SANTA TERESA: ¿”OBISPA” DE ÁVILA?
La multitud de celebraciones y sesiones de estudio previstas con ocasión del Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Ávila, exhortan e instan a estas y a otras sugerencias:
. La relación mujer- Iglesia precisa de profunda y urgente revisión. La teología, la sociología, la actualidad, el sentido común, la justicia, la antropología y tantas otras ciencias y situaciones reales así lo demandan y apremian.
. La mujer, en la esfera y contexto todavía prevalentes de modo especial en la Iglesia católica, es considerada y tratada con evaluaciones veterotestamentarias, viriloides absurdas y antirreligiosas. El machismo predomina en las estructuras de la Iglesia de manera ciertamente ofensiva, inculta y anti- evangélica. Los argumentos, que, aún con carácter oficial y catequístico, con su correspondiente “Nihil Obstat”, se ofrecen, para justificar, con sus cánones y orientaciones ético- morales, la marginación a la que se le somete a la mujer en la Iglesia, carecen de veracidad y responden tan solo a reglas, medidas y módulos paganos o judíos, y más a temores de posibles –seguros- desplazamientos de posiciones de privilegios que blindan al varón, por varón, no más que por aquello de su procedencia etimológica de “vir” – “fuerza bruta y mecánica”, en la mayoría de los casos.
. Los pasos que en la promoción integral de la mujer a esta le está constitucionalmente permitido dar en la Iglesia, son tan escasos, cortos y mezquinos, como anti-bíblicos y anti- humanos. A la luz de la fe son inadmisibles, y su sola y nuda exposición causa estupor, pasmo y asombro entre los intelectuales, y sobre todo entre quienes -ellos y ellas-, viven en el marco de las “!realidades terrenales”.
. “Mujer”- pecadora y pecado, mujer- ñoña y niña párvula a perpetuidad, sierva y esclava del hombre –“la perfecta casada”-, mujer-propiedad y objeto de placer y de lujo, mujer-“monjita” al dictado y bajo la férula de fundadores y directores espirituales varones, mujer sempiternamente dependiente del hombre en calidad de hija, de hermana, de esposa o de viuda…, no son hoy- ni lo serán mañana-, figuras sociales, y menos, de Iglesia.
. En tiempos femeninos tan inclementes como los que les correspondieron vivir a Santa Teresa, su ejemplo transcienden los linderos de la religión y de la misma cultura, obligada a bordear siempre las pesquisas inquisitoriales, sin misericordia alguna, y mucho menos, para “el devoto sexo femenino”. Santa Teresa, -su obra, su testimonio de vida, sus “fundaciones”, su ascética y mística, su proyección de futuro, su inmarchitable juventud, su humor y sentido común, -sanamente jerárquico o antijerárquico, según-, sus resolutivas decisiones, su capacidad de convivencia y su fe y confianza en la gracia de Dios-, la forzaron y fuerzan a ser hoy también fundadora y refundadora de la Iglesia del Papa Francisco, por lo que la actualidad de su Centenario es incuestionable.
. En tan sagrado texto y contexto resultaría ocioso, vano, e insubstancial que la preocupación primordial de los organizaciones y adláteres de tan “gloriosos eventos” se centraran en convencer al Papa Francisco para que físicamente sew hiciera presente en alguno de sus actos, identificando tal gesto con el éxito supremo de las celebraciones. La aspiración sana, noble, justa y deseada anhelantemente hoy en la Iglesia, y aún fuera de ella, no habrá de ser otra que una reparadora declaración “oficial” y solemne por parte del mismo Papa, de que algún día. –lo más prestamente posible-, a la mujer, por mujer, se les abran de par en par las puertas de la ordenación- consagración sacerdotal, en condiciones idénticas al hombre por hombre.
. “Mujer- sacerdote” podría ser muy bien, y muy teresianamente, referencia mundial histórica en recuerdo de tan felices conmemoraciones del Centenario del nacimiento en Ávila de la “Doctora de la Iglesia Universal”. La humilde, docta y posible aspiración a que algún día su misma Iglesia catedralicia diocesana fuera regida por una “obispa” contribuiría a que el recuerdo del citado Centenario resultara teológica y pastoralmente indeleble.
. El tiempo nos dará la razón. El próximo Papa que visite la ciudad de Ávila será recibido por una mujer. De no ser así, la Iglesia volverá a perder el tren de la historia, lo que contribuiría a “escatologizarla” aún más.
