CRISTIANOS SIN BIBLIA

El estudio y la vivencia de “La Palabra de Dios” contenida en la Biblia es tarea-ministerio esencial en la constitución de la Iglesia. Esta no sería posible, ni se correspondería con el plan de Dios sobre ella, si su proclamación se impidiera, se improvisara o se malinterpretara en conformidad con intereses personales o de grupo. Las verdaderamente nefastas desgracias de la Iglesia procedieron y proceden radicalmente del perverso uso que se hizo y se hace de la Sagrada Escritura.

La historia avala este aserto con capítulos muy inquietantes. Estos recorren etapas de dolosas omisiones de adoctrinamientos bíblicos, hasta presentar sus textos en idiomas misteriosos e ininteligibles para el pueblo, y conferirles carácter de falsos dogmas a las interpretaciones “oficiales”.

Por fin, y por razones no solo religiosas la Biblia está llegando ya al pueblo, aunque todavía no con la fidelidad y abundancia que debiera y fuera menester. Predicaciones, homilías, catecismos, evangeliarios, cursos, maestros y teólogos especialistas en el tema, y aún peregrinaciones y programaciones de “turismo religioso” facilitan el acceso al significado de los lugares y de los personajes referidos a la Sagrada Escritura. La tarea es ardua, arriesgada y difícil, y la pedagogía de la que se hace uso para su aprovechamiento, no siempre es la adecuada y precisa.

Exactamente esto es lo que justifica mi encuentro con un especialista en la materia, de cuyas experiencias pretendo hacerme eco fiel y gozoso. Manuel Crespo Ortega, autor de la “Guía de Tierra Santa, en cuerpo y alma”, editada por San Pablo, es licenciado en Teología Bíblica por el Instituto de Jerusalén, ex director de “Tierra Santa o la Revista de los Santos Lugares”, mentor de grupos de peregrinos por las tierras bíblicas de Egipto, Israel, Jordania, Turquía, Chipre, Gracia, Malta e Italia, con espíritu franciscano y mente y actividad de cristiano de a pié, me comenta, entre otras cosas, lo siguiente:

“Sí, estoy totalmente de acuerdo con que sin Biblia, no es Iglesia la Iglesia. También es cierto que la Biblia no solo hay que leerla, sino vivirla, a ser posible en los lugares en los que se enmarcan los acontecimientos y las personas de las que se hace referencia sagrada, equipados con el debido conocimiento científico.

“Para interpretar correctamente la Biblia, e impartirles al pueblo sus mensajes, es imprescindible no escatimar los medios que la pedagogía nos brinda, y que en tantas otras áreas de la formación-información se aportan, con el deseado aprovechamiento”

A mis deseos de que nos aporte algunas de sus experiencias personales, el especialista en estos temas, relata;

- En la revista “Tierra Santa de la que fui director en su día, llevo en la actualidad una sección titulada “Por qué se dice…”, en la que doy a conocer el significado de los dichos que se encuentran en la Biblia, con su historia y circunstancias de lugar y de tiempo en los que se redactaron, con el correspondiente contenido que tienen, o pueden tener, en nuestra cultura. “Ojo por ojo y diente por diente”, frase que forma parte de la llamada “Ley del Talión”, es uno de los últimos ejemplos.

- Otro ejemplo, prosigue con su información, es –será- la ya próxima edición de un libro que se titulará “Eutrapelia bíblica,- palabra que la RAE recoge como “juego u ocupación inocente que se toma por vía de recreación honesta”,-, con secciones como la llamada “sopa de letras” y otras formas, que exigen recurrir a los diversos libros del Antiguo y Nuevo Testamento, para su debida complementación…

(No quiero dejar de resaltar lo provechoso que resultaría convertir no pocas sesiones de catequesis en general, y bíblicas en particular, haciendo crucigramas, con la búsqueda, por ejemplo, de diez nombres bíblicos que respondieran a determinadas definiciones…)

En el mismo contexto pedagógico relacionado con le Biblia, Manuel Crespo Ortega, - “estudioso del Madrid religioso”-, acaba de redactar un original trabajo “turístico” que invita a descubrir, conocer y pasear por las calles madrileñas, rotuladas con nombres tan significativamente bíblicos como Jesús, Calvario, Magdalena, Jerusalén, Reyes Magos, Amor de Dios, Avenida de Nazaret, Anunciación, Tiberiades, La Caridad, Madre de Dios, Plaza de Santiago, Costanilla de los Ángeles, Portal de Belén, Divino Pastor, San José, Plaza de la Santa Cruz, Jericó, Betania, San Zacarías, Verónica, San Lucas, San Mateo, San Juan Bautista, Santísima Trinidad, Fe, Esperanza, Monte Olivete, San Moisés, Plaza de Cristo Rey….

Con gozo, Biblia y liturgia, invito a los lectores de RD. a descubrir y visitar las calles y plazas de sus pueblos y ciudades españolas y latinoamericanas, conocedores de los porqués de cuyos nombres los “bautizaran” escenas, ideas y personajes de la Sagrada Escritura. Una buena lección de catequesis y de educación de la fe.
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