Y aún sonríen los políticos

Es algo que nunca he comprendido: por qué sonríen tanto los políticos. Y eso incluso ahora, con la millonada de parados, con la bolsa y el Ibex agujereados y la prima de riesgo que se nos mete a diario en casa como una pariente indeseable. Pero siempre, siempre veréis a un político, a un grupo de políticos que sonríen a las cámaras. ¿Por qué? Ah, es un misterio. O no tanto.
Hay detrás alguien, un asesor de imagen, o como quieran llamarle, que les da la consigna: “Sonreíd, sonreíd”. Nadie tiene que notar que estáis ante una grave situación, que se os acaba de llevar a los tribunales por un clamoroso caso de corrupción, que vuestro partido ha recibido o está a punto de recibir en las urnas una patada en el trasero, que vivís horas muy bajas... O que estáis a mataros por el poder en una lucha intestina, de tripas y casquería, entre un par de gallos o varias facciones en guerra declarada. Sonreíd, sonreíd. Es quizá la primera lección que se da a los principiantes de este oficio, a quienes sueñan ya tempranamente en arañar poder y nómina del erario público. Parecen decirse convencidos a sí mismos: El pueblo es tonto, piensa menos de lo que puede imaginarse, se deja llevar no tanto por lo que lee, oye, piensa, juzga, que evidentemente es muy poco o nada, sino por la cara de sus políticos, por el argumento, el milagro definitivo de su sonrisa. Sonreíd, sonreíd, malditos, qué título para una película de más que inciertos resultados. Hemos visto sonreír y simular una felicidad sin límites a quien estaba a punto de descalabro en un tribunal, sonreír satisfecho y “más ancho que Rodrigo en la horca”.

El poema satírico de hoy es poco más que un modesto apunte. Lo escribí y publiqué hace unos años. Quizá mejor. Nadie identificará una cara y una sonrisa de la actualidad. La sonrisa, la voz -también cascabelera y riente-, los rasgos que se le describen eran una máscara acentuada, especialmente llamativa. Pero vean si no abundan los Florianes con las sonrisas en flor.

(Por cierto, que me perdonen los políticos cabales y con sentido, aquellos que sólo se ríen cuando toca).


A LA SONRISA DE UN HOMBRE PÚBLICO


Expuesto está, Florián,
el misterio insondable de tu risa.


Redondea lo blando de tu rostro
esa nube que nimba tu cabeza
flotando hasta tu frente, hasta tus sienes.
Tanta dulzura que tu gesto aniña
reclama un toque de tirabuzones
y acaso una aureola que borrara
la muga de tu frente con el cielo.


Pero, caro Florián, cuando de pronto
rompe a sonar tu voz,
aflautada y meliflua,
en la delicia del octavo cielo,
el aire todo
se echa a temblar; tiritan
como de escalofrío los balcones.


Hoy me atrevo a pedirte, mientras oigo
el gorjeo riente de tus voces,
me aclares de una vez (ya puta o casta)
el misterio insondable de tu risa.


(Obra poética, p. 519).
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