Madre dolorosa
A Magdalena Pellejero, vecina de mi infancia en Arróniz, madre de Ricardo García Pellejero, asesinado en Montejurra en la primavera de 1976.
Los mayores recordarán el horror y la sinrazón de aquellas dos asesinatos cometidos en Montejurra por un grupo de fanáticos con atuendos paramilitares, que disparaban a quienes ascendían en un viacrucis por la montaña navarra. Años confusos aún de la transición política, con extraños episodios como éste, que conmocionó a la opinión pública nacional y de modo muy especial a la navarra. A propósito de la muerte violenta e injusta de este joven, y pensando en su madre, conocida mía, publiqué este poema, con un guiño tácito a la escena del Calvario.
Estás ahí con toda la belleza
desmayada en los brazos, con toda la injusticia
levantada en el monte, con su cabeza hermosa
caída como un trueno, con tu dolor abierto
por agudos relámpagos, con tu regazo lleno
de abrazada tiniebla.
Estás ahí. Llamas a tu hijo muerto,
le llaman tus entrañas como a un calor que es suyo,
le bramas al oído, le sacudes
los hombros, sin rendirte le abrazas,
le aprietas a tu sangre con la fuerza del tigre,
te agarras a su cuerpo que cae en el abismo.
Vais a caer los dos. Y tú te haces de súbito
un altísimo, claro,
firme andamio de llanto
para quedarte en pie sobre tus lágrimas, detener
la caída de soles y colgar en la lluvia
las luces del incierto firmamento.
Lloras y acusas. Baja por tus mejillas
un río atroz de cruces y fusiles
(clavos que desembocan en tu mar de ternura,
balas que se te alojan en tu cauce profundo).
Por tus mejillas baja
un río atroz de millares de madres
que lloran, gritan, son, acusan,
que levantan la sangre y piden solamente
que salga el sol, que piden
un pan de libertad que llevarse a la boca,
un vaso transparente de justicia
para su mesa
y un camino de luz
para sus hijos vivos.
(Obra Poética, Pamplona, 2005, p.239).