Cuando a Mario Vargas LLosa...
Pero, volviendo a sor Pilar, que hacía el milagro de meter las letras en la molleras más tiernas, era una mujer tímida, de pocas palabras, pero de mucho empeño y voluntad en lo que emprendía con los alumnos. Que en mi memoria sea un personaje querido e imborrable lo entenderá quien lea este poema.
DE CUANDO SOR PILAR ENSEÑÓ A LEER AL POETA NIÑO
Allá, casi en el alba
de mi propia memoria
va y viene sor Pilar, su blanca toca abierta
presta a volar, hábito azul, rosario inmenso
colgado a su cintura,
ave maría purísima, niños, dos sonoras palmadas
Y allí empezaba el juego
goloso de las letras, aquel cruce
de teatro y festín,
que llenaba la grada de sabores,
lances y sobresaltos.
Su toca aleteaba
al entonar los nombres
de los cuatro elegidos, les ponía el babero,
su letra grande, clara, sobre el pecho,
a ver, niños, la b, fundidos en un grito,
la o, una pausa, y ahora las dos juntas, bo.
la b y la o otra vez y todos, bo,
vamos, las cuatro juntas, ¡bo-bo!,
de remate las risas, dos palmadas, atentos.
Tocaba el turno luego a cuatro niñas, sus baberos, sus letras,
m, a, ma, m, a, ma
todos juntos mamá, risa jolgorio.
Después juntaba niños, niñas y jugando ponía
palabras como rosa,
caballo, libro, fuego, padre, casa.
Cuando estaban cansados, niños, dos palmadas,
basta por hoy, todos a vuestros bancos.
La escuela era casi sólo
de jugar y jugar, sin medidas ni horario
cantar las oraciones a compás,
hacia atrás y adelante nuestros cuerpos,
a golpes de oleaje y cabeceo,
oh María sin pecado concebida,
casi sólo jugar, también reñir, hablar a voz en grito,
rogad por nosotros, rogad por nosotros
que recurrimos... a Vos.
Y a veces, como un premio
la fiesta de las letras, aquel juego
que empezó en los baberos
y que enseñaba todas
las letras de la Biblia o el Quijote...
Y aquella monja seria que a la usanza de tiempo
tiraba de la oreja a los “borricos”
va y me llama a su mesa. Yo tenía
poco más de tres años,
a ver, aquí el catón, empieza.
Y voy y leo, leo golpeando las sílabas
con toda la firmeza de mi cuerpo:
Mi ga-to se lla-ma Ca-re-to.
Es pe-que-ñi-to..., y Sor Pilar de pronto cubre
con sus manos la página,
sonríe por los ojos, por la boca,
sorprendida, feliz, se ríe, grita,
pero Jesús, si ya saber leer,
y otra vez grita,
si ya sabes leer,
y repite, repìte,
si ya sabes leer...
Y va y me estampa un beso
igual, igual que un beso de mi madre.
Luego cerró aquel libro, hala, vete
a jugar, a reñir, a hablar a gritos,
a esperar el final, las dos palmadas, niños, manos juntas,
Os damos gracias, Señor,
porque nos habéis asistido con vuestras luces...
para ir a casa
y contarlo a mis padres,
a fin de que
las cosas
que hemos aprendido
nos sirvan
para nuestro bien
espiritual y corporal,
como una historia más de aquella infancia
ignorante, dichosa,
arbolillo creciendo, cada día más alto,
sin sospechar entonces que aquel día
me había dado un estirón el alma,
y el saber, el sabor de aquellas letras
me hacían más feliz, y en adelante
más dueño de la vida.
(Barañáin, 30 de noviembre de 2011)
(De Apasionado adiós y otros poemas, Madrid, Vitruvio, 2013).