Ven, Señor, y no tardes. Ven a este mundo hermoso y terrible.Hermoso como salido de tus manos divinas, y terrible por la fealdad que en él acumulamos cada día. Ven a la luz, ya que eres la luz del mundo. Ven y toma posesión del día. Ven a inaugurar la mañana. Ven a ser dueño del mar, a llenar con tu inmensidad el silencio, tú que eres la Palabra eterna. Ven a bendecir la pureza del agua, a hacer volar al viento y a obrar el viejo milagro del perfume de la rosa. Ven a la belleza del paisaje, y a la belleza como un dolor en el corazón del hombre. Ven, Señor, y sé dueño de la lluvia y de los pájaros. Ven a andar sobre la nieve. Ven al corazón y al rostro de los niños, al sueño de eternidad de los amantes. Ven adonde mana la ternura de las madres.Ven a este mundo terrible del amor y del odio, de la dulzura y la violencia. Ven, antes de que sea tarde, a la miseria y al misterio del hombre. Ven a la paz con la paz. Ven con el pan y la esperanza. Ven a la única felicidad posible y afianza nuestro sueño de una felicidad sin medida. Ven a la soledad, ven a la vida humana. Ven a la tristeza y al miedo. Ven a esta muerte, tan segura y tan nuestra.Desde lo hondo te llamo, Señor. Desde la guerra y el dolor te llamo. Desde el terrorismo ciego te llamo. Desde la noche y la locura de las armas te llamo. Desde la injusticia establecida te llamo. Desde el hambre de pan y de dignidad te llamo. Desde la pobreza, la estupidez y la maldad te llamo.Ven, Señor Jesús, a la tierra del hombre, al ser del hombre. Y quédate con nosotros para siempre.Amén.
(De Cien oraciones para respirar, Madrid, San Pablo, 1994).