SANTO PLACER SANTO

Y para evitar, o al menos, paliar susceptibilidades, sustos y, en ocasiones, escándalos, se nos hace aquí y ahora presente el Diccionario de la RAE que nos testifica que “placer” es “satisfacción, sensación agradable producida por la realización o suscepción de algo que gusta o complace” (suscepción equivale a la “acción de recibir alguien algo en sí mismo”). De “santo” como adjetivo se dice que es “ el, o lo, perfecto o libre de toda culpa”, La calificación de “santo” al “placer” no excluye, sino que contiene, especial referencia al relacionado con la sexualidad.

Para desvelar e impulsar la mejor y más correcta actitud del cristiano ante el mismo, es posible que resulten oportunas y eficaces las siguientes sugerencias:

. No es precisamente la educación sexual la asignatura de la que la catequesis, que antes y todavía, se imparte en la Iglesia sea merecedora de plácemes, aprobaciones y asentimientos. Desde imperativos sociológico- religiosos, basados en elementales aportaciones de las ciencias antropológicas, se puede y se debe asegurar que, tanto la educación sexual, como la cristiana en general, demandan muy severas correcciones.

. En su planteamiento primordial, y aún aceptando la legitimidad de su uso por su exacta adecuación al sacramento, leyes y normas inherentes al mismo, el placer por el placer apenas si tenía y tiene cabida en su demarcación y ejercicio. Es activo y frecuente, por ejemplo, el adoctrinamiento en la idea de que es la función biológica reproductora su justificación única, preferente y santa, siempre y para todos.

. Resulta fácilmente comprensible que, al ser los principales inspiradores y ejecutores de la educación sexual en la Iglesia los sacerdotes y las religiosas con sus correspondientes votos de castidad, las dificultades para impartir tal enseñanza sean tantas, que la tornen difícil, complicada y hasta embarazosa. Cualquier capítulo y asignatura que se correspondan con la educación integral reclamará por parte de los adoctrinadores un mínimo de gusto y complacencia en el tema, ayudados a la vez por la sensación y el deseo de que los demás descubran y encuentren el correspondiente placer.

. Tal descubrimiento y encuentro, tanto humana como divinalmente, habrá de ser meta y fin del proceso de la educación sexual. Es de comprobar lamentablemente que todavía es su olvido, preterición y aún su condena veraz y voraz, lo que ahorma y define multitud de capítulos en los que la sexualidad se hace presente, de modo similar a otras fuentes de placer y satisfacción para la vida.

. Con tales actitudes y comportamientos deseducadores de la fe, se muestra viciado el principio básico de todas las culturas de que la búsqueda de la felicidad sea el verdadero fin de la vida moral del hombre, y no una propina o añadidura. El problema es evidentemente grave, dado que no son muchas las satisfacciones y gozos que generan los tiempos presentes, como para permitirse el lujo tan cuestionado e incoherente de originar y transvasar más dolor al llamado “Valle de lágrimas “, para que siga siéndolo de verdad y con todas las consecuencias que distorsionan el plan de Dios sobre la humanidad .

. El masoquismo no es argumento cristiano. La educación para el mismo, con decidida y expresa mención para la esfera de lo sexual, incluye, enaltece y canoniza su satisfacción y placer. Este conduce, presagia y anticipa la resurrección tanto o más como puede hacerlo el sacrificio, sobre todo cuando este es y se justifica por angelismos absurdos y resentimientos desacralizadores del cuerpo.

. Desde tal perspectiva, y a veces pagana búsqueda y sobrevaloración del dolor, con expreso y sistemático rechazo del placer por placer, no es de extrañar que no sean pocos los que estén dispuestos a abandonar el cristianismo, a consecuencia de la extraña actitud que mantienen tantos respecto al placer, sin siquiera vislumbrar también en el mismo una gracia de Dios. A algunos les mantiene en las coordenadas de su pertenencia a la Iglesia el comportamiento de muchos de que, si bien las normas y predicaciones oficiales son unas, la praxis es otra, como acontece en las relaciones “ pre y matrimoniales”, con conocimiento pleno de la jerarquía eclesiástica y en conformidad con estudios y estadísticas inspiradas e interpretadas por sus mismos organismos oficiales.
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