Editorial del NCR sobre la LCWR
“Una Iglesia que no sale de sí misma, pronto o tarde, enferma por el aire malsano de los cuartos cerrados” escribió el papa Francisco, en una carta que envió el jueves a sus compañeros obispos argentinos. Es un mensaje similar al que dedicó a los cardenales antes del conclave y que impresionó tanto, que le eligieron obispo de Roma. En esta nueva nota comentó, que en esa salida de sí misma, la Iglesia tiene siempre el riesgo de caer en “accidentes, pero prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma”.
Una Iglesia de accidente… dispuesta a correr riesgos en los márgenes… dedicada al servicio de los más necesitados… una Iglesia trabajando por la misericordia, la paz y la justicia… Una Iglesia que se parece mucho a la que han construido las religiosas americanas en las últimas décadas. No sólo las americanas sino las religiosas en el mundo entero. Son las personas que viven cerca de los marginados, las que trabajan en la periferia; son las mujeres que están en el sitio que quiere el papa para su Iglesia.
¿Cúal ha sido su premio? ¿Las han ayudado? ¿Las han felicitado las jerarquías eclesiásticas? No, sino todo lo contrario. Estas mujeres llenas de fe, han sido con frecuencia cuestionadas y manchadas con acusaciones de presunta infidelidad. Lo más irónico de la cuestión es que las acusaciones han venido de las filas de los varones que han infligido a la Iglesia el mayor daño, repitiendo patrones de cubrir a los que cometieron abusos sexuales. Los cristianos deben estar dispuestos a sufrir persecuciones y siendo voz para los pobres, los marginados, homosexuales y las mujeres jóvenes embarazadas no es improbable que lo sean. Las religiosas han trabajado incesantemente para asistir y representar a todas estas personas sin voz.
Aunque las persecuciones vienen de trabajar y vivir en esta Iglesia de “los accidentes”, no habría que esperar que los ataques venieran del propio clero pero es lo que ha pasado. Parapateados tras exageradas acusaciones de infidelidad, algunos obispos lo que han demostrado es ignorancia y en el proceso han abusado de su autoridad, que era lo más fácil. La “toma” de la LCWR por la Congregación Vaticana de la Doctrina de la Fe tras una larga “evaluación doctrinal”, para los católicos ha significado, mucho menos, un tema doctrinal y, mucho más, una obediencia episcopal.
Las propias religiosas así lo ven. Y muchos nos damos cuenta de que muchos prelados se sienten incómodos con mujeres, con lo que se apartan de ellas. La consecuencia de este comportamiento es que se incrementan el miedo y los malentendidos. Solo abiertas discusiones, al mismo nivel, pueden devolver a la Iglesia su salud. Necesitamos conversaciones en las que los varones y mujeres católicos, religiosos, clero y laicos, puedan expresarse con libertad en un espíritu de ayuda mutua para su fe y su vida. Sería una experiencia sanadora y se tiene que realizar en todas las diócesis del país. Constituiría un buen paso.
Nuestras religiosas son las más educadas teológicamente de la historia de la Iglesia. Las diferencias de su pensamiento con el de los obispos no tienen mucho que ver con la fe y la doctrina, sino con la estructura eclesial, las aplicaciones de la enseñanza de la Iglesia y la misión. En todo lo demás, hay un gran fondo de común acuerdo.
El primer paso es reconocer que las mujeres tienen los impulsos necesarios para devolver a la Iglesia “enferma”, de la que habla el papa, la salud. Sin su participación paritaria en las discusiones, hay poca esperanza de que se pueda recobrar la lozanía. Más fundamental es que la discusión entre el Vaticano y la LCWR, al final nos hace preguntarnos si el sistema actual de decisiones de varones clérigos es capaz de sostener la vida de la Iglesia del siglo XXI. Muchas personas, piensan que no es posible.
