LA IGLESIA Y LA GOTA (de agua)
Los dichos populares, refranes, máximas y proverbios reflejan con exactitud el pensamiento y el sentir de las colectividades en todas sus cotas y rasantes. Un libro-recopilación de los más frecuentes, con su respectivo intento de interpretación y de hallar sus porqués, circunstancias y causas, es un fiel tratado de historia y de sociología. Los refranes –el refranero-, es también un manual de filosofía y de convivencia. Para cualquier momento o situación de la vida el refrán es análisis y diagnóstico, además de aproximado tratamiento y cura, con la ventaja-desventaja de la multitud de interpretaciones que puede confiársele en una u otra dirección, a veces hasta contradictora.
La Iglesia y cuanto se relaciona con ella, como no podía ser de otra manera, se desarrolla y describe en el refranero con profusión de caracteres y definiciones, siendo ocioso advertir que con demasiada frecuencia se hacen presentes los de signo anticlerical, irreverente e irreligioso. A la cultura- incultura y a las razones –sinrazones, con méritos o deméritos por una parte o por otra, no se les puede exigir otra cosa. Así fue siempre, es en la actualidad y posiblemente será de aquí en adelante.
Y una de las frases que con asiduidad y convencimiento más efusivos toman posesión en el desarrollo de las conversaciones es la descrita en las palabras “con la Iglesia hemos topado” .El sentido que se le aplica a la frase es bien patente. No es otro que “ es malo tropezar con la Iglesia”, y “ es peligroso que en los asuntos de uno se interpongan la Iglesia o sus ministros”.
La importancia y celebridad de la frase se explican tanto por el tema en sí, y al que se arrima y acomoda, como por el hecho de haber sido empleada por Cervantes en el capítulo IX de la segunda parte del Quijote, aunque en este caso “topado” está sustituido por “dado”. Hay que referir además que en la conversación que Don Quijote mantiene con Sancho, la frase carece de segundas intenciones. Ocurre que es media noche cuando caballero y escudero llegan a El Toboso a galantear a la señora Dulcinea, enfebrecidos por su recuerdo y afán de cumplimentarla en su palacio, “habiendo andado como doscientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la Iglesia principal del pueblo y dijo:”con la Iglesia hemos dado, Sancho”.
Si bien Cervantes en repetidas ocasiones muestra sus buenas dosis de anticlericalidad , aseveran los críticos que en esta escena la frase carece de doble intención, debiendo ser interpretada tan solo a la luz de la luna entenebrecida por nubes tobosescas que facilitarían confundir los perfiles de construcciones eclesiásticas con las fantasiosas del alcázar-castillo.
Pero el hecho tristemente veraz es que, “con la Iglesia hemos topado o dado”, es locución que se sigue empleando con la plena convicción por parte de muchos de que la Iglesia y sus ministros son y actúan como soberanos, pudientes y todopoderosos, además de acaudalados ,y que disfrutan del privilegio de que las puertas de las amistades y recomendaciones les están abiertas permanentemente o, al menos, con mayor facilidad, que a un cristiano cualquiera . La condición de “representantes de Dios”, y la de ser o creerse portadores de las llaves del cielo, les encumbra ante los ojos de los demás y les disponen a complacerlos con la esperanza y promesas hasta de compensaciones de felicidades eternas.
Cualquier intento de catequesis eclesialmente evangélica habrá de clarificar tamaños desafueros y desvelar con franqueza y descaro que la única fuerza de la Iglesia y de sus ministros es la de la fe y la de la caridad , sin privilegios humanos o divinos . El feudalismo eclesiástico y la sistemática actuación “en nombre de Dios” pasaron felizmente a mejor vida y también, y gracias a Dios, en la Iglesia “nadie es más que nadie”, Amén.
La alusión a la gota de agua que completa el titulo de este comentario se absorbe en el deseo de muchos de que acontecimientos tan desdichados como los referidos, y que han de seguir refiriéndose, en relación con los abusos intra-eclesiásticos, sean la última gota que colme el vaso o cualquier otra medida de líquidos y, por fin, decida tomar medidas reformadoras de las que tan necesitada se halla la institución. Su historia demuestra que una sola gota de agua, identificada con sucesos concretos, fue lo que le instó a la Iglesia a convocar concilios o a afrontar situaciones poco o nada eclesiales, con la ayuda de Dios, espoleada por los acontecimientos y con la creciente sensibilización que hoy se impone , gracias sobre todo a que nada, o muy poco, puede ya permanecer oculto, por mucho que a algunos les parezca que lo que no se sabe, jamás se sabrá ,aunque mientras tanto el mal siga su curso destructor y se profundice , causando irreparables daños, sobre todo cuando los niños son sus principales víctimas.
