¡PREGÚNTALE A SAN ANTÓN¡

El protagonista aquí y ahora es san Antón Abad, titular de la iglesia de su nombre, en el centro de Madrid, (C. Hortaleza 63), de quien su primer historiador, San Atanasio, asegura que, además de santo de verdad, tuvo fama de sabio, hábil e ingenioso, fundador del monacato de Oriente, y a quien de toda la cristiandad, y de fuera de ella, acudían a recabar su s orientaciones como consejero. Nacido en el siglo IV, en los alrededores de Menfis, cerca del delta del Nilo, abandonó bien pronto sus cuantiosos bienes de fortuna, lujos y vanidades, familiares, y el desierto, la soledad y el contacto con la naturaleza - flora y fauna- fueron libro abierto en el que estudió y se adentró en los misterios de Dios, acompañado con frecuencia de seguidores y devotos de sus ideas y del ejemplo de su vida cristiana. Su permanente sonrisa, su disponibilidad por el ejercicio de la caridad y su decidida preocupación por no prescribir normas, leyes y reglas en el seguimiento ascético a Dios, son características que de modo muy singular destaca su hagiógrafo.

Diversas, y hasta misteriosas circunstancias explican que la dirección, uso y administración religiosa del bello templo barroco madrileño, le fueran encomendadas por la correspondiente autoridad eclesiástica, al padre Ángel y a sus “Mensajeros de la Paz”, con programas y actividades que justifican sobradamente que sea el único templo de España con las puertas abiertas de par en par durante las 24 horas del día,- también de noche-, con aspiraciones a constituirse en ejemplo de eclesiología, en los “recios” tiempos teresianos en los que nos encontramos en la actualidad.

Es lógico que la Iglesia que pretende encarnar de modo testimonialmente evangélico el padre Ángel copia de la esbozada, predicada y vivida por el Papa Francisco, sea, sometida a exámenes y a críticas de diversa índole, y no siempre al dictado de la comprensión y de la misericordia, sobre todo cuando se cree que actos y celebraciones puedan “profanar los sagrados cánones y las santas tradiciones de toda la vida”, pero que su probada y documentada vigencia resulta ser muy reciente, y su justificación no distinta a la de los intereses de personas y grupos, aún dotados de constituciones e indulgencias curiales.

Y como buena y sacrosanta tarea es siempre la de comenzar por el principio, no me ahorro insistir en la necesidad de formación cabalmente evangélica que hoy se precisa, sin exclusión de niveles sociales e intelectuales, con predilecta mención para los jerárquicos, en los que ni los títulos ni los carismas “oficiales” suplirán jamás a la gracia de Dios.

. En la simple reprogramación catequética de la Iglesia, prototipo ideado en el marco y espíritu de la celebración litúrgica y convivencial en el templo de san Antonio Abad madrileño, la formación religiosa habrá de impartirse lo más comunitaria y participativamente posible. Los maestros no serán ni siempre, ni predilectamente los expertos por oposición u oficio, con sus titulaciones o grados. Los párvulos “profetas” –“pastores o cultivadores de higos”- como en el caso de Amós, son portadores de la “palabra” y de su interpretación con garantías evangélicas y evangelizadoras.

. Los temas populares, insertos en las realidades temporales, más necesitados para su tratamiento, de granes dosis de audacia, de fe, de optimismo y de esperanza, ocuparán puestos de privilegio en su selección y listado, siempre al calor de las informaciones que brinden los medios de comunicación, por la urgencia e importancia de sus respectivos titulares.

. De entre tales temas, acentúo en primer lugar el de la relación religión-Iglesia con la política, que suele ser, y ya lo fue, eje de descalificaciones y de “baculazos” no comprendidos por la mayoría de los devotos del abad san Antón y de sus “feligreses heterodoxos”, cercanamente potenciales del distrito municipal del barrio en el que se halla su templo, con piadosas referencias también para las reliquias de san Valentín, sabedor y conocedor de amores y amoríos bendecidos sempiternamente por el pueblo de Dios.

. Temas de radiante y práctica preocupación religiosa, más que los dogmáticos, son hoy los éticos. En el mundo secularizado actual, con la seguridad de su acrecentamiento, culto- Iglesia, ceremonia, ritual y credo, no serán, ni son, signos eficientes y preclaros en el proceso de la relación con el verdadero Dios. Lo serán, y lo son, los problemas de tipo social. Dios no es Dios, por mucho que así lo reclame y teologice su adoración, sin los pobres, los humildes y los marginados.

. La idea de Dios y su administración por parte de la jerarquía en la diversidad de las religiones e Iglesias, serán “preguntas” que le formule el pueblo al mismísimo abad san Antón. Lo será también cuanto se refiera al sacerdocio de la mujer, al celibato, a las riquezas de la Iglesia, a las conquistas, reconquistas, cruzadas y misiones, al ecumenismo, a la libertad, al cielo y al infierno, al pecado, al sacerdocio como profesión –“vir baptizatus”-, a la sexualidad, a la salvación universal…

. Lo religioso- religioso de verdad, interesa y apasiona. Pero lo que aburre, molesta, espanta, cansa, abruma y convierte en ateos, es la persistente, monotemática y rutinaria exposición del articulado de la fe, a veces “contra naturam” y al margen de la lógica, del sentido común y del evangelio. Los temas, su presentación y tratamiento ante el altar de san Antón habrían de alcanzar una proyección evangelizadora ciertamente provechosa y ejemplar, teniendo en cuenta además que los medios “oficiales” – parroquiales, diocesanos y nacionales-, salvo raras excepciones, son tan inoperantes y asépticos.
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