El camino que ha tomado el Vaticano de impedir a las religiosas de escoger su modo de vida y deber contar con la colaboración de los obispos, amenaza la vida de la Iglesia. Con lo que al final es un asalto a todos los católicos y a todas las mujeres. Estamos pasando un momento peligroso. La controversia que se manifiesta entre el Vaticano y las religiosas plantea una cuestión: ¿puede nuestra Iglesia mantener a mujeres expertas en teología, entre el pueblo? Es más ¿puede atraer a este tipo de mujer dedicada? Las estamos perdiendo a una velocidad mayor de la esperada y para constatarlo no hay más que preguntar a cualquier padre de una hija joven.
La evaluación del Vaticano sobre la LCWR, parece que de momento, ha contado con la aprobación del papa, lo que supone un golpe a su interés de restaurar comunidad y salud a la Iglesia. Si el Vaticano insiste en su “toma “ de la LCWR, el grupo no tendrá más remedio que terminar su relación canónica con la institución pues la votación, prácticamente unánime, que se celebró en agosto decidió continuar el diálogo con los obispos, en la medida que el esfuerzo no comprometiera la integridad de la LCWR. Pues al final no se trata de obediencia sino de dignidad y derechos de las personas en la Iglesia, que nacen en el bautismo.
Nos estamos aproximando peligrosamente a un punto de ruptura, lo que algunos celebrarán, pero su satisfacción será bien corta. Esa ruptura mandará una señal, que se propagará a lo largo de la Iglesia y es que la más importante federación de las religiosas de USA han concluido, que la fidelidad a su conciencia y a los valores del evangelio, requieren separación. Sería un duro golpe para todos los católicos.
La LCWR, canónica o no, en realidad o en espíritu, continuará a servir a nuestras comunidades con religiosas y a través suyo, a las necesidades de los seres humanos. Seguirán siendo católicas a pesar de los esfuerzos de algunos por colocarlas fuera. Habrán concluido su dedicación a la Iglesia para dedicarse a una misión que exige su separación. Cargos y contracargos continuarán, pero una honesta evaluación encontrará que las mujeres actuaron siguiendo los mandatos más profundos de su alma, dentro de un espíritu de comunidad, dedicación y amor. También descubrirá que el problema final no tenía nada que ver con la doctrina, sino con la fidelidad a los ideales del Evangelio, los mismos que el papa Francisco predica todos los días,
Una Iglesia de accidente… dispuesta a correr riesgos en los márgenes… dedicada al servicio de los más necesitados… una Iglesia trabajando por la misericordia, la paz y la justicia… Una Iglesia que se parece mucho a la que han construido las religiosas americanas en las últimas décadas. No sólo las americanas sino las religiosas en el mundo entero. Son las personas que viven cerca de los marginados, las que trabajan en la periferia; son las mujeres que están en el sitio que quiere el papa para su Iglesia.
¿Cúal ha sido su premio? ¿Las han ayudado? ¿Las han felicitado las jerarquías eclesiásticas? No, sino todo lo contrario. Estas mujeres llenas de fe, han sido con frecuencia cuestionadas y manchadas con acusaciones de presunta infidelidad. Lo más irónico de la cuestión es que las acusaciones han venido de las filas de los varones que han infligido a la Iglesia el mayor daño, repitiendo patrones de cubrir a los que cometieron abusos sexuales. Los cristianos deben estar dispuestos a sufrir persecuciones y siendo voz para los pobres, los marginados, homosexuales y las mujeres jóvenes embarazadas no es improbable que lo sean. Las religiosas han trabajado incesantemente para asistir y representar a todas estas personas sin voz.
Aunque las persecuciones vienen de trabajar y vivir en esta Iglesia de “los accidentes”, no habría que esperar que los ataques venieran del propio clero pero es lo que ha pasado. Parapateados tras exageradas acusaciones de infidelidad, algunos obispos lo que han demostrado es ignorancia y en el proceso han abusado de su autoridad, que era lo más fácil. La “toma” de la LCWR por la Congregación Vaticana de la Doctrina de la Fe tras una larga “evaluación doctrinal”, para los católicos ha significado, mucho menos, un tema doctrinal y, mucho más, una obediencia episcopal.