La Iglesia y cuanto se relaciona con ella, como no podía ser de otra manera, se desarrolla y describe en el refranero con profusión de caracteres y definiciones, siendo ocioso advertir que con demasiada frecuencia se hacen presentes los de signo anticlerical, irreverente e irreligioso. A la cultura- incultura y a las razones –sinrazones, con méritos o deméritos por una parte o por otra, no se les puede exigir otra cosa. Así fue siempre, es en la actualidad y posiblemente será de aquí en adelante.
Y una de las frases que con asiduidad y convencimiento más efusivos toman posesión en el desarrollo de las conversaciones es la descrita en las palabras “con la Iglesia hemos topado” .El sentido que se le aplica a la frase es bien patente. No es otro que “ es malo tropezar con la Iglesia”, y “ es peligroso que en los asuntos de uno se interpongan la Iglesia o sus ministros”.
La importancia y celebridad de la frase se explican tanto por el tema en sí, y al que se arrima y acomoda, como por el hecho de haber sido empleada por Cervantes en el capítulo IX de la segunda parte del Quijote, aunque en este caso “topado” está sustituido por “dado”. Hay que referir además que en la conversación que Don Quijote mantiene con Sancho, la frase carece de segundas intenciones. Ocurre que es media noche cuando caballero y escudero llegan a El Toboso a galantear a la señora Dulcinea, enfebrecidos por su recuerdo y afán de cumplimentarla en su palacio, “habiendo andado como doscientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la Iglesia principal del pueblo y dijo:”con la Iglesia hemos dado, Sancho”.
Si bien Cervantes en repetidas ocasiones muestra sus buenas dosis de anticlericalidad , aseveran los críticos que en esta escena la frase carece de doble intención, debiendo ser interpretada tan solo a la luz de la luna entenebrecida por nubes tobosescas que facilitarían confundir los perfiles de construcciones eclesiásticas con las fantasiosas del alcázar-castillo.
Pero el hecho tristemente veraz es que, “con la Iglesia hemos topado o dado”, es locución que se sigue empleando con la plena convicción por parte de muchos de que la Iglesia y sus ministros son y actúan como soberanos, pudientes y todopoderosos, además de acaudalados ,y que disfrutan del privilegio de que las puertas de las amistades y recomendaciones les están abiertas permanentemente o, al menos, con mayor facilidad, que a un cristiano cualquiera . La condición de “representantes de Dios”, y la de ser o creerse portadores de las llaves del cielo, les encumbra ante los ojos de los demás y les disponen a complacerlos con la esperanza y promesas hasta de compensaciones de felicidades eternas.
Cualquier intento de catequesis eclesialmente evangélica habrá de clarificar tamaños desafueros y desvelar con franqueza y descaro que la única fuerza de la Iglesia y de sus ministros es la de la fe y la de la caridad , sin privilegios humanos o divinos . El feudalismo eclesiástico y la sistemática actuación “en nombre de Dios” pasaron felizmente a mejor vida y también, y gracias a Dios, en la Iglesia “nadie es más que nadie”, Amén.
La alusión a la gota de agua que completa el titulo de este comentario se absorbe en el deseo de muchos de que acontecimientos tan desdichados como los referidos, y que han de seguir refiriéndose, en relación con los abusos intra-eclesiásticos, sean la última gota que colme el vaso o cualquier otra medida de líquidos y, por fin, decida tomar medidas reformadoras de las que tan necesitada se halla la institución. Su historia demuestra que una sola gota de agua, identificada con sucesos concretos, fue lo que le instó a la Iglesia a convocar concilios o a afrontar situaciones poco o nada eclesiales, con la ayuda de Dios, espoleada por los acontecimientos y con la creciente sensibilización que hoy se impone , gracias sobre todo a que nada, o muy poco, puede ya permanecer oculto, por mucho que a algunos les parezca que lo que no se sabe, jamás se sabrá ,aunque mientras tanto el mal siga su curso destructor y se profundice , causando irreparables daños, sobre todo cuando los niños son sus principales víctimas.