No siempre estuvo presente el Espíritu Santo.
A decir verdad importaría poco que alguien, con la rotundidad que otorga el estar entronizado y rodeado de miles de personas, afirmara de sí o de otros que son infalibles, dado que se proclama como cierto algo que es imposible de comprobar.
¿Por qué María es inmaculada si de hecho se parte de otro supuesto, pecado original, indemostrado por indemostrable? Por una incontrovertible razón, “porque lo dijo alguien”. ¿Pruebas? Las que se quieran: tradición (palabras añadidas a palabras), creencia general (amontonamiento de testimonios), compulsión, festejos añadidos… ¿Cómo desmontar tal tinglado? Dado que es imposible, la verdad se admite o se impone porque sí, es decir, por fe.
Pero a la vez resulta de una temeridad que raya en el absurdo defender que cualquier cosa no verificable sea verdad apodíctica.
Dicen ahora que los papas son infalibles (con dos condiciones, cuando hablan “ex cathedra” y cuando definen aspectos sustanciales de la fe). Es de suponer que tal infalibilidad (con el añadido del dual condicionante), por ser dogma de fe, debe tener carácter retroactivo. Es decir, los papas del pasado también fueron infalibles.
También se afirma que los concilios ecuménicos definen o han definido dogmas de fe, por lo tanto también son infalibles, quizá con más razón que un papa, porque son la representación de toda la Iglesia.
Llegados a este punto, hoy la historia de la infalibilidad es sólo motivo de risa –en otros tiempos, de hoguera—. Hasta ridículo vemos hoy cómo unos papas desautorizaban a otros y cómo unos concilios hacían retracto de lo afirmado en anteriores. Ha habido papas que incluso han sido ¡excomulgados! por un concilio y por sus sucesores. Ahí es nada.
El V Concilio Ecuménico, celebrado en Constantinopla excomulgó en el año 533 al papa Virgilio. El VI, en 681, se excomulgó al papa Honorio, condena repetida por el VII y VIII concilios celebrados en Nicea, excomunión confirmada por su sucesor León II y siguientes.
Venda antes de la herida: “¡Eran otros tiempos!”. Eran otros tiempos… precisamente tiempos en los que la fe todo lo inundaba, en que hasta el último labriego sabía lo que se dilucidaba intramuros de los palacios papales o arzobispales, tiempos tomados como modelo de “vida de fe” en los nuestros bien recientes.
Los cinco primeros siglos de la Iglesia son un pozo sin fondo en cuanto a conflictos teológicos (que acarreaban choques de intereses, pugnas por el poder, etc.). Un caso paradigmático es el asunto del culto a las imágenes (¡qué sería la Iglesia de hoy sin dicho culto y sin poder celebrar “Las Edades del Hombre”).
Aquí es oportuno el inciso de preguntar al docto biblista si el Decálogo entregado por Dios a Moisés, quizá la quintaesencia del Antiguo Testamento, es “palabra de Dios” o no. Si lo es, como sería obligado decir, la Iglesia ha pecado y sigue pecando descaradamente contra el 2º mandamiento desde por lo menos el año 769 (Concilio de Letrán) o desde el 787(Constantinopla).
El culto a las imágenes fue algo proscrito en los primeros tiempos del cristianismo. Recordemos las opiniones contrarias a dicho culto de Orígenes, Clemente de Alejandría, Ireneo, Epifanio de Salamina (403) y otros.
En cuanto a los concilio “infalibles”:
• Prólogo del Sínodo de Elvira, año 306: se prohíben el culto a las imágenes.
• Constantinopla, sendos concilios en 730 y 754: prohibición de dar culto a las imágenes.
• Letrán, 769. Se desaprueban las decisiones de Constantinopla. “El culto a las imágenes es santo y bueno”. Pero no parecen estar todos muy de acuerdo porque todavía se ha de reunir un nuevo concilio para reafirmar decretos.
• Nicea (II en la ciudad, VII ecuménico): “Quienquiera que no rinda servicio y adoración a las imágenes de los santos y a la Trinidad, sea anatema”.
• Constantinopla, 789. Se prohíbe el culto a las imágenes. Algunos obispos que cuestionan tal decisión, dado que se había aprobado en Nicea, “fueron arrojados violentamente de la sala”.
• Frankfurt, 794. Concilio convocado por Carlomagno. Se rechaza el culto a las imágenes. Al concilio de Nicea se le tacha de “sínodo impertinente y arrogante, celebrado en Grecia para adorar pinturas”.
• Constantinopla, 842. Se revocan las decisiones del año 789 y se asumen las de Nicea.
Esto que sucedió en relación a las imágenes, de otra forma y en otro orden de cosas, se repitió en múltiples ocasiones, deponiendo obispos, comprando voluntades, extorsionando e incluso asesinando por cualquier “quítame allá esas pajas” (por disquisiciones bizantinas).
No se diga que dicho culto no tiene entidad teológica suficiente. Recuérdese que el conflicto iconoclasta recorrió la cristiandad de cabo a rabo durante muchos años.
Por añadir un argumento de mayor calado: ¿dónde estaba el Espíritu Santo, invocado con deleite y complacencia al inicio de todas las reuniones ecuménicas? ¿Y dónde la protección especial que Dios --más bien Jesús y el Espíritu Santo-- tienen sobre su invento?
O témpora, o mores!