¿La jerarquía pretende tomarnos el pelo?
Pero se multiplican hechos que, si no son tan penosos como el del Judas cordobés, que vendió a Cristo por unas miserables monedas, son también sorprendentes.
Los dominicos celebran un congreso en Ávila, en el hermosísimo convento de Santo Tomás, que tanta historia de España y de la Iglesia encierra, y traen como figuras al obispo Samuel Ruíz y al famoso Fray Betto. La diócesis mejicana de San Cristóbal de las Casas todavía está sufriendo las consecuencias de este obispo revolucionario, y es recientísima la advertencia romana al actual prelado, prohibiéndole seguir por el camino que había iniciado Ruíz respecto a la multiplicación de diáconos casados. El fraile dominico Fray Betto fue y es el amigo de cuanta dictadura comunista apareció o intentó aparecer en la América Hispana.
Cuando aun no se habían extinguido los ecos de la vergüenza de Santo Tomás, se anuncia también en Ávila otra reunión en la que el ponente destacado es Juan Masiá, jesuita retirado de la enseñanza por decisión de sus superiores a causa de su doctrina.
Al mismo tiempo, es decir, también hoy mismo, nos enteramos de que en la Universidad Católica de Córdoba, en Argentina, va a haber otro evento eclesial en el que la estrella invitada es el exfranciscano Boff, cura casado y opositor permanente a la Iglesia.
Hace no muchos años, cuando la televisión no existía y el internet ni se imaginaba, los silencios, las tolerancias, las complicidades jerárquicas no llegaban a conocimiento de casi nadie. Y el escándalo no se producía. Hoy eso se ha terminado. Y así como ya, gracias a Dios, no se pueden ocultar actos pederastas de sacerdotes y obispos, tampoco cuelan esas actitudes episcopales de decirnos con báculo y mitra la doctrina de la Iglesia y luego tolerar, amparar y, a veces, hasta profesar la contraria.
Ya somos mayores de edad en la Iglesia. ¿No es eso lo que nos dicen? Y los mayores de edad ni se chupan el dedo, el dedo con el que nos piden, y bien pedido, que pongamos la cruz en la declaración de Hacienda, ni comulgamos con ruedas de molino. Ahora ya no se nos puede engañar. Porque terminamos enterándonos de todo. Y, además, después nos enfadamos. Y no nos tragamos el enfado. Decimos, en voz alta que estamos enfadados.
La Iglesia tiene que afrontar esta nueva situación. Que le exige absoluta coherencia entre lo que dice y lo que hace. Por supuesto que en cosas serias. A los católicos nos da lo mismo que el cardenal Bertone sea forofo de un equipo italiano. O que prefiera celebrar misa en latín o en su lengua nativa. O que vaya más a Fátima, prefiera Lourdes o no vaya a ninguna. Pero lo que no se puede es predicar y no dar trigo. O hacer el Don Tancredo. Eso ya se ha terminado. Porque se lo van a echar en cara un día sí y otro también.
Yo no espero nada de la Triple Jota, el Juan José Judas Asenjo Pelegrina. Si consigue salir bien de ésta, dando unas explicaciones que no se me ocurren cuales pueden ser, pero que si fueran convincentes me alegrarían, me quedaría asombrado. Pero esperemos a ver. También cabe que pida perdón por su incomprensible error. Y los católicos somos perdonadores. Con memoria, pero perdonadores. Pero seguro que eso no está a mano de su orgullo.
El cordobés argentino Ñañez, mucho más listo que el indigno sucesor de Osio, y más peligroso, porque al bobo se le cala inmediatamente y ya permanece de por vida en el descrédito, me da la impresión de que estaba encantado con la aparición virtual de Boff en su archidiócesis. Me da la impresión, no lo aseguro. Como es un artista en lo de nadar y guardar la ropa, creo que él era, aunque puedo estar equivocado, el consentidor del penoso caso Mariani, veremos lo que hace ante este nuevo escándalo de su archidiócesis.
Queda nuestro Don Jesús García Burillo. Buenísima persona y en mi opinión excelente obispo. Estoy seguro de que está abrumado y sin saber que hacer. Y queriendo hacer lo mejor. Tal vez sin atreverse. Ánimo, Don Jesús. La diócesis de Santa Teresa no puede ser la residencia de la Iglesia contestataria.
No tendría la menor importancia lo que estoy diciendo si se refiriera sólo a tres obispos. De los miles que tiene, y en tantos casos disfruta, la Iglesia católica. Esto, desgraciadamente es mucho más general. Y tiene que corregirse. A mí me parece muy bien que los obispos se hayan apeado de aquel boato que les alejaba de su pueblo. Que no sean Su Ilustrísima, en el respeto reverencial, sino Don Antonio, Don Jesús, Don Carlos... en el amor. Pero algunos hacen oposiciones para ser, y perdón por la palabra, Su Mierdísima. Pues, allá ellos.