Estimadas y estimados, como cada año, el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, junto con el Consejo Mundial de las Iglesias, ha organizado la semana de oración para la unidad de los cristianos. Tiene lugar del 18 al 25 de enero, coincidiendo esta última fecha con la conversión de san Pablo. 

El lema de este año son aquellas palabras de Jesús en el Evangelio, en el contexto del diálogo con Marta y María, las hermanas de Lázaro. Jesús habla de resurrección y de vida. Y le dice a Marta: «¿Crees esto?» (Jn 11,26). El lema, por lo tanto, va sobre la fe, dado que el tema de fondo es el 1700 aniversario del Concilio de Nicea (a. 325), cuando se define la fe en la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, ante algunas corrientes que la negaban.

La celebración del 1700 aniversario del Concilio Ecuménico de Nicea es, por lo tanto, una oportunidad para reflexionar sobre la fe común de todas las Iglesias y confesiones cristianas. El Credo que se formuló en este Concilio, común a todos, es el que nos une a todos los cristianos. La semana de oración para la unidad pretende, por lo tanto, ser un estímulo para aprovechar la herencia común y, a partir de una misma fe, buscar en la oración y a la luz del Espíritu Santo, los caminos más idóneos para una unidad más grande.

Tenemos que recordar también, que este Concilio, convocado por el emperador Constantino y presidido por el obispo Osio, de Córdoba, fue un acontecimiento durante el cual la Iglesia, que hacía pocos años había salido del grave problema de las persecuciones, ya sabía lo difícil que era profesar la misma fe, en medio de pensamientos filosóficos varios y en diferentes contextos culturales y políticos. En Nicea se proclamó la divinidad de Jesucristo, estableciendo, al mismo tiempo, a pesar de las dificultades que vinieron más tarde, aquellas bases comunes fundamentales sobre las cuales podían construirse las comunidades eclesiales locales. Ante las disputas internas y las diversas herejías del momento, el Credo de Nicea contenía no solo una profesión de fe, sino que asentaba las bases sobre las cuales tenía que sustentarse la verdadera «recta doctrina», es decir, la ortodoxia de nuestra Iglesia.

Esta semana, por lo tanto, oramos especialmente por la unidad de todos los cristianos. Precisamente, este domingo día 19, participaré en una oración ecuménica con las otras confesiones cristianas en la Iglesia Ortodoxa Rumana de Reus, recientemente inaugurada. Agradecemos al P. Vasile Baltaretu, rector de esta comunidad, su acogida.

Lo que nos tendría que encoger el corazón es ver como entre los cristianos todavía no hay aquella unidad por la que el Señor rogó (Jn 17,21). La división mundial entre católicos, ortodoxos y protestantes, como la misma división dentro de las diócesis y parroquias entre gente que prefieren criticarse a apoyarse, va contra el proyecto de Jesucristo. Y puesto que la división es un pecado, la unidad solo podrá obtenerse a través de la conversión. Cada uno de nosotros puede preguntarse si no ha echado a perder la unidad de la Iglesia con su forma excesivamente individualista de vivir la fe, con su desprecio de los otros, sean de cerca o de lejos.