Arrepentimiento y expiación
Iba a titular esta entrada Arrepentimiento y penitencia pero el vocablo, para mí, está muy unido al sacramento de la confesión con lo que he preferido utilizar expiación.
La iglesia ha pedido perdón muchas veces por la pederastia y los abusos sexuales de algunos clérigos pero tengo la impresión de que no hubiera pagado a las víctimas de motu proprio las cantidades millonarias que le han supuesto las condenas de los jueces. Imagino que hubiera alegado que muchas diócesis quedarían en la ruina debiendo cerrar muchos centros que atienden a personas desfavorecidas, como de hecho ha sucedido. Pero el arrepentimiento debe ir unido a la expiación o compensación, si se puede, a la persona que ha sufrido el daño.
Esta reflexión me ha venido dada por la resolución que ha tomado, John DeGioia, presidente de la universidad de Georgetown, propiedad de los jesuitas. Pondré al día a mis lectores sobre la historia previa de este centro que, fundado en 1789, se financiaba con unas plantaciones en Louisiana de algodón y caña de azúcar que tenían esclavos trabajando en pésimas condiciones. Las deudas contraídas forzaron a los jesuitas de Maryland, de quienes dependía la universidad, a tomar la resolución en 1838 de vender a 272 esclavos por los que obtuvieron la cifra de 115.000 dólares lo que equivaldría al día de hoy a 3,3 millones de dólares con los que pagaron a sus acreedores.
El padre Thomas Mulledy pidió permiso al Vaticano para realizar la venta, permiso que obtuvo con dos condiciones: que no se separaran las familias y que les dejaran continuar con su fe. Ninguna se cumplió. No debemos juzgar con ojos de nuestra época lo que sucedió hace 200 años pero hay que reconocer que la jerarquía católica no quiso darse cuenta de que la causa de la abolición ya había sumado muchos adeptos. Quizás el peso de las mentalidades, el autoritarismo, el conservadurismo y los intereses económicos y políticos prevalecieron sobre las muchas voces y conciencias católicas que, como otros hombres y mujeres en Occidente, sentían la enormidad de la injusticia que se hacía a los negros, y la inhumanidad del trato que se les infligía. Desgraciadamente no parece que se movilizasen a favor de los esclavos de la manera como lo hicieron los cuáqueros, otros protestantes, e incluso muchos liberales e ilustrados
John DiGioia ha pedido perdón por lo que hicieron sus predecesores hace 180 años y ha añadido que intentarán ofrecer a las víctimas alguna compensación. Y lo que se les ha ocurrido es considerar a toda persona que acredite ser descendiente de uno de los esclavos vendidos miembro de la comunidad y tendrá acceso preferente a la universidad. En general, no es fácil localizar a los antecesores de los negros americanos pues en los registros no aparecían por sus apellidos pero los archivos de la universidad contienen las listas de los barcos en los que llegaron y sus nombres.
Se ha encargado al Georgetown Memory Project la búsqueda de los descendientes de esos esclavos vendidos y han aparecido 2500 personas. La mayoría son todavía católicos y viven en una pequeña ciudad, Maringouin, de Louisiana. Mientras acceda alguno a la universidad ya han cambiado el nombre a Mulledy Hall por el de Isaac Hawkings Hall, el primer esclavo que aparece en la lista.
Creo que es una gota de agua en el mar del sufrimiento causado pero han mostrado interés y no sólo han pedido perdón sino que han ofrecido algún tipo de compensación. Me vale.
La iglesia ha pedido perdón muchas veces por la pederastia y los abusos sexuales de algunos clérigos pero tengo la impresión de que no hubiera pagado a las víctimas de motu proprio las cantidades millonarias que le han supuesto las condenas de los jueces. Imagino que hubiera alegado que muchas diócesis quedarían en la ruina debiendo cerrar muchos centros que atienden a personas desfavorecidas, como de hecho ha sucedido. Pero el arrepentimiento debe ir unido a la expiación o compensación, si se puede, a la persona que ha sufrido el daño.
Esta reflexión me ha venido dada por la resolución que ha tomado, John DeGioia, presidente de la universidad de Georgetown, propiedad de los jesuitas. Pondré al día a mis lectores sobre la historia previa de este centro que, fundado en 1789, se financiaba con unas plantaciones en Louisiana de algodón y caña de azúcar que tenían esclavos trabajando en pésimas condiciones. Las deudas contraídas forzaron a los jesuitas de Maryland, de quienes dependía la universidad, a tomar la resolución en 1838 de vender a 272 esclavos por los que obtuvieron la cifra de 115.000 dólares lo que equivaldría al día de hoy a 3,3 millones de dólares con los que pagaron a sus acreedores.
El padre Thomas Mulledy pidió permiso al Vaticano para realizar la venta, permiso que obtuvo con dos condiciones: que no se separaran las familias y que les dejaran continuar con su fe. Ninguna se cumplió. No debemos juzgar con ojos de nuestra época lo que sucedió hace 200 años pero hay que reconocer que la jerarquía católica no quiso darse cuenta de que la causa de la abolición ya había sumado muchos adeptos. Quizás el peso de las mentalidades, el autoritarismo, el conservadurismo y los intereses económicos y políticos prevalecieron sobre las muchas voces y conciencias católicas que, como otros hombres y mujeres en Occidente, sentían la enormidad de la injusticia que se hacía a los negros, y la inhumanidad del trato que se les infligía. Desgraciadamente no parece que se movilizasen a favor de los esclavos de la manera como lo hicieron los cuáqueros, otros protestantes, e incluso muchos liberales e ilustrados
John DiGioia ha pedido perdón por lo que hicieron sus predecesores hace 180 años y ha añadido que intentarán ofrecer a las víctimas alguna compensación. Y lo que se les ha ocurrido es considerar a toda persona que acredite ser descendiente de uno de los esclavos vendidos miembro de la comunidad y tendrá acceso preferente a la universidad. En general, no es fácil localizar a los antecesores de los negros americanos pues en los registros no aparecían por sus apellidos pero los archivos de la universidad contienen las listas de los barcos en los que llegaron y sus nombres.
Se ha encargado al Georgetown Memory Project la búsqueda de los descendientes de esos esclavos vendidos y han aparecido 2500 personas. La mayoría son todavía católicos y viven en una pequeña ciudad, Maringouin, de Louisiana. Mientras acceda alguno a la universidad ya han cambiado el nombre a Mulledy Hall por el de Isaac Hawkings Hall, el primer esclavo que aparece en la lista.
Creo que es una gota de agua en el mar del sufrimiento causado pero han mostrado interés y no sólo han pedido perdón sino que han ofrecido algún tipo de compensación. Me vale.