CLARIDAD Y CHUCHERÍAS

. A la educación impartida en los colegios “religiosos”, y en los mismos Seminarios, noviciados y demás, le queda por salvar un largo y escabroso camino de obstáculos para aparentar y ser de verdad, y consecuentemente, “cristiana”. Ni el nombre, ni el sobrenombre bautizan a las personas y a las entidades. A unas y otras, las “cristianan” las ideas y las obras. El evangelio- evangelio no es hoy, desdichadamente, elemento que defina, identifique y distinga ordenamientos y esquemas de vida que se precien de religiosos, dado que, en el mejor de los casos, no pasaron de ser reclamos publicitarios para encobijar opciones familiares, sociales o institucionales. Así de rudo, de radical y de inclemente es el problema, por lo que la refundación- reforma es urgente y deberá ser profunda. Los ritos, las observancias y los calendarios piadosos sirvieron y servirán poco más que como señales para tranquilizar conciencias endebles y, en ocasiones, remarcar el camino. ¿Hasta qué punto, al igual que acontece hasta con el mismísimo Còdigo de Derecho Canónico y, en parte, con el Catecismo, el santo evangelio es la “NORMA NORMANS” de la educación y del comportamiento verazmente cristianos?

. “HABLAR CLARO Y CON TODA LIBERTAD” es norma asiduamente proclamada por el Papa Francisco, destinada con fervorosa convicción a adoctrinadores y adoctrinados.. En ocasiones, hace uso de los términos “parresía” y “humildad”, con los que refuerza y substantiva aún más la esencia de la acción -ministerio- de la evangelización y proclama del mensaje evangélico. Y es que, sin claridad, no son palabras las palabras, o a estas se las lleva el más leve soplo del viento, sobre todo cuando son los intereses o las ligerezas los elementos que las mueven e inspiran. Claridad, palabra y libertad constituyen la base del entendimiento y de la convivencia, con sacrosanta invocación y llamada a cuanto se relacione con la Iglesia y lo religioso. Si algo, por las razones o sinrazones que sean, obnubila el sentido y el contenido de la palabra, esta pierde su capacidad de comunicación, convertida en sonsonete, susurro, detonación o crujido. Luminosidad, sinceridad y claror, a la vez que libertad, responsabilidad, atrevimiento e independencia en su elocución, le confieren a la palabra el ministerio sagrado de su misión convivencial. La libertad no siempre acompañó, ni acompaña a la palabra en la Iglesia. Ni la claridad. Tampoco la humildad y la parresía se hacen hueco en su pronunciación, emisión, divulgación y evangelio. Esto explica la insistencia del Papa en su recomendación, alabanza y encargo.

. La palabra de Dios anida en los evangelios. Todo él, y todos ellos, son “palabra de Dios”, quien a su vez, y en Cristo Jesús, se encarnó, y presenta, como “Verbo del Padre”. A la religiosidad popular, a su educación en la fe y mantenimiento y crecimiento en la misma, le falta evangelio. Su predicación se le escatima y entenebrece y no siempre es interpretada con luminosidad, veracidad y cordura. Más que del santo evangelio, a los fieles se les nutre de vidas de santos y santas, con capítulos singulares de “milagros y favores” que a veces confunden y difuminan el sentido de la realidad del mensaje religioso. “LAS VIDAS DE LOS SANTOS” –antiguos y modernos- demandan revisión presurosa. Con algunos de los modelos como los que se nos señalan en ellas, no es posible la práctica del evangelio, ni su proyección en la religiosidad actual. Afrontar el tema en profundidad, y sin ociosos y paganos temores de escandalizar al personal, es tarea tan constructiva como seriamente religiosa. Con la religión no se juega. La religión es algo muy serio.

. Tratar sistemáticamente de “tú”, y aún de “colega” –“coleguí”- a miembros de la jerarquía eclesiástica, y apear todo tratamiento, es una falta de ponderación, de consideración y respeto. Es una vulgaridad, una sandez y una colosal tontería. Abusar de los “Eminentísimos”, Reverendísimos”, “Excelentísimos” y tantos otros grados y títulos en sus diversas escalas, es así mismo arrogancia, egolatría, fatuidad y presuntuosidad pueril y anti- religiosa. Es una CHUCHERÍA.
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