NOTA:En estos meses en que estamos rodeados de elecciones y de consecuencias de elecciones por todas artes, ahí va este inocente apunte.
Se me ha cruzado un asno en mi camino. Pero es un asno que vota.
Sabe de todo. Odia a casi todos, pero vota. Pontifica de política. Ni siquiera de oídas: de resentimiento, de acumulados resabios de personal fracaso para sí encubierto, de odio global a todo lo que triunfe o le parezca a él triunfar en la vida. Sus análisis son bloques de pedrusco que se resuelven o se esculpen en enormes, sonoros tacos.
Pero vota. Y su voto vale lo mismo que el de los ciudadanos benéficos, los superdotados y los genios.
La democracia posee su grandeza, ¿quién lo puede dudar? Y más teniendo en cuenta que convierte a los asnos en ciudadanos.
(De Elogio de la ingenuidad, Madrid, Nueva Utopía, 2007, p. 59).