“¡HASTA LOS CURAS!”

Hasta el presente, fue expresión fascinante y admirativa, de uso común, al intentar resaltar con extrañeza, presencias y actividades “non sanctas”, injustas o, al menos, raras e inexplicables, de representantes “oficiales” de la Iglesia en ocupaciones de carácter civil, definidas, y aún dictaminadas judicialmente como ilegales y “perseguibles de oficio”. En tiempos recientes, y con ocasión del rosario de noticias producidas por ERES, por frustrados y fraudulentos cursos de formación laboral “impartidos” en determinadas comarcas andaluzas, “¡hasta un cura”! aparece entre los beneficiados por estratagemas tan indecentes socialmente y perjudiciales para personas y movimientos obreros.

. La Iglesia, y quienes la encarnan sobre todo en sus grados jerárquicos, es –tiene que ser- por definición, eje y referencia de ejemplaridad, honestidad y capacidad de servicio. El análisis más elemental de su razón de ser, como continuadora de la palabra y vida de Cristo Jesús, así lo supone, exige y prescribe. Sin Jesús, y sin que los “ministros” de su obra de redención y de vida sigan siendo fieles al evangelio, la Iglesia apenas tendría de Iglesia poco más que su nombre...

. Por unas u otras sin-razones, el hecho dramáticamente cierto es que en los últimos tiempos, en multitud de casos, circunstancias y lugares, la imagen de la Iglesia, transmitida a través de los medios de comunicación social, no ha resultado ejemplar, sino todo lo contrario. En ocasiones, escandalosa por todos sus costados y sin ningún paliativo. Culpar a los medios informativos de tales aberraciones, nos parece innoble e ingenuo, dado que en el “Estado de Derecho” que nos rige se disponen de procedimientos legales en defensa del buen nombre y reputación de personas e instituciones.

. Echar la culpa a los otros, sin haber tomado antes conciencia de la realidad y dimensión de las debilidades y pecados propios, amparándose sutíl y ensoberbecidamente en que lo importante es que no transciendan las cosas, convertidas en noticia, es rendirle pleitesía a la hipocresía, a la doblez y a la falsedad , antítesis del proceder de Jesús, enemigo declarado de toda conducta de la que el fariseísmo pudiera ser su mentor y su guía. La “Verdad” es, y se llama Jesús. Y si la Iglesia, y quienes por su oficio y ministerio creen perpetuarla, no son sus adoradores primeros, quedarían excomulgados “ipso facto”, sin más cánones y liturgias que las invocadas por el sentido común y por la vergüenza propia y ajena.

. “!Hasta los curas!” todavía llega a tener notable importancia y significación en el lenguaje popular. La cercanía al pueblo, la necesidad que este tiene de creer que al menos determinadas personas y símbolos bracean para no encharcarse en los lodazales de corrupción e inmundicias en los que los partidos políticos, organismos e instituciones lo hacen con naturalidad, “legalidad” y aplausos, insta a muchos a querer seguir creyéndose que los curas, y todo cuanto más directamente se relaciona con Dios y con la Iglesia, son intachables referencias de fiabilidad, honradez e integridad salvadoras…La responsabilidad del estamento clerical en este orden de cosas es fundamental para la convivencia social y, por supuesto, para la idea de la Iglesia y el inherente sentido de común- unión que la define y sustenta.

. El hecho de pedir públicamente perdón a la comunidad y a los demás miembros de la Iglesia, por comportamientos, y consentimientos anti-evangélicos, tan frecuentes y graves, abrirá caminos de renovación- conversión, con la esperanza de que Dios es perdonador por esencia y de que lo humano, por “religioso” y “eclesiástico” que sea, así se vista y presente, jamás perderá la condición propia de los seres humanos. Tomar conciencia de estas realidades, es indispensable para ser y ejercer de cristianos, a la vez que ciudadanos y contribuyentes.
Volver arriba