La sombra alargada de Pablo
El documento para preparar el sínodo sobre los jóvenes, Episcopalis Communio, establece que podrán votar, por primera vez en la historia de la Iglesia, personas elegidas que no necesariamente tengan que ser sacerdotes. Se ha dado la posibilidad a los líderes de las congregaciones masculinas de religiosos para escoger a dos hermanos para que sean miembros del sínodo.
No ha tardado en preguntar la prensa si esta innovación afectaba también a las superioras generales de las órdenes femeninas pero el obispo Fabio Fabene, subsecretario del sínodo, contestó que las congregaciones masculinas podían escoger a dos personas y no tenían que ser obligatoriamente sacerdotes pero que las mujeres tenían que conformarse con ser observadoras y participar en grupos pequeños donde podían tener voz. Por ahora es lo que hay, dijo Fabene. No parece que esta actitud concuerde con las palabras del Papa, al principio de su papado, pidiendo que toda la Iglesia fuera sinodal
Una frase pronunciada en 2015 aseguraba que el sentido de los fieles, sensus fidei, hacía imposible separar rígidamente la “ecclesia docens” de la “ecclesia discens”, en román paladino, los que mandan de los que obedecen. Añadía que el rebaño también tiene la capacidad de discernir los caminos nuevos que el Señor está abriéndole a la Iglesia ¿Parte de ese rebaño no somos las mujeres?
Han pasado más de 50 años desde el concilio Vaticano II y las cosas no han cambiado mucho a pesar de todas las declaraciones de amor respecto a nosotras. Entonces se prohibió a las religiosas aportar su palabra al texto Perfectae Caritatis, aunque tratara sobre la vida consagrada, un colectivo en el que ellas suponían el 80%. “Lo pueden tratar cuando se celebre el IV Concilio Vaticano”, había respondido con sorna el cardenal Antoniutti.
Ayer pronunció una conferencia Ivone Gebara en la que aseguró que las mujeres que piensan no tienen sitio en la Iglesia. Confirmo sus palabras con pena ya que considero que el siglo XXI va a suponer la eclosión femenina en las democracias occidentales y me da pena que nuestra Iglesia aparezca como una rémora que no quiere ver el cambio de la sociedad. Estamos en un mundo que está buscando soluciones a los grandes problemas y todas las personas tienen que aportar su grano de arena pero sobre todo en la Iglesia que parte de una estructura medieval y clerical ¿Tenemos la lucha perdida? Yo seguiré remando porque creo en una nueva Iglesia y pienso que no tengo que esperar hasta los cielos nuevos y la tierra nueva del mañana.
No ha tardado en preguntar la prensa si esta innovación afectaba también a las superioras generales de las órdenes femeninas pero el obispo Fabio Fabene, subsecretario del sínodo, contestó que las congregaciones masculinas podían escoger a dos personas y no tenían que ser obligatoriamente sacerdotes pero que las mujeres tenían que conformarse con ser observadoras y participar en grupos pequeños donde podían tener voz. Por ahora es lo que hay, dijo Fabene. No parece que esta actitud concuerde con las palabras del Papa, al principio de su papado, pidiendo que toda la Iglesia fuera sinodal
Una frase pronunciada en 2015 aseguraba que el sentido de los fieles, sensus fidei, hacía imposible separar rígidamente la “ecclesia docens” de la “ecclesia discens”, en román paladino, los que mandan de los que obedecen. Añadía que el rebaño también tiene la capacidad de discernir los caminos nuevos que el Señor está abriéndole a la Iglesia ¿Parte de ese rebaño no somos las mujeres?
Han pasado más de 50 años desde el concilio Vaticano II y las cosas no han cambiado mucho a pesar de todas las declaraciones de amor respecto a nosotras. Entonces se prohibió a las religiosas aportar su palabra al texto Perfectae Caritatis, aunque tratara sobre la vida consagrada, un colectivo en el que ellas suponían el 80%. “Lo pueden tratar cuando se celebre el IV Concilio Vaticano”, había respondido con sorna el cardenal Antoniutti.
Ayer pronunció una conferencia Ivone Gebara en la que aseguró que las mujeres que piensan no tienen sitio en la Iglesia. Confirmo sus palabras con pena ya que considero que el siglo XXI va a suponer la eclosión femenina en las democracias occidentales y me da pena que nuestra Iglesia aparezca como una rémora que no quiere ver el cambio de la sociedad. Estamos en un mundo que está buscando soluciones a los grandes problemas y todas las personas tienen que aportar su grano de arena pero sobre todo en la Iglesia que parte de una estructura medieval y clerical ¿Tenemos la lucha perdida? Yo seguiré remando porque creo en una nueva Iglesia y pienso que no tengo que esperar hasta los cielos nuevos y la tierra nueva del mañana.