PREGÚNTALE AL OBISPO
Los obispos, por obispos, y en virtud de su propia y santa semántica griega, fueron nombrados para ejercer su ministerio, precisamente por la capacidad que posean de ser preguntados. El “Epíscopo”, que no significa nada de “¡ ordeno y mando ¡”, o algo parecido, sino “vigilar, cuidar y proteger una diócesis o distrito eclesiástico en el nombre de Dios”, estará consagrado, -sí, consagrado- a responder a sus fieles y, en conformidad con lo “juzgado”, después de haber “visto” , con ojos propios y ajenos, “actuar” en profundidad y realismo, el contenido expuesto en las formulaciones de una cuestión, en demanda de la información. Pero la tozuda realidad, por jerárquica que sea, o se intitule, es poco, o nada, proclive a ser requerida, y menos a consecuencia de los interrogantes que oportuna o inoportunamente les sean efectuadas aún por quienes corresponda, sean sacerdotes o laicos. El –los- secretos son por naturaleza, convicción y reserva, “patrimonio episcopal” pastoral, canónico y administrativo de cualquier otro orden y comportamiento. Obispo, secreto, sigilo, cautela y “prudencia” , por imprudente que esta sea, entretejen el palio casi sacramental que protege al orden episcopal de por vida. Sólo la intención de decidirse a preguntar por parte de los diocesanos, también de sus sacerdotes, constituye un imperdonable atrevimiento, falta de respeto y hasta desacato.
No obstante, y a pesar de esto, no a “simples” obispos, sino a arzobispos, uno de ellos “primado”, en nombre de muchos fieles, decido formularles algunas preguntas, con la más limpia y constructiva de las intenciones eclesiásticas, por encima de todo.
El arzobispo de SEVILLA acaba de quejarse de que la economía diocesana no funciona suficientemente bien, por lo que les pide, o exige, a las Cofradías semanasanteras la “obligación canónica” que tienen, de contribuir a subsanar tal situación. Los cofrades y hermanos, convencidos de que si sus organizaciones se defienden más o menos bien, es a consecuencia de que ellos mimos son sus administradores, y no los clérigos, que solo son y deben actuar como capellanes o directores espirituales, preparan, entre otras, preguntas como estas:
¿Cuanto costó el “alquiler” de la Capilla Real, en el marco grandioso y espectacular de la catedral hispalense, la reciente boda celebrada en presencia sacramental del Muy Ilustre Señor Deán del Cabildo? ¿Cuánto hubiera costado de haber sido el celebrante el propio señor arzobispo, tal y como aconteció en actos similares? ¿No podrían “alquilarse” estas instalaciones sagradas, ampliando el campo de los/as demandantes aunque estos no fueran devotos artífices y lectores asiduos de HOLA?. ¿Saben los teólogos, por muchos y altos grados universitarios que luzcan en Teología, Derecho Canónico, Pastoral y Ciencias Sagradas, qué es eso de Economía y sus devaneos con la política, nacional e internacional?. ¿Poseen “gracia de estado” también en estas esferas bancarias, tal y como creen que pueden disponer de ella en ámbitos superterrenales,? ¿Es que un pobre, por vocación sacerdotal o religiosa, no puede ser, o aparentar ser, rico, riquísimo, como alguien que sea depositario de unos bienes eclesiásticos tan pingües como los catedralicios y adyacentes, encuadernados en oro, plata y piedras preciosas, coronas, inciensos, cuadros e imágenes de tanto valor y relieve artístico, imposible de ponderación aproximada, además de campanas, capas magnas y altos índices de afluencia turística?
Pero mientras que al arzobispo de Sevilla y a su clero, parece faltarles dinero, el de TOLEDO, por más señas “primado de las Españas, y a la vez, arzobispo de Guadalupe, da la impresión de sobrarle este –el dinero- en cantidades notables. Entre otras razones, porque a su catedral, y por los siglos de los siglos, se la conoce y reconoce nada menos que como la “dives toletana” o “rica por antonomasia”. Tal afirmación, poco o nada evangélica es constatable y mensurable, con IVA o sin IVA, sólo con comprobar cual es el caudal de las visitas de carácter turístico que la distingue y rentabiliza. También el monasterio y santuario extremeños de la Virgen de Guadalupe, ambos “Patrimonios de la Humanidad”, son fuentes de devoción, tanto como de ingresos económicos.
De estas fuentes seguiré hablando en otra ocasión, pero ahora me limito a formular algunas preguntas de tipo bibliográfico, con ocasión de la publicación por su parte de tres libros titulados “Testamento Episcopal”, con promesa inminente de un cuarto tomo. El editor de sus libros, el M.I. Sr. canónigo de su catedral, don Juan Díaz Bernardo, periodista por más señas, colaborador de la COPE y de la 13 TV, propiedad una y otro de la Conferencia Episcopal, le pregunto:
¿Cobra o paga por la publicación de las 1,542 páginas de los libros firmados por el arzobispo y que serán vendidos en las librerías religiosas del sector? ¿Aceptaría la sugerencia comercial de la edición de un nuevo tomo en el que contestara don Braulio a cuantas preguntas les han sido formuladas en relación con el exilio que la Virgen de Guadalupe, patrona (bis) de Extremadura, padece administrativamente en tierras castellano- manchegas, conformándose con haberlas “contestado” tan sólo, y aséptica y administrativamente, con algún “burofax” notarial, en tiempos en los que el “Hihil Obstat” y el “Índice los Libros Prohibidos” cayeron felizmente en desuso, después de haber sido patrimonio injusto y sangrante de sus antecesores en el cargo, no pocos de ellos presidentes del Tribunal de la Santa Inquisición?
Las preguntas a los arzobispos y obispos por parte de curas, laicos y laicas, y ahora y después, por los políticos de turno, y más por los de inclinación izquierdista, y con contenido económico, -con pactos concordatarios o sin ellos-, son y serán muchas más, de las que tengamos que hacernos eco próximamente, con el evangelio en la mano. Y es que, me limito a reconocer que “los tiempos cambian, que es una barbaridad”.