Al diablo hoy la bolsa...
Pero hoy quiero hacer un paréntesis con este poema, escrito en mi juventud, que habla, vive y sufre de amor. Del don de amar a oscuras al Dios que hizo la luz.
ESTE TERRIBLE DON DE AMAR A OSCURAS
... aunque es de noche.
...sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
San Juan de la Cruz.
Hay que salir, ya que he nacido. ¿Adónde?
Dejando atrás un vértigo a otro vértigo.
Todos tendrán que amar aunque es de noche.
Porque sabréis que en estos brazos ciegos
cabe el amor. Abrazan la tiniebla
sin principio ni fin, y nunca veo
a Aquél que hace mi esencia: abrir los ojos,
ojos heridos, o sin luz o abiertos
a este terrible don de amar a oscuras.
Palpando cada cosa y adquiriendo
noticia, el corazón da nuevos saltos
a cada flor que existe, a cada tiento
de un animal caliente que levanta
hacia el cielo la voz, a cada encuentro
de más hombres amando, que aman, aman,
desesperadamente necesitan,
desesperadamente, luego es cierto
que ha de estallar la aurora. ¡Ay!, amo a oscuras.
¡Ay!, ardo a oscuras, si el amor es dentro
fuego infinitamente y fuego a oscuras.
No sé de qué ni cómo, mas me quemo...
de que infinitamente necesito,
de que infinitamente creo. ¡Creo
por la necesidad de tanta llama,
Gran Creador y Padre de quien tengo
este terrible don de amar a oscuras!
(De “La luna del emigrante”, Madrid, 1970.
Obra poética, p. 179).