Primeras comuniones, gratis

Como lo están leyendo. Gratis. Gratis total. Cero euros. ¿Pero no oímos a algunos padres echar cuentas apuradas ante la Primera Comunión de sus hijos, recordando la severa situación económica y lo elevado de los gastos? Sí. ¿Entonces? Lo dicho, gratis. Gratis total. “Bautizos, Primeras Comuniones, Bodas, Convenciones...”. ¿Quién no ha leído un anuncio similar de algún acreditado restaurante? Todo mi respeto para los profesionales de la hostelería. Cumplen su papel lo mejor que saben. Y normalmente lo cumplen muy bien. Pero ellos no dan la Primera Comunión. Tampoco la dan las magníficas modistas, los sastres o la industria de la confección que convierten a las niñas en pequeñas novias-princesas y a los niños en almirantes o en mariscales de campo. ¿Y los fotógrafos, y los magníficos profesionales del vídeo? ¿Y las boutiques o las casas de moda que visten de estreno a las madres y a los adultos más allegados al comulgante? Tampoco.

La Comunión, repitámoslo una vez más, es gratis. ¿Cuánto cobran los catequistas? Cero. ¿Cuánto la parroquia? Cero. ¿Cuánto cobra el propio Jesús, que incondicionalmente se ofrece a los adultos y a los niños que comulgan? Cero.

Los gastos de luz, de limpieza, quizá de flores (si no las ponen las madres), etc... son gratis. En la mayoría de los casos se pasará la bandeja para esos gastos y los del mantenimiento ordinario de la parroquia. Normalmente saldrá una cantidad ínfima comparada con los altos costes paralelos a la fiesta arriba reseñados. El párroco, normalmente, no dirá una palabra de queja por insignificante que sea la recaudación. Los curas, los creyentes más sencillos, saben que en la generosidad de Dios todo es gratis. Muchos de esos curas tuvieron tras su lejana Primera Comunión una fiesta familiar, íntima y alejada de todo dispendio. Y muchos de ellos, si no todos, lamentan que el acto social y sus derroches se mezclen con algo tan sagrado y tan radicalmente gratuito como el amor de Dios en su Hijo Jesucristo.

Cambiando de tercio, y para que no sea todo puntualización y prosa, añado este poema sencillo a la Eucaristía que escribí hace tiempo remedando un sabroso sonsonete clásico.

EUCARISTÍA, PAN DE VIDA


Señor, que eres pan de vida,
pan del cielo y pan de casa,
pan abundante y sin tasa
y comida
de la vida que no pasa:


Tenemos la puerta abierta
y la mesa preparada.
Entra, pues eres la entrada
y la puerta
de nuestra esperanza cierta.


Tú, verdad, vida y camino
de esta familia cristiana:
dale de beber tu vino
tan divino
y hazla divina y humana.


Danos a comer tu pan
y tu propio Cuerpo danos.
Danos en ti y con tus manos
el afán
de querernos como hermanos.


Buen pastor, pan verdadero,
Jesús, trigo de María,
balido de Eucaristía
y cordero
muerto por el mundo entero:


Pues tu mesa está servida
y tu amor no cabe en sí,
nos quedaremos aquí,
Pan de vida,
para vivir siempre en ti.


Amén. Aleluya.


(De “Feliz cumpleaños”,
Madrid, San Pablo, 2001,
Obra poética, p. 400).
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