IGLESIA – NEGOCIO

“Iglesia” –“congregación de fieles que siguen las enseñanzas de Cristo”-, y “negocio” o “aquello que es objeto o materia de una ocupación lucrativa o de interés”-, son términos difícilmente maridables de por sí. Ni siquiera prestándoles atención a los respectivos sinónimos de uno y otro concepto, resulta tarea asequible tal correlación, y menos con carácter casi- sacramental e indisoluble. “Asociación, comunidad, comunión, cristiandad, catolicismos”, por una parte y, por otra, “profesión, carrera, mercado, tráfico, comercio y trapicheo”, no facilitan en modo alguno el mejor entendimiento y la limpia relación entre los vocablos, eje de esta reflexión.

. La Iglesia- Iglesia ni es, ni será jamás, un negocio. Aún el “negocio de la salvación” -“eterna”, por supuesto-, en los que con calurosos adoctrinamientos catecumenales se nos educó y educa, resistirá el análisis serio de la teología católica y de la sensibilidad ecuménica. La salvación no podrá ser “negocio” de ninguna clase, ni para Dios, ni para la humanidad, sean del color y de a religión que sean quienes la configuren… Precisamente por lo del “negocio” son tantas y tan sangrientas las guerras llamadas “religiosas”.

. La Iglesia –“Nuestra santa madre la Iglesia católica, apostólica y romana”-, resulta ser un verdadero e institucionalizado negocio, del cual viven muchos, y además suculentamente. Quienes hicieron, y hacen de ella, y en ella, “carrera”, y más la “eclesiástica” por antonomasia, son, por encima de todo, negociantes, que en la nomenclatura y escala social, unos serán considerados, estimados o tratados como autónomos, y otros como simples serviciarios. El “carrerismo” eclesiástico es lacra denostada furibundamente por el Papa Francisco con descalificaciones y censuras muy graves.

. Huelga reseñar que los “negocios” de los hombres de la Iglesia no se refieren tan solo a bienes terrenales, individuales o colectivos, que de alguna manera pueden tener eco y tasa en los baremos y estimaciones estatales, autonómicas y municipales- Son también bienes de orden social, cultural, de representación cívico- religiosa, de autoridad y de privilegios. La jerarquía es en España, y fuera de ella, casta, linaje, clase, grupo y condición. Es carácter y naturaleza. Es –son- “otros”, o “los otros”, en los distintos niveles, parroquiales, diocesanos y archidiocesanos, y más si son cardenalicios.

. Huelga así mismo anotar que son muchos más los laicos -“hombres de la Iglesia”- que jamás hicieron en ella negocios en ninguno de sus territorios y competencias, entregados de por vida al servicio del prójimo con entereza y generosidad y sin pensar en compensaciones humanas o divinas, intentando seguir a la perfección el testimonio y la doctrina encarnada en Cristo Jesús. La alusión a “hombres de la Iglesia” incluye al ex “devoto sexo femenino”, ahorrándome en esta ocasión tener que lamentar que la genuina discriminación a la que este sexo sigue sometido en la Iglesia, no empece, sino que acentúa, y hace más luminoso, el testimonio de consagración y de sacrificio de la mujer religiosa y cristiana.

. Los sistemas, medios y métodos con los que se negocia en la Iglesia, son múltiples. Desde las estampas, óbolos, indulgenciad, gazofilacios, propinas, besapiés, besamanos, limosnas, colectas justificadas por santos “milagreros”, que se ponen de moda, como especialistas en conceder determinados favores, hasta las promesas de salvación eternal vinculadas a frondosas donaciones, patronatos y legados, con dinero en efectivo, en posesiones, edificios, coronas y joyas… Santos- santas, o imágenes- negocio, desvirtúan y profanan la religión en sus más profundas raíces, por lo que la transparencia, la claridad y la participación del pueblo de Dios en el control y administración de este acaudalado capital, habrán de ser tarea y ministerio a los que se les preste sagrada, urgente y pormenorizada atención. Son muchos los escándalos, dudas y susceptibilidades que genera el sistema en relación con la vigente administración de los bienes de la Iglesia y de las iglesias. Les faltan titulares a los medios de comunicación extra- eclesiásticos para informar acerca de ellos, al igual que a otros les sobran tretas y exculpas para soterrarlos.

. El tratamiento y la penitencia empleada y ejercida por Cristo Jesús, como informan los mismos evangelios, está descrita a latigazos, con los que expulsó a los mercaderes- Sumos Sacerdotes del templo de Jerusalén quienes, de “casa de oración”, lo habían convertido en zoco, mercado, alhóndiga, rastrillo, lonja o ferial. Todo un programa a seguir con fidelidad, sin ningún paliativo, tolerancia, “manga ancha” o “vista gorda” y con el convencimiento dogmático de que las indulgencias, el rito y el disimulo, sin arrepentimiento verdadero, y restitución de lo robado y “escandalizado”, no es posible la absolución y la vuelta a los brazos del Padre.
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