SOSIAS DEL PAPA FRANCISCO
Verazmente en este caso, “con gran interés y gran concurrencia de selecto público”, se presentó el libro de Jesús Bastante, “Carlos Osoro, el Peregrino” (Edic. B) prologado por el P. Ángel, “mensajero de la Paz, por aclamación y antonomasia”, acto presidido por el emérito, querido y admirado Cardenal Carlos Amigo. Del acontecimiento bibliográfico, y la feliz repercusión en el nuevo planteamiento del organigrama de la Iglesia de Madrid y del resto de España, se hicieron eco a su tiempo los medios de comunicación social, por lo que aquí me limito a poner el acento en algunos de los comentarios efectuados en la presentación aludida, relacionados con el sosias español del Papa Francisco.
. A la mujer se la echa sustantivamente de menos en la Iglesia católica. No hay derecho a que se prescinda de su presencia y actividad en la misma constitución canónica. Tal marginación no es homologable con cualquier otra, que la mujer, por mujer, todavía padece “por esos mundos”, que jamás podrán intitularse de propiedad divinales, o “de Dios”. Siendo verdad inesquivable, y hasta dogmática, que la Virgen es Madre de Dios, y que la labor educadora de la fe, caritativa y promocionante de la mujer es parte importante del ministerio eclesial, la imposibilidad de su acceso al sacerdocio – con inclusión consecuente al episcopado-, resulta ininteligible y discriminatoria, además de constituir un grave obstáculo en el camino del ecumenismo, dado que en otras Iglesias, ella –la mujer- es ya “pastora” y “obispa”, aceptada en plano de igualdad como el hombre. La administración humorística de pancartas reivindicativas a las puertas del cielo, “porteadas por mujeres”, exige sumo y respetuoso cuidado, porque, aún en el otrora “devoto sexo femenino”, se perciben ya movimientos de rechazo y alejamiento ofensivos ciertamente notorios. Idéntica reacción se registra en relación con las invocaciones a interpretaciones bíblicas, carentes hoy de consistencia, que lo único que consiguen es arropar el insensato e innoble machismo que inspiró, e inspira todavía, instituciones que se dicen “religiosas”, pero que en la realidad no podrían catalogarse ni siquiera como “humanísticas”
. En el coloquio, y como no podía ser de otra manera en tiempos representativamente democráticos, recaló el tema del nombramiento de los obispos. El sistema “dedocrático”, por muy canónico, sacrosanto y espiritual que se intente revestir, vigente hasta el presente en España, carece de sentido y de contenido verazmente eclesiales. Es absurdo, incoherente, inactual y antievangélico. “Por los frutos los conocereis”, y estos –los frutos-, son desoladores. “El Concilio los cogió con el pie cambiado” y así han continuado. Obispos procedentes de sodalicios “piadosos”, ultraconservadores por naturaleza, formación, convencimiento y “revelación”, predominan en el panorama católico, apostólico y romano, con prevalencia de los originarios del taller “raouco-vareliano-, “todopoderoso Cardenal de Madrid y de España”, alguno de ellos hasta con su propio apellido, en remembranzas de épocas renacentistas, en las que la familia Fonseca rigiera sedes tan universitarias y nobles como las de Salamanca, Sevilla y la del mismisimo Apóstol Santiago. El pueblo-pueblo, sus sacerdotes y “capitulares” no deberán enterarse del nombramiento de sus “pastores” diocesanos por los medios de comunicación social, sin intervención alguna en su elección, y, en ocasiones, hasta con explícito rechazo del mismo, al haber husmeado ciertos nombres de posibles candidatos.
. La discreción, el sentido común y la solemnidad del acto de la presentación del libro eliminaron la más remota posibilidad de contrarreplicar la aseveración de que una persona normal como don Carlos Osoro llegara a ocupar la sede arzobispal…¿Son y actúan como personas normales los obispos en general? ¿Se les ve andar por las calles, aún con el riesgo de que les puedan hurtar el anillo, y tener que denunciar, o no, el caso en la Comisaría de Policía más cercana, previa advertencia del valor simbólico que le representaba tal objeto? Los obispos no suelen ser, ni actuar, como personas “normales” en el puro sentido académico de “corriente, común, natural, habitual, “del montón” y del “vulgo”, con la sacrosanta referencia a “pueblo”. Es cierto que comienzan a percibirse ya algunos cambios, pero estos son demasiadamente lentos, y después de haberlos efectuado las “fuerzas vivas de la localidad”. La carencia de vida familiar, los colorines, títulos, “eminencias”, mitras y báculos, “salas del trono, esperas y audiencias”, palacios, coches “oficiales”… alejan a los sacerdotes y al resto del pueblo de Dios de la figura del obispo, y de lo que de verdad representa pastoralmente en su diócesis… “Normal” no es antónimo de “subnormal”-“deficiencia mental”-, por lo que resulta reprochable el sentido que todo un profesional de la información, y más de la “religiosa”, pudo haberle propinado a este término en el acto referido. Comprobar y destacar que, al modo del Papa Francisco, don Carlos Osoro, se comportó en sus anteriores ejercicios episcopales como una persona “normal”, es –será- un elogio, que quisieran para sí todos los sacerdotes y obispos. El libro del amigo Jesús Bastante así lo testifica con sencillez y veracidad ejemplares.
