IGLESIA “SINODAL”
Los viajes, encuentros, gestos, actitudes y comportamientos protagonizados por el Papa Francisco e importantes –supremos- representantes de Iglesias cristianas y otras religiones, proporcionan esperanzadoramente convincentes elementos de juicio para, al menos, rondar la conclusión de que, ya y por fin, la meta de la unidad religiosa pueda estar próxima y hasta acariciarse. Cuanto contribuya a profundizar en la idea será de provecho para nuestros lectores.
. Continuar con el actual “estado de cosas”, es un contrasentido. Cualquier argumento, cita o interpretación de la misma que sea aportada, podría –y debería- ser conceptuada de irrespetuosa, y hasta de blasfema. .
. La unidad es Iglesia por si y de por sí. Sin ella, Cristo no es Cristo, o es un “Cristo Roto”. Su encarnación, venida al mundo, vida, doctrina y testimonios no pasarían de ser y de constituir otras tantas páginas misteriosamente ininteligibles, aunque algunas de ellas pudieran resultarles a muchos hipotéticamente atractivas.
. Sin unidad no hay Iglesia. La común- unión es misión y tarea sacramentales. Es Eucaristía. La común- unión es esperanza de vida. Es religión, auténtica, genuina y real. Nada de mito, ficción, superstición o quimera.
. Unidad, –un solo Dios, una sola humanidad, vocación y destino-, es doctrina y esquema de vida fundamental, comprometida y salvadora y liberadoramente religiosas.
. Por supuesto que no todo lo que se nos ha presentado, y presenta, como cristiano, y como eclesial y religioso, lo fue y lo es de verdad y en consonancia con lo enseñado y vivido por Cristo Jesús. El fariseísmo, la hipocresía, intereses y créditos personales y de grupo manipularon –y manipulan-, la religión y la Iglesia, en ocasiones con toda clase de lujo y de escándalos, al abrigo de “misterios insondables”, y ocultas e incomprensibles sinrazones para los neófitos y allegados que eran –éramos- los no iniciados, sobre todo, por razones y ubicaciones jerárquicas.
. Más que a ideas y a argumentos teológicos y mínimamente evangélicos, es preciso acudir para desvelar –revelar- la parte más importante de la explicación de las incoincidencias eclesiales entre católicos y acatólicos, a razones históricas, políticas, culturales, tradicionales y sociales y aún ambientales, ajenas, a lo estrictamente religioso.
. Si hasta el presente, y en los más altos niveles de representación y de autoridad eclesiástica, sus jerarcas se han limitado a anatematizarse y condenarse entre sí, abandonando impunemente cualquier otro tipo de diálogo, comienza ya a alentarse la esperanza de que los gestos del Papa Francisco, y las correspondientes reacciones por parte de “hermanos separados” son portadores de otras convicciones y pedagogía.
. “¿Hermanos separados”? ¿Pero es que tal denominación no habrá de ser compartida responsablemente por la propia Iglesia católica, en todos sus grados, sin eximir a su jerarquía suprema, en tiempos y en circunstancias históricas concretas, avaladas con toda clase de documentaciones y de testimonios?
. El panorama es optimista, pero lo es mucho más aún cuando se percibe que el propio pueblo de Dios superó ya, o está a punto de superar, los dicterios y anatemas de la jerarquía en los territorios de la convivencia y de la conciencia, relacionándose entre sí, familiar, social, laboral y convivencialmente protestantes, ortodoxos, católicos y no católicos, sin escrúpulo alguno y con sacrosanta y sobrenatural naturalidad.
. Será aún más optimista – y realista- el panorama, cuando teólogos, canonistas y dicasterios a los que sirven, y de los que se sirven, alcancen el convencimiento de que, aún los mismos dogmas necesitarían revisiones fielmente atinadas, salvadoras, actualizadas, menos rígidas y en consonancia con el “sensus fidelium” y con los dictámenes de la propia conciencia.
Una buena porción de teólogos, eclesiólogos y canonistas precisan y demandan reciclajes profundos, obligados muchos de ellos a dedicarse a otros menesteres, antes y después de haberse convencido de que la condena de “herejes en el nombre de Dios” fue y es capítulo tremendamente relevante en la historia de la Iglesia , indigno de sociedades cultas, y menos al amparo de de interpretaciones inamoviblemente “dogmáticas” , al margen de valores y elementos antropológicos. Dedíquense, por favor, a menesteres pastorales de verdad, e interpreten el pensamiento del Papa Francisco que, entre líneas, transmite con veracidad, comprensión, evangelio y terneza.
. La mayoría de los cristianos no católicos no tienen por qué unirse a los “apostólicos y romanos, si estos no recorren antes idénticos pasos y caminos, en el nombre de Dios. La unión es ministerio y patrimonio de todos por igual, comprendiendo que no siempre, ni mucho menos, fue, y es, la teología, elemento clave en la explicación de las desuniones. Es explicación elocuente, y significativo, para muchos, el dato de que el mismo término “ecumenismo” fue creado y promocionado por los protestantes, siendo en sus principios condenado por la propia Iglesia católica. Que los demás, con todas sus consecuencias, se unan a nosotros, pero no unirnos nosotros a ellos, ni están estará jamás, recogido en los santos evangelios.
. Que Jesús haya sido, y sea, fuente y justificación de guerras, violencias, `persecuciones, anatemas, peleas, cruzadas y estratagemas, por exigencias del dogma, es una monstruosidad, antinatural y anticristiana, satánicamente inspirada por delirantes fanatismos idolátricos. La insistencia del Papa Francisco de la idea de la Iglesia “sinodal”, en su radical definición semántica griega de “caminar juntos”, es solución benditamente pascual contra toda posibilidad de separación entre cristianos.
