Aniversario de luto y muerte.
El 28 de marzo pasado hizo 70 años de la muerte del poeta de Orihuela. Todo está escrito sobre su vida, sobre sus inicios literarios y su firme consolidación posterior.
Todo sobre su pasión y su muerte en unos tiempos de odio y guerra fratricida. Sobre las muchas amistades que no bastaron para librar a Miguel de la cárcel, la enfermedad y la muerte adelantada. Afortunadamente, quien esto escribe, por edad, no pudo conocer ni ésta ni otras tragedias de un tiempo de crueldad, de locura.
Tuve, en cambio, la suerte de acceder en mi ya muy lejana adolescencia a los mejores versos de Miguel Henández. Y tuve también la suerte de visitar recientemente su casa de Orihuela, convertida hoy en centro de peregrinación y humildísimo museo (el soneto que sigue precedió a la visita en unas cuantas décadas).
A MIGUEL HERNÁNDEZ, PASTOR DE ORIHUELA
Por una senda van los hortelanos.
por otra va el pastor que sufre y vela
cantando por los campos de Orihuela
y apacentando lutos soberanos.
La palabras –dos hondas en sus manos-
hace zumbar en furia paralela
hiriendo el corazón y la entretela
con pedradas de cantos sobrehumanos.
Coge el libro, Miguel, deja el cayado,
pues se te arde la sangre con un bando
de mastines aullándote en la entraña.
En pie de llanto pones el ganado.
Canta, poeta, que por ti balando
van todos los rebaños por España.
(Obra poética, p. 256).