¡Es tanto el poder de los nombres!

¡Los nombres, siempre los nombres! No hay hombre sin nombre. No hay ciencia sin denominación. El sometimiento de la Naturaleza y de la Historia comienza por la palabra. Hemos ganado poder "denominando las cosas" y creando estructuras lingüísticas de ciencia, técnica, cosmología, química, neurología, psicología...

Pero el nombre pierde su poder ante y por culpa de "lo inexplicable". A lo inexplicable se aferra el entramado de la credulidad para sostener sus supuestos, teorías, explicaciones y especulaciones.

Se ha ganado la batalla de ocupar muchos de sus baldíos poniendo nombre a sus desiertos de conocimiento pero muchas de las denominaciones pasadas también están hueras de contenido.

Dejemos consideraciones tan generalistas. La credulidad se defiende y pone nombres a las cosas. Teología. Y, convencida de su verdad, no entiende a quien no la entiende. Sin conmiseración. Y lo "nombra"

Escarbamos en varios diccionarios de sinónimos. Para la palabra INCRÉDULO encontramos los siguientes:

ateo, irreligioso, impío, escéptico, librepensador, antirreligioso, pagano, profanador, indiferente, indevoto, teófobo, profano, laico, irreverente, irrespetuoso, apóstata, relapso, infiel, heterodoxo, sacrílego, blasfemo, impenitente, inhumano (¿?)...


¡Y quizá todavía se puedan encontrar más! ¿Puede alguien pensar el porqué de tamaña desmesura lingüística? Para expresar un hecho o nominar una cosa, debería bastar una palabra. Cierto es que la realidad tiene muchas caras y ofrece variedad de aristas y es posible denominar matices del mismo hecho... ¿pero tantas denominaciones?

Siento la necesidad de repetir los sinónimos: la reiteración desinfla el globo y procura sosiego de ánimo. Repitámoslo para sentir que nada expresan, que no tienen virtualidad ofensiva, que no alteran el ánimo susceptible: "impío, descreído, irreverente, incrédulo; satánico, nefando, librepensador, volteriano, blasfemo..."

¡Cuántos términos peyorativos han acuñado las religiones para anular al contario! Y a fin de cuentas, se alzan contra el hombre sujeto de su salvación, pero "hombre que vive según los dictados de su conciencia y de su criterio". Y no hay otra cosa.

Términos antónimos y posturas vitales antagónicas: fe y razón; credulidad y racionalidad; pío o piadoso frente a ¡persona normal!; religioso frente a civil...

La siguiente etapa es preterir al hombre en pro del nombre: fanatismo.
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