. Continuar con el actual “estado de cosas”, es un contrasentido. Cualquier argumento, cita o interpretación de la misma que sea aportada, podría –y debería- ser conceptuada de irrespetuosa, y hasta de blasfema. .
. La unidad es Iglesia por si y de por sí. Sin ella, Cristo no es Cristo, o es un “Cristo Roto”. Su encarnación, venida al mundo, vida, doctrina y testimonios no pasarían de ser y de constituir otras tantas páginas misteriosamente ininteligibles, aunque algunas de ellas pudieran resultarles a muchos hipotéticamente atractivas.
. Sin unidad no hay Iglesia. La común- unión es misión y tarea sacramentales. Es Eucaristía. La común- unión es esperanza de vida. Es religión, auténtica, genuina y real. Nada de mito, ficción, superstición o quimera.
. Unidad, –un solo Dios, una sola humanidad, vocación y destino-, es doctrina y esquema de vida fundamental, comprometida y salvadora y liberadoramente religiosas.
. Por supuesto que no todo lo que se nos ha presentado, y presenta, como cristiano, y como eclesial y religioso, lo fue y lo es de verdad y en consonancia con lo enseñado y vivido por Cristo Jesús. El fariseísmo, la hipocresía, intereses y créditos personales y de grupo manipularon –y manipulan-, la religión y la Iglesia, en ocasiones con toda clase de lujo y de escándalos, al abrigo de “misterios insondables”, y ocultas e incomprensibles sinrazones para los neófitos y allegados que eran –éramos- los no iniciados, sobre todo, por razones y ubicaciones jerárquicas.
. Más que a ideas y a argumentos teológicos y mínimamente evangélicos, es preciso acudir para desvelar –revelar- la parte más importante de la explicación de las incoincidencias eclesiales entre católicos y acatólicos, a razones históricas, políticas, culturales, tradicionales y sociales y aún ambientales, ajenas, a lo estrictamente religioso.
. Si hasta el presente, y en los más altos niveles de representación y de autoridad eclesiástica, sus jerarcas se han limitado a anatematizarse y condenarse entre sí, abandonando impunemente cualquier otro tipo de diálogo, comienza ya a alentarse la esperanza de que los gestos del Papa Francisco, y las correspondientes reacciones por parte de “hermanos separados” son portadores de otras convicciones y pedagogía.
. “¿Hermanos separados”? ¿Pero es que tal denominación no habrá de ser compartida responsablemente por la propia Iglesia católica, en todos sus grados, sin eximir a su jerarquía suprema, en tiempos y en circunstancias históricas concretas, avaladas con toda clase de documentaciones y de testimonios?
. El panorama es optimista, pero lo es mucho más aún cuando se percibe que el propio pueblo de Dios superó ya, o está a punto de superar, los dicterios y anatemas de la jerarquía en los territorios de la convivencia y de la conciencia, relacionándose entre sí, familiar, social, laboral y convivencialmente protestantes, ortodoxos, católicos y no católicos, sin escrúpulo alguno y con sacrosanta y sobrenatural naturalidad.
. Será aún más optimista – y realista- el panorama, cuando teólogos, canonistas y dicasterios a los que sirven, y de los que se sirven, alcancen el convencimiento de que, aún los mismos dogmas necesitarían revisiones fielmente atinadas, salvadoras, actualizadas, menos rígidas y en consonancia con el “sensus fidelium” y con los dictámenes de la propia conciencia.
Una buena porción de teólogos, eclesiólogos y canonistas precisan y demandan reciclajes profundos, obligados muchos de ellos a dedicarse a otros menesteres, antes y después de haberse convencido de que la condena de “herejes en el nombre de Dios” fue y es capítulo tremendamente relevante en la historia de la Iglesia , indigno de sociedades cultas, y menos al amparo de de interpretaciones inamoviblemente “dogmáticas” , al margen de valores y elementos antropológicos. Dedíquense, por favor, a menesteres pastorales de verdad, e interpreten el pensamiento del Papa Francisco que, entre líneas, transmite con veracidad, comprensión, evangelio y terneza.
. La mayoría de los cristianos no católicos no tienen por qué unirse a los “apostólicos y romanos, si estos no recorren antes idénticos pasos y caminos, en el nombre de Dios. La unión es ministerio y patrimonio de todos por igual, comprendiendo que no siempre, ni mucho menos, fue, y es, la teología, elemento clave en la explicación de las desuniones. Es explicación elocuente, y significativo, para muchos, el dato de que el mismo término “ecumenismo” fue creado y promocionado por los protestantes, siendo en sus principios condenado por la propia Iglesia católica. Que los demás, con todas sus consecuencias, se unan a nosotros, pero no unirnos nosotros a ellos, ni están estará jamás, recogido en los santos evangelios.
. Que Jesús haya sido, y sea, fuente y justificación de guerras, violencias, `persecuciones, anatemas, peleas, cruzadas y estratagemas, por exigencias del dogma, es una monstruosidad, antinatural y anticristiana, satánicamente inspirada por delirantes fanatismos idolátricos. La insistencia del Papa Francisco de la idea de la Iglesia “sinodal”, en su radical definición semántica griega de “caminar juntos”, es solución benditamente pascual contra toda posibilidad de separación entre cristianos.