¿Los oscar de la Iglesia? ¿Y la repercusión mediática de lo eclesial en la COPE?

De los de este año me he enterado por el Blog de las Iglesias Béticas, al que tanto debo. Buena parte de mis comentarios surgen al rebufo de las noticias que dan otros compañeros de Blogs. Y a Juan Rubio le debo muchísimos. Vaya pues mi agradecimiento a tan excelente exposición de noticias eclesiales.
No voy a opinar sobre los premios concedidos. Ni a su trastienda. ¿Lo de Carlos Herrera, que me parece merecedor de cualquier premio, es una puñalada traserilla y cobardilla a Jiménez Losantos? No lo sé. Y me es igual. Creo que todos mis lectores estarán convencidos que no debo nada al hirsuto y brillantísimo periodista bajo aragonés. Lo de Joaquín L. Ortega me parece penoso. Creo que la Iglesia no le debe nada. En todo caso, pedirle responsabilidades. Pero tampoco es eso de lo que quiero hablar hoy. Dejemos que los elefantes acabados caminen lentamente hacia su cementerio.
Sólo quiero comentar un hecho aparentemente intrascendente pero que creo tiene su importancia. Con motivos de esos oscars, qué ya es exagerar, en el Foro JAI surgió una duda. ¿El sacerdote arandino, Joaquín L., seguía en los programas de Restán? ¿En los programas coperos de Restán? Pues nadie lo supo. Porque nadie los oía. Preocupante.
Un queridísimo y brillantísimo colega en este espacio no seguía los programas eclesiásticos de Restán. Yo tampoco. Y dos asíduos comentaristas, con el mayor interés por las cuiestiones eclesiales, con las que, además, se sienten absolutamente identificados, manifestaron que uno no lo seguía y el otro lo ponía para conciliar el sueño por lo que tampoco podía asegurar si Ortega seguía allí o no. Se dormía antes.
Yo, en un día poco afortunado, lo que me ocurre con frecuencia, arremetí contra Restán. He expresado ya mis disculpas. Pero es grave, siga Ortega o no en sus programas, que personas interesadas por la Iglesia, y que amamos a la Iglesia, prescindamos de esas manifestaciones radiofónicas. Es que me da la impresión de que no las oye nadie. Con Ortega o sin Ortega. Pues debería pensar en alguna reconversión. Y lo digo sin acritud. Creo en su excelente voluntad. Absolutamente eclesial. Por su parte. Pero tan patosa...