. La relación mujer- Iglesia precisa de profunda y urgente revisión. La teología, la sociología, la actualidad, el sentido común, la justicia, la antropología y tantas otras ciencias y situaciones reales así lo demandan y apremian.
. La mujer, en la esfera y contexto todavía prevalentes de modo especial en la Iglesia católica, es considerada y tratada con evaluaciones veterotestamentarias, viriloides absurdas y antirreligiosas. El machismo predomina en las estructuras de la Iglesia de manera ciertamente ofensiva, inculta y anti- evangélica. Los argumentos, que, aún con carácter oficial y catequístico, con su correspondiente “Nihil Obstat”, se ofrecen, para justificar, con sus cánones y orientaciones ético- morales, la marginación a la que se le somete a la mujer en la Iglesia, carecen de veracidad y responden tan solo a reglas, medidas y módulos paganos o judíos, y más a temores de posibles –seguros- desplazamientos de posiciones de privilegios que blindan al varón, por varón, no más que por aquello de su procedencia etimológica de “vir” – “fuerza bruta y mecánica”, en la mayoría de los casos.
. Los pasos que en la promoción integral de la mujer a esta le está constitucionalmente permitido dar en la Iglesia, son tan escasos, cortos y mezquinos, como anti-bíblicos y anti- humanos. A la luz de la fe son inadmisibles, y su sola y nuda exposición causa estupor, pasmo y asombro entre los intelectuales, y sobre todo entre quienes -ellos y ellas-, viven en el marco de las “!realidades terrenales”.
. “Mujer”- pecadora y pecado, mujer- ñoña y niña párvula a perpetuidad, sierva y esclava del hombre –“la perfecta casada”-, mujer-propiedad y objeto de placer y de lujo, mujer-“monjita” al dictado y bajo la férula de fundadores y directores espirituales varones, mujer sempiternamente dependiente del hombre en calidad de hija, de hermana, de esposa o de viuda…, no son hoy- ni lo serán mañana-, figuras sociales, y menos, de Iglesia.
. En tiempos femeninos tan inclementes como los que les correspondieron vivir a Santa Teresa, su ejemplo transcienden los linderos de la religión y de la misma cultura, obligada a bordear siempre las pesquisas inquisitoriales, sin misericordia alguna, y mucho menos, para “el devoto sexo femenino”. Santa Teresa, -su obra, su testimonio de vida, sus “fundaciones”, su ascética y mística, su proyección de futuro, su inmarchitable juventud, su humor y sentido común, -sanamente jerárquico o antijerárquico, según-, sus resolutivas decisiones, su capacidad de convivencia y su fe y confianza en la gracia de Dios-, la forzaron y fuerzan a ser hoy también fundadora y refundadora de la Iglesia del Papa Francisco, por lo que la actualidad de su Centenario es incuestionable.
. En tan sagrado texto y contexto resultaría ocioso, vano, e insubstancial que la preocupación primordial de los organizaciones y adláteres de tan “gloriosos eventos” se centraran en convencer al Papa Francisco para que físicamente sew hiciera presente en alguno de sus actos, identificando tal gesto con el éxito supremo de las celebraciones. La aspiración sana, noble, justa y deseada anhelantemente hoy en la Iglesia, y aún fuera de ella, no habrá de ser otra que una reparadora declaración “oficial” y solemne por parte del mismo Papa, de que algún día. –lo más prestamente posible-, a la mujer, por mujer, se les abran de par en par las puertas de la ordenación- consagración sacerdotal, en condiciones idénticas al hombre por hombre.
. “Mujer- sacerdote” podría ser muy bien, y muy teresianamente, referencia mundial histórica en recuerdo de tan felices conmemoraciones del Centenario del nacimiento en Ávila de la “Doctora de la Iglesia Universal”. La humilde, docta y posible aspiración a que algún día su misma Iglesia catedralicia diocesana fuera regida por una “obispa” contribuiría a que el recuerdo del citado Centenario resultara teológica y pastoralmente indeleble.
. El tiempo nos dará la razón. El próximo Papa que visite la ciudad de Ávila será recibido por una mujer. De no ser así, la Iglesia volverá a perder el tren de la historia, lo que contribuiría a “escatologizarla” aún más.