OBISPOS TERGIVERSADORES Y TERGIVERSADOS
En la elaboración semántica de la palabra “tergiversar” intervienen fundamentalmente los fonemas latinos “ tergum” que significaría “espalda “ y “versus” que querría decir “dar la vuelta” o “voltear”, como en los casos de “contro-versia” o “ani-versario”. Los diccionarios definen con aproximada perfección el término “tergiversación” como “manipular, alterar o modificar el sentido de un discurso o de un suceso, para provocar una interpretación equivocada “. (El descuido, el desconocimiento o el error, inherentes a la equivocación, dan por supuesta cierta porción de intenciones no buenas)
Lo mismo dentro que fuera de la Iglesia, el verbo “tergiversar” se conjuga en todos sus tiempos, modos y formas, con denodada frecuencia y todas sus consecuencias. En esta ocasión, mi tarea se centra fundamentalmente en el uso y empleo eclesiásticos, o para- eclesiásticos, y la última, es decir, la penúltima, oportunidad me la proporciona el titular, al dictado del arzobispo de Burgos, que los medios de comunicación han destacado, tergiversando sus palabra” en defensa de la castidad, en el caso de violación de una menor que dio su vida por conservar tal virtud”.
Hoy por hoy, no es mi propósito el análisis de tal caso. Otra vez será. Se trata de uno más de la degradante letanía, cuyo rezo martirial acompaña casi sistemáticamente los pasos, no solo de las sentencias judiciales, sino de los correspondientes datos y detalles, casi exhaustivos y hasta enfermizos, en todos los procesos, sentencias, con los comentarios de expertos e inexpertos en tan dramático tema.
Y ocurre que, en tan largos y procelosos caminos, se registran tergiversaciones en variedad de versiones y de direcciones. La culpa-culpa no es ni siempre, ni con la frecuencia que algunas predican y se disculpan, de los profesionales de los medios de comunicación social de estas secciones informativas. La culpa es de todos. Tal vez más de quienes por vocación –ministerio en la diversidad de grados educadores, por la fe, dedicación y hasta subvenciones, no fueron expertos en la formación e información acerca de la sexualidad, como parte integrante de la configuración personal del ser humano, es decir, como hombre y como mujer. La sexualidad, como asignatura y como vivencia, tuvo siempre muy mala prensa en la formación religiosa, por lo que resultaba innombrable en las asignaturas consideradas como “religiosas”, si no era para condenar su escueta expresión y después que “sea lo que Dios quiera”.
El solo hecho de que obispos y arzobispos conjuguen el verbo “tergiversar” aplicándolo a los medios de comunicación social que se dedican al “relata réfero”, no es de recibo, lo mismo social como religiosamente. Obispos “tergiversadores”, al igual que “tergiversados”, hay muchos. Su nómina está tan nutrida como la de otras “profesiones” o más, dado que lo del celibato desorienta en proporciones muy considerables. En los informativos diarios dedicados a lo “religioso” , sin excluir la sección de “sucesos”, no faltan titulares escandalosamente llamativos.
Las palabras episcopales no llegan a ser, o a estar tan tergiversadas, como las que ellos mismos tergiversaron y aún tergiversan. Hay, por ejemplo, citas de algunos de ellos tomadas “literalmente” de las conclusiones del concilio Vaticano II, y de las interpretaciones que les proporciona el papa Francisco, de las que puede afirmarse que caen de lleno en las esferas de la tergiversación, es decir, de la manipulación, sin parecido alguno con la realidad y la historia.
¿Pensaron algunos obispos que sus posibles “tergiversaciones” se correspondieron con exposiciones de sus doctrinas hoy ininterpretables, por su temática, por su contenido o por el uso gramatical y de vocabulario que emplean, con exiguo parecido al de los jóvenes y aún de las personas mayores? ¿Por qué a los sujetos “episcopables” no se les examinó en su día acerca de su léxico y de la concordancia de este con el propio de la convivencia cotidiana, lo mismo si esta es “santa” como si es “pecadora”?.
NOTA: Cuestionadas, que no descubiertas, ya hoy, anomalías diplomáticas del frustrado cardenal Mons. Fratini, ex Nuncio de SS. en España, no es de extrañar que el tema de las “tergiversaciones” demande un tratamiento mucho más cuidadoso y con mayor contenido de religiosidad y discernimiento. Diez años de “fratinidad” diplomática, dan mucho de sí, hasta como para poner en duda la legitimidad pastoral, –que no ilegalidad sacramental- de algunos miembros del episcopado seleccionado por él y su camarilla. Urgente tarea para el papa Francisco, a favor de su Iglesia – la española- sinodal y “en salida”, con punto y aparte piadoso a la representada en tiempos de los que desdichadamente apenas si puede afirmarse que están ya pasados…