Las propias religiosas así lo ven. Y muchos nos damos cuenta de que muchos prelados se sienten incómodos con mujeres, con lo que se apartan de ellas. La consecuencia de este comportamiento es que se incrementan el miedo y los malentendidos. Solo abiertas discusiones, al mismo nivel, pueden devolver a la Iglesia su salud. Necesitamos conversaciones en las que los varones y mujeres católicos, religiosos, clero y laicos, puedan expresarse con libertad en un espíritu de ayuda mutua para su fe y su vida. Sería una experiencia sanadora y se tiene que realizar en todas las diócesis del país. Constituiría un buen paso.
Nuestras religiosas son las más educadas teológicamente de la historia de la Iglesia. Las diferencias de su pensamiento con el de los obispos no tienen mucho que ver con la fe y la doctrina, sino con la estructura eclesial, las aplicaciones de la enseñanza de la Iglesia y la misión. En todo lo demás, hay un gran fondo de común acuerdo.
El primer paso es reconocer que las mujeres tienen los impulsos necesarios para devolver a la Iglesia “enferma”, de la que habla el papa, la salud. Sin su participación paritaria en las discusiones, hay poca esperanza de que se pueda recobrar la lozanía. Más fundamental es que la discusión entre el Vaticano y la LCWR, al final nos hace preguntarnos si el sistema actual de decisiones de varones clérigos es capaz de sostener la vida de la Iglesia del siglo XXI. Muchas personas, piensan que no es posible.
El camino que ha tomado el Vaticano de impedir a las religiosas de escoger su modo de vida y deber contar con la colaboración de los obispos, amenaza la vida de la Iglesia. Con lo que al final es un asalto a todos los católicos y a todas las mujeres. Estamos pasando un momento peligroso. La controversia que se manifiesta entre el Vaticano y las religiosas plantea una cuestión: ¿puede nuestra Iglesia mantener a mujeres expertas en teología, entre el pueblo? Es más ¿puede atraer a este tipo de mujer dedicada? Las estamos perdiendo a una velocidad mayor de la esperada y para constatarlo no hay más que preguntar a cualquier padre de una hija joven.
La evaluación del Vaticano sobre la LCWR, parece que de momento, ha contado con la aprobación del papa, lo que supone un golpe a su interés de restaurar comunidad y salud a la Iglesia. Si el Vaticano insiste en su “toma “ de la LCWR, el grupo no tendrá más remedio que terminar su relación canónica con la institución pues la votación, prácticamente unánime, que se celebró en agosto decidió continuar el diálogo con los obispos, en la medida que el esfuerzo no comprometiera la integridad de la LCWR. Pues al final no se trata de obediencia sino de dignidad y derechos de las personas en la Iglesia, que nacen en el bautismo.
Nos estamos aproximando peligrosamente a un punto de ruptura, lo que algunos celebrarán, pero su satisfacción será bien corta. Esa ruptura mandará una señal, que se propagará a lo largo de la Iglesia y es que la más importante federación de las religiosas de USA han concluido, que la fidelidad a su conciencia y a los valores del evangelio, requieren separación. Sería un duro golpe para todos los católicos.
La LCWR, canónica o no, en realidad o en espíritu, continuará a servir a nuestras comunidades con religiosas y a través suyo, a las necesidades de los seres humanos. Seguirán siendo católicas a pesar de los esfuerzos de algunos por colocarlas fuera. Habrán concluido su dedicación a la Iglesia para dedicarse a una misión que exige su separación. Cargos y contracargos continuarán, pero una honesta evaluación encontrará que las mujeres actuaron siguiendo los mandatos más profundos de su alma, dentro de un espíritu de comunidad, dedicación y amor. También descubrirá que el problema final no tenía nada que ver con la doctrina, sino con la fidelidad a los ideales del Evangelio, los mismos que el papa Francisco predica todos los días,