"Corpus Christi" (6.18)
Tomad y comed: realizad la vida con amor
Poco antes de morir Jesús celebró una comida con sus discípulos prometiéndoles, que seguiría con ellos siempre que se reunieran para compartir como lo estaban haciendo en aquella comida. Fieles a la promesa los primