75 años de la primera carta del obispo de solsona, Vicent Enrique i Tarancón, a los fieles La primera pastoral del obispo Tarancón: "El odio es eminentemente destructor y corrosivo y anticristiano"
"Hoy hace 75 años, el 'Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Solsona' publicaba la primera carta pastoral que el nuevo obispo de Solsona, Vicent Enrique i Tarancón"
"Quería dar al texto 'un tono afectivo y cordial como corresponde a un padre al dirigirse a sus hijos'"
"Tarancon quería con sus palabras, 'imitar al Maestro poniendo en Nuestras palabras la misma ternura y el mismo calor de la intimidad, hablándoos al corazón'"
Esta primera carta del joven obispo reflejó sus preocupaciones pastorales y sociales tras la guerra fratricida, su claridad y su 'olor a oveja'. Con quién caminaba
"Tarancon quería con sus palabras, 'imitar al Maestro poniendo en Nuestras palabras la misma ternura y el mismo calor de la intimidad, hablándoos al corazón'"
Esta primera carta del joven obispo reflejó sus preocupaciones pastorales y sociales tras la guerra fratricida, su claridad y su 'olor a oveja'. Con quién caminaba
Con fecha de 8 de mayo de 1946, hoy hace 75 años, el “Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Solsona” publicaba la primera carta pastoral que el nuevo obispo de Solsona, Vicent Enrique i Tarancon, escribió solo un mes después de su entrada en la diócesis, el 14 de abril anterior.
La pastoral, que se dirigía “al Venerable Clero y fieles de Nuestra amada Diócesis”, comenzaba recordando “Nuestra entrada solemne en la Diócesis, conmovidos todavía por las manifestaciones de amor y entusiasmo que Nos tributasteis”.
En la introducción de la pastoral, teniendo en cuenta que el joven obispo se dirigía por primera vez a su diócesis, Tarancon decía que “no queremos hacerlo en tono ritual y protocolario y como cumpliendo un expediente que imponen las formas sociales”. Hacerlo así, continuaba Tarancon, sería “impropio de Nuestra condición de Padre y Pastor de vuestras almas y del cariño que Nos habéis manifestado”. El obispo de Solsona con esta pastoral, quería dar al texto “un tono afectivo y cordial como corresponde a un padre al dirigirse a sus hijos”. Tarancon quería con sus palabras, “imitar al Maestro poniendo en Nuestras palabras la misma ternura y el mismo calor de la intimidad, hablándoos al corazón”.
El obispo Tarancon deseaba la paz a sus diocesanos, ya que “¿qué saludo mejor os puede dirigir vuestro Obispo al ponerse por primera vez en comunicación con vosotros, que aquel que tantas veces saliera de los labios del Maestro; la paz sea con vosotros?”.
El obispo hacia memoria del “actual momento histórico, cuando los horrores de una guerra fratricida, primero, y las crueldades de un conflicto mundial después, nos han hecho apreciar” la importancia de la paz. A pesar de todo, decía el obispo Tarancon, aunque “oficialmente estamos en paz”, porque se había acabado la guerra civil, “¿No es verdad que hace falta todavía ganar la paz”, ya que “ni hay paz internacional, ni hay paz política y social, ni hay paz doméstica, a pesar de la paz, más aparente que real, que oficialmente celebramos?”. Y es que con la “paz” de Franco, no se había alcanzado una auténtica paz.
El obispo Tarancon expresaba su “más sincera y afectuosa gratitud”, por las atenciones que había recibido desde el momento que “se hizo pública la noticia de Nuestra promoción para este obispado”, con “centenares de cartas y telegramas” que “vinieron a traernos vuestra felicitación”. El obispo Tarancon todavía estaba conmovido por “vuestra fe, vuestro entusiasmo, vuestro fervor, la alegría que se reflejaba en vuestros rostros al recibir a vuestro Padre”.
El obispo de Solsona sabía que en su diócesis no había una falta de presbíteros y por eso Tarancon daba gracias a Dios por contar “con numerosos colaboradores y con colaboradores activos, celosos, abnegados”, así como también por “vuestra fe recia, vuestras costumbres austeras y cristianas, vuestra vida patriarcal” y por eso consideraba a esta diócesis “la parte más sana y más religiosa de toda Cataluña”.
Después de esta introducción, el obispo Tarancon comenzaba la primera parte de la pastoral, que titulaba: “Nuestra posición ante la adversidad”. El obispo de Solsona recordaba que “azarosos son los tiempos que vivimos”, por lo que quería “avivar nuestra confianza en el Señor”, porque a pesar de las dificultades del momento, “lejos de provocar el desaliento debe animarnos a luchar con valentía y a superar nuestra propia flaqueza”.
Con la palabra “confusión”, el obispo expresaba “la realidad del momento que vivimos”, ya que habían visto “el fracaso de regímenes que parecían omnipotentes y de filosofías que consideraban axiomáticas”. Tarancon destacaba, en referencia a la confusión en el orden político, el fracaso del totalitarismo, con un sarcasmo cruel. Y es que “sobre un totalitarismo fracasado quiere apoyarse con ansias más imperialistas y absorbentes, otro totalitarismo más injusto e inhumano”. Y por eso, Tarancon decía que “en nombre de la democracia se pretende privar a los pueblos del derecho de gobernarse por sí mismos”.
En relación al confusionismo en el orden social, Tarancon recordaba “el liberalismo económico, que era injusto a pesar de las apariencias de justicia con que se presentaba y que había hecho posible que “las riquezas estuviesen mal repartidas e injustamente aplicadas” en frase de Pío XI” y que trajo “una reacción extremista y violenta: el socialismo”. Tarancon hacía memoria del “liberalismo económico o capitalismo y el socialismo, como dos ejércitos en orden de combate”.
Tarancon reconocía que “el socialismo, a pesar de la injusticia de sus principios y de la violencia de sus procedimientos, había conseguido un progreso justo en la legislación social” y por eso “el repudio que se dio al socialismo con nuestra guerra de liberación, no podía significar una aprobación de las injusticias del régimen capitalista”. El obispo Tarancon terminaba este apartado de su pastoral, recordando que “los mismos que tacharon de revolucionarios y socialistas a León XIII y a Pío XI, cuando escribieron sus Encíclicas sociales, han querido calificar con el mismo mote los avances que se han producido en España en la legislación social”.
Por lo que hacía referencia a la confusión en el orden moral, Tarancon denunciaba un hecho escandaloso e inmoral y es que “al amparo de las necesidades de guerra se hacen los grandes negocios sin reparar en la justicia de los medios y de los procedimientos”. El obispo se daba cuenta que “como consecuencia de la guerra se produce la escasez de ciertos artículos”, que, de una manera inmoral, era “hábilmente aprovechada por los desaprensivos en su propio beneficio”.
En el siguiente punto de la pastoral, Tarancon reprobaba “con toda energía”, lo que él llamaba “Modernismo moral, jurídico y social”. Tarancon hablaba también de los “peligros de este confusionismo” y de cual era “nuestro deber”, centrado en evitar “el pesimismo y el desaliento”.
En la segunda parte de la pastoral, Tarancon comenzaba hablando de “la postguerra”. En primer lugar el obispo de Solsona hacía referencia al “vendaval laicista” y al “proceso de descristianización”. También denunciaba el odio a los enemigos que hizo que “el corazón del hombre hecho para amar, aprendió a odiar y a concebir el odio como una obligación”. Tarancon recordaba que, a pesar que ya hacía unos años que había acabado la guerra civil, “el odio no ha quedado satisfecho. El abismo permanece abierto todavía. Los hermanos siguen odiándose”.
Tarancon remarcaba que “el odio es eminentemente destructor y corrosivo y anticristiano” y por eso decía que “sobre el odio no puede asentarse la paz, ni puede florecer la prosperidad, ni puede fundarse la grandeza de un pueblo”. Tarancon se daba cuenta que el odio “y sus secuelas de rencores y venganzas, no han desaparecido por completo ni en unos ni en otros” y eso era “el mal más grave, la consecuencia más funesta de la guerra civil que hemos sufrido”. Tarancon sabía que “el mal no ha desaparecido por completo”, ni tan solo entre los cristianos, que no “saben imitar el ejemplo de sus predecesores en la fe que llamaban la atención de los paganos por el espíritu de caridad fraterna que les unía”. Y es que, como decía Tarancon, “todavía se recuerdan demasiado conductas pasadas. Todavía se ven miradas recelosas y se oyen palabras de rencor”.
Tarancon dedicaba un apartado al egoísmo, que crece “a medida que el hombre se olvida de su fin sobrenatural”. Parecía, como decía Tarancon, que la guerra civil “había de producir una sana reacción” en contra del egoísmo. Pero como afirmaba Tarancon, “la realidad ha sido muy otra de la que todos esperábamos”. Y es que “después de la guerra el egoísmo ha crecido en el corazón de los hombres de una manera alarmante. E incluso personas que se llaman cristianas y hasta piadosas se dejan guiar por el egoísmo con un desenfado que debe alarmarnos”.
Tarancon hablaba también de la inmoralidad, porque incluso después de la guerra, “nuestras costumbres han perdido en casi todos los ambientes aquel sello de austeridad y modestia que era su distintivo”. Y Tarancon añadía aún: “No os descubrimos ningún secreto si os decimos que en este aspecto nuestra situación es ahora mucho más terrible que antes de la guerra”. Tarancon hablaba de nuevo de “la inmoralidad en los negocios” y también sobre de la vida de las mujeres “de las clases elevadas y aún de la clase media”, que él calificaba como “completamente hueca, vacía, superficial”. El nuevo obispo de Solsona hacía referencia a la inmoralidad de los jóvenes, en la casa y en la vida social, sobre todo en relación a “los espectáculos, las diversiones, las costumbres” y al “naturalismo”, así como al peligro que Tarancon, como habían hecho los papas, llamaba “americanismo”
Otro mal que mencionaba Tarancon en su carta pastoral era “la ignorancia religiosa”, que iba “extendiéndose de una manera alarmante”. Por eso el obispo de Solsona decía que “la ignorancia religiosa es una de las plagas más extendida y más terribles del pueblo cristiano”. Tarancon afirmaba que ahora era “el momento oportuno para marcar rumbos y fijar orientaciones” y por eso pedía que “nuestros católicos tengan una formación completa y exquisita”.
En la tercera parte de la carta pastoral, Tarancon, frente a los males que atenazaban el mundo, presentaba “el único remedio que se puede dar a esta sociedad que va a la deriva y está a punto de perecer” y que era la “doctrina que nos ofrece Jesucristo”. El obispo Tarancon pedía a sus diocesanos que “cada mente” fuese “evangelio” y que “cada corazón” fuese “un sagrario”, que era la consigna de “la Asociación de los Jóvenes de la Acción Católica Española”.
Tarancon también ponía la caridad, es decir, el amor a los demás, un amor sin límites, como “virtud básica del cristianismo”, con el doble mandamiento de amar a Dios y al prójimo. Tarancon deseaba que “la virtud de la caridad inflame otra vez los corazones cristianos” y presentaba “el precepto de la caridad para con nuestros hermanos”, como el mandamiento “a amar al prójimo con amor afectivo, esto es, de corazón y de verdad”.
Tarancon lo expresaba aún de una manera mucho más clara cuando decía que el odio era incompatible con la caridad y por eso afirmaba que “odiar a un hermano es pecado”, ya que “el odio y la caridad son dos sentimientos contradictorios”. Por eso Tarancon afirmaba que “el egoísmo es contrario a la caridad”.
Otro punto de la pastoral de Tarancon era la limosna, que según el obispo de Solsona era “un verdadero mandamiento que obliga” y por eso “los que cierran su corazón ante la miseria del prójimo y no procuran remediarla en la medida de sus posibilidades, merecen la condenación del Señor”. En su carta pastoral, Tarancon presentaba a la diócesis la necesidad de crear los “Secretariados Diocesanos y Parroquiales de Caridad”, para “encauzar convenientemente la caridad de todos los católicos para remediar el mayor número posible de necesidades”.
Tarancon pedía la “defensa de la pública moralidad” y de “la moral individual”, haciendo referencia a los “espectáculos” y a las “diversiones exóticas y anticristianas que han tomado carta de naturaleza entre nosotros”, sobre todo “el baile moderno”. Tarancon aun hablaba de las modas y daba unas “normas concretas de modestia femenina”, sobre la medida de los vestidos y otros elementos relacionados con la moralidad de aquel momento y por eso hablaba sobre cómo hacer posible la “cristianización de la familia”.
La pastoral también dedicaba un punto a la “debida preparación para el matrimonio” y otro sobre “la verdadera Acción Católica” para así dar a los seglares una “preparación doctrinal y técnica”.
El obispo Tarancon también se dirigía en esta pastoral a “la gran masa del pueblo, sin distinción de clases y condiciones”.
El obispo de Solsona, sensible a la situación de pobreza que vivía mucha gente en la postguerra, trataba de nuevo el tema del “problema social”, que “ha adquirido una importancia decisiva para nosotros”. Aunque Tarancon reconocía que “el socialismo ha fracasado como sistema de gobierno en nuestra Patria”, decía que “en honor de la verdad, el socialismo ha conseguido muchas mejoras para los obreros y ha obligado por la fuerza a que no pocos ricos cumpliesen con sus deberes sociales”.
Y aunque no alababa el socialismo, Tarancon creía “sinceramente que el socialismo cumplió en nuestra Patria una misión providencial”. El Tarancon más sensible al problema de la pobreza, decía que “el socialismo fue un instrumento en las manos de Dios para castigar las injusticias que se cometían bajo el régimen capitalista y para conseguir unas mejoras sociales que por evolución pacífica difícilmente se hubiesen conseguido”.
Tarancon trataba sobre la “nueva orientación de la Acción Católica Española” y sobre “el problema de nuestra Diócesis”. Y es que, aunque no podía hablar “por experiencia propia de las necesidades en Nuestra Diócesis”, sí que estaba preocupado por la situación de las “zonas industriales”, con trabajadores en “las minas y fábricas”.
Esta primera pastoral del nuevo obispo de Solsona, acababa confiando su ministerio pastoral a “la protección de la Santísima Virgen del Claustro, patrona de la ciudad de Solsona, bajo cuya protección hemos querido poner Nuestro pontificado, seguros de su ayuda maternal” y también a “la intercesión de aquellos dos hijos de Nuestro Obispado, San Ramón Nonato y San Pedro Claver, honra y prez de nuestra Diócesis”.
El obispo Tarancon aún hacía un “llamamiento a todos”, para que “unidos todos los fieles a sus pastores propios y éstos a su Obispo, podamos conseguir la recristianización completa y total de esta Diócesis que el Señor Nos ha señalado y de la que nos sentimos Padre, Maestro y Pastor”.
Tarancon acababa su pastoral con una “conclusión”, donde se mostraba optimista y confiado “mirando al futuro de nuestra Patria y de nuestro pueblo”, para así trabajar “sin descanso para que podamos ver muy pronto el resurgimiento espiritual de nuestro pueblo”.
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