Mes de difuntos. LOS VERSOS NO CONSUELAN DE LA MUERTE

Noviembre, mes de difuntos. No me refiero, claro, a esa pobre banalidad casi recién importada del Halloween. Pienso en la larga tradición de los creyentes que en este mes redoblan su recuerdo y su oración por los difuntos y afirman su fe en la vida perdurable.

Sobrevivir. Ésta ha sido la instintiva, ancestral aspiración de los humanos. Matar a la muerte y vivir más allá. Los hombres cultos del mundo clásico, a falta de una fe superior, se contentaban con la supervivencia de sus obras de arte, con la memoria que sus vidas dejaran en la posteridad. Un consuelo menor. (No pocos imitadores del Renacimiento insistieron en el viejo motivo literario). En los versos que siguen, este modesto poeta tiene delante al autor de uno de los poemas más significativos de esta fe en la antigüedad romana. Quien esto escribe, aunque no lo explicite en el texto, vive en la fe y en la esperanza de la Resurrección que prometió Jesús. Y es que, querido y admirado Horacio: Los versos no consuelan de la muerte.


PERENNE MONUMENTO


Exegi monumentum aere perennius
regalique situ pyramidum altius...
Non omnis moriar...


Quinto Horacio Flaco, Odas, lib. III, 30


¿Cómo pudiste contentarte
con haber acabado un monumento
más perenne que el bronce

y una torre de versos que mirara
por encima del hombro a las pirámides?


Mejor que nadie sabes, Quinto Horacio Flaco,
que siempre se casó bajo la lluvia
la herrumbre con el bronce,
y un viento de alas, hojas, tierra, edades homicidas
borrará en el perfil de las estatuas
cualquier indicio de belleza altiva.
Las pirámides ahuecan su tiniebla,
la gestan y ennegrecen
como vientres preñados de la muerte.


¿No morirás del todo
porque cante de ti la fama venidera?
Como todos, Horacio, eres un muerto
que no quiso morir.
Bajo la tierra, al fin, lo has aprendido:
los versos no consuelan de la muerte.


(De Escribe por tu herida, Obra poética, p. 489).
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