Ha muerto Enrique Miret Magdalena.
Este químico, nacido en Zaragoza en 1914, de familia muy acomodada y que siempre vivió en el acomodo, era un joven piadoso y enamorado de la Iglesia hasta que un día descubrió, yo creo que más bien le descubrieron, que esa Iglesia a la que se había entregado con tanto afán era un asco. Y pasó a ser el "teólogo". Firmándose así escribió infinidad de artículos, infumables todos ellos, que eran un insoportable centón de citas cuanto más arriscadas mejor. Y que repetía una y otra vez. Naturalmente era acogido y aireado en cuanto medio antieclesial había.
Eso de ser prácticamente el único seglar dedicado a esos menesteres y lo peculiar de su fisonomía hizo que fuera su nombre bastante conocido. Todos los demás eran curas o excuras. Con él ocurrió lo que con alguna monja que siendo de nivel parecido al de Miret también es coreada por su singularidad mucho más que por su contenido. Aunque hay que reconocer que las que han querido hacerse un nombre en ese campo han tenido mucho menos eco que nuestro químico "teólogo".
Su aportación a la teología es absolutamente nula salvo la contestación universal. El resumen de su vida podría encerrarse en esta frase: ¿Qué dice la Iglesia que me opongo? Y eso es todo su acervo intelectual. Más el de ser el único en el campo seglar. En un congreso de cualquier cosa un albino llama la atención. Porque es raro encontrarse a un albino. Pero no por sus aportaciones, que no aportaron nunca nada salvo la protesta, sino por el hecho de ser albino. Y eso es lo que ocurrió con Enrique Miret. Al que hemos dado, yo también, una importancia que no se merecía al criticar sus exabruptos antieclesiales, contribuyendo de ese modo a que su nombre sonara algo. Y como nunca falta el tonto de capirote que comparezca a decirnos lo ignorante que soy al afirmar que era albino, me adelanto a ahorrarles el trabajo. Ya lo sé. Le he visto unas cuantas veces. Físicamente era más bien cetrino. Que me perdone el lector inteligente esta innecesaria puntualización pero es que me conozco el percal y hay bastante ganado suelto.
La edad y el haberse repetido hasta la saciedad habían hecho olvidar su persona que hoy vuelve a los medios por el hecho de su fallecimiento. Los suyos, cada vez menos y más viejos, le llorarán. Especialmente los últimos de Filipinas de la Juan XXIII que presidió varios años. Triste final el de todos estos que no sólo no ven próximo lo que nos han querido vender sino cada vez más lejano. Son vidas absolutamente fracasadas. Y lo peor para ellos es que abandonan este mundo sabiéndolo.
Y otro aviso a navegantes despistados. Por favor ahórrennos eso, además blasfemo, de que Cristo también fracasó en la Cruz pero después... Aquí el tercer día son ya muchos años y no hay el menor síntoma de que se vaya a mover la piedra de la sepultura. Y, además, cada día que transcurría tras la muerte de Cristo, eran más los que se convertían. Mientras que lo de estos es una incesante sucesión de obituarios en espera del último. Pues cada vez son menos. Y "menas".
Yo no me voy a asociar al dolor de nadie porque no siento el menor dolor. Alegría tampoco. Me limitaré a pedir a Dios que tenga misericordia de su alma.