. A la mujer se la echa sustantivamente de menos en la Iglesia católica. No hay derecho a que se prescinda de su presencia y actividad en la misma constitución canónica. Tal marginación no es homologable con cualquier otra, que la mujer, por mujer, todavía padece “por esos mundos”, que jamás podrán intitularse de propiedad divinales, o “de Dios”. Siendo verdad inesquivable, y hasta dogmática, que la Virgen es Madre de Dios, y que la labor educadora de la fe, caritativa y promocionante de la mujer es parte importante del ministerio eclesial, la imposibilidad de su acceso al sacerdocio – con inclusión consecuente al episcopado-, resulta ininteligible y discriminatoria, además de constituir un grave obstáculo en el camino del ecumenismo, dado que en otras Iglesias, ella –la mujer- es ya “pastora” y “obispa”, aceptada en plano de igualdad como el hombre. La administración humorística de pancartas reivindicativas a las puertas del cielo, “porteadas por mujeres”, exige sumo y respetuoso cuidado, porque, aún en el otrora “devoto sexo femenino”, se perciben ya movimientos de rechazo y alejamiento ofensivos ciertamente notorios. Idéntica reacción se registra en relación con las invocaciones a interpretaciones bíblicas, carentes hoy de consistencia, que lo único que consiguen es arropar el insensato e innoble machismo que inspiró, e inspira todavía, instituciones que se dicen “religiosas”, pero que en la realidad no podrían catalogarse ni siquiera como “humanísticas”
. En el coloquio, y como no podía ser de otra manera en tiempos representativamente democráticos, recaló el tema del nombramiento de los obispos. El sistema “dedocrático”, por muy canónico, sacrosanto y espiritual que se intente revestir, vigente hasta el presente en España, carece de sentido y de contenido verazmente eclesiales. Es absurdo, incoherente, inactual y antievangélico. “Por los frutos los conocereis”, y estos –los frutos-, son desoladores. “El Concilio los cogió con el pie cambiado” y así han continuado. Obispos procedentes de sodalicios “piadosos”, ultraconservadores por naturaleza, formación, convencimiento y “revelación”, predominan en el panorama católico, apostólico y romano, con prevalencia de los originarios del taller “raouco-vareliano-, “todopoderoso Cardenal de Madrid y de España”, alguno de ellos hasta con su propio apellido, en remembranzas de épocas renacentistas, en las que la familia Fonseca rigiera sedes tan universitarias y nobles como las de Salamanca, Sevilla y la del mismisimo Apóstol Santiago. El pueblo-pueblo, sus sacerdotes y “capitulares” no deberán enterarse del nombramiento de sus “pastores” diocesanos por los medios de comunicación social, sin intervención alguna en su elección, y, en ocasiones, hasta con explícito rechazo del mismo, al haber husmeado ciertos nombres de posibles candidatos.
. La discreción, el sentido común y la solemnidad del acto de la presentación del libro eliminaron la más remota posibilidad de contrarreplicar la aseveración de que una persona normal como don Carlos Osoro llegara a ocupar la sede arzobispal…¿Son y actúan como personas normales los obispos en general? ¿Se les ve andar por las calles, aún con el riesgo de que les puedan hurtar el anillo, y tener que denunciar, o no, el caso en la Comisaría de Policía más cercana, previa advertencia del valor simbólico que le representaba tal objeto? Los obispos no suelen ser, ni actuar, como personas “normales” en el puro sentido académico de “corriente, común, natural, habitual, “del montón” y del “vulgo”, con la sacrosanta referencia a “pueblo”. Es cierto que comienzan a percibirse ya algunos cambios, pero estos son demasiadamente lentos, y después de haberlos efectuado las “fuerzas vivas de la localidad”. La carencia de vida familiar, los colorines, títulos, “eminencias”, mitras y báculos, “salas del trono, esperas y audiencias”, palacios, coches “oficiales”… alejan a los sacerdotes y al resto del pueblo de Dios de la figura del obispo, y de lo que de verdad representa pastoralmente en su diócesis… “Normal” no es antónimo de “subnormal”-“deficiencia mental”-, por lo que resulta reprochable el sentido que todo un profesional de la información, y más de la “religiosa”, pudo haberle propinado a este término en el acto referido. Comprobar y destacar que, al modo del Papa Francisco, don Carlos Osoro, se comportó en sus anteriores ejercicios episcopales como una persona “normal”, es –será- un elogio, que quisieran para sí todos los sacerdotes y obispos. El libro del amigo Jesús Bastante así lo testifica con sencillez y veracidad ejemplares.