¿Quién se sirve de quién?
Política y religión han ido secularmente de la mano. Han sido buenas aliadas, por lo general sacando provecho la una de la otra. Fieles y súbditos en el mismo saco.
| Pablo Heras Alonso.
A pesar de que se hable mucho de la connivencia entre religión y política y de cómo la religión se sirve de la política, quizá sea mayor el provecho que saca la política de la religión que al revés.
El régimen político establecido tiene un fiel servidor ideológico, muchas veces lacayo y portavoz, en la religión:
- Por el sentido de eternidad de que se siente imbuida, a la religión repugnan los cambios. ¿Y qué más quiere un político que la permanencia?
- Por otra parte la religión es un extraordinario medio de control de las masas, las masas crédulas que con cadencia periódica acuden a recibir doctrina. Ninguna religión irá en contra del poder si éste no es pernicioso para ella. Y, en todo caso, lo hará con tiento y suavidad.
- Añádase que toda religión tiende a predicar el pacifismo y la resolución de los problemas por la vía de la moderación, nunca de la revolución: de este modo los problemas se pueden enquistar sin llegar a soluciones traumáticas para el estamento político.
- Toda religión, por esencia, es conservadora, algo que necesita el estamento político, aun proclamándose progresista o de izquierdas.
- Hay otro elemento añadido y es el de la predicación del acatamiento a la autoridad y a las leyes constituidas, porque la autoridad es el principio de la estabilidad y la garantía de que la sociedad tiene cimientos seguros.
- Esta última consideración tiene un refrendo teológico, el de que todo poder procede de Dios: todas las religiones proclaman el credo de que Dios es el principio supremo de la autoridad que delega en los gobernantes.
- Cuando el estamento clerical denuncia la injusticia, lo hace siempre de modo vago e impreciso, incluso culpando al pueblo de estigmas provocados o solucionables por la autoridad. Jamás la injusticia tiene su origen en tal o cual gobernante. Siempre y por otra parte es una denuncia “in génere”, no una denuncia de “esta” injusticia, lo cual convierte en inocua toda su predicación.
- Las religiones, por otra parte, tienen un componente supranacional, un sentido de universalidad, que incluso las puede convertir en buenos embajadores ante gobiernos afines.