| Pablo Heras Alonso.
Por supuesto que hay muchísimos libros donde beber doctrina y análisis histórico sobre la muerte de Jesús. La mayoría en modo alguno enmendarán la plana al relato de los Evangelios que, por supuesto y estrictamente en el caso de la pasión y muerte, consideran rigurosamente hechos históricos indiscutibles.
Dos libros hay que no sólo me han aclarado ideas sino que, incluso, me han impresionado: “Jesús, el galileo armado”, de José Montserrat Torrens y “La invención de Jesús de Nazaret” de Fernando Bermejo Rubio. La claridad, el rigor, las lógicas deducciones de pequeños detalles… llevan a interpretar las cosas de muy distinto modo al que tradicionalmente nos han obligado a atenernos.
¡Cuántas veces me he querido poner en la piel de personas que pudieran, en el mundo romano, ser de un status similar al mío! Cierto, conocemos las enormes desigualdades y fracturas sociales que había en ese tiempo y sociedad: gran masa de esclavos, ciudadanos pobres de solemnidad, carencia general de instrucción…, pero hablo de personas libres, cultas o con cierta instrucción y de clase social medianamente acomodada. ¿Cómo pensaban? ¿Cómo juzgarían hechos como la crucifixión de un reo?
Los libros de historia informan del enorme grado de crueldad con que actuaban autoridades y militares romanos… algo que no siempre se compagina con la realidad diaria. Por citar un caso al alcance de cualquier creyente: cuando a Pablo de Tarso lo quisieron condenar, apeló a su condición de ciudadano romano y fue conducido a Roma para ser juzgado. Eso indica que los verdaderamente ciudadanos –nuestro propio status— estaban sometidos al Ius Romanum del que todavía bebe nuestro Derecho. Había leyes.
Y a tales leyes debían someterse todos. Incluso los pueblos dominados. En la “pax romana” los que querían vivir en paz en modo alguno eran perseguidos. Condición única, someterse a las autoridades de Roma, pagar impuestos y poco más. Y sabemos de procuradores y gobernantes que fueron severamente condenados por delitos contra el pueblo.
Sabido esto, ¿qué pensar del hecho de que determinados individuos fueran crucificados? Ahora me imagino pensando como pensaría un ciudadano romano. Recordemos que la crucifixión sólo se aplicaba a reos extremadamente peligrosos, como llevar armas “de guerra”, incitar a la sedición, alzarse contra las autoridades... ¿Por qué, entonces fue crucificado Jesús? A la fuerza tenemos que deducir un delito grave. Y eso pensaría un romano… y eso pienso yo.
Con estas premisas, los relatos evangélicos pecan de falsedad histórica porque tergiversan los hechos. Jesús, a la fuerza, tuvo que ser condenado por ser un individuo peligroso. Resulta curioso y a la vez revelador cómo los mismos evangelios no pueden ocultar datos que lo confirman: concentración “secreta” nocturna en un lugar cercano a la ciudad; portar espadas; conato de trabar combate; la fuerza que les detiene en Getsemaní, totalmente desproporcionada para capturar a un grupo de doce, nada menos que una cohorte y una turba numerosa con palos y espadas… Finalmente, dato significativo, ser crucificado con otros malhechores: ¿cómo no pensar en alguno de sus compinches capturados en el Huerto?. No parece que en la ley romana crucificaran por robar.
Digo eso de los otros malhechos, porque sorprende del relato del prendimiento de Jesús que no capturaran a ninguno de los que estaban con él, sobre todo al que había esgrimido la espada. ¿Es esto creíble? Pero dejamos la lógica que aquí tiene poca cabida.
Menos creíble, por supuesto, es el relato del juicio. La conclusión que se saca de los Evangelios no es otra que el afán de “disculpar” a los romanos, algo increíble: los que prenden a Jesús son enviados de los sacerdotes y ancianos del pueblo; lo juzgan las autoridades judías; las turbas que antes lo aclamaban, piden su muerte, etc. ¡Pero sólo las autoridades romanas podían condenar a crucifixión!
Lo dicho: podemos pensar que Jesús no fue otra cosa que un bocazas, un alborotador de la plebe y un sedicioso que pagó caro su atrevimiento. Con los romanos no se jugaba. El “otro”, Jesucristo, ya es verdaderamente “otro”, creado como amalgama mental por el fanático Pablo. Y según esta visión, se elabora el “tetra relato”, por más que se titule “eu-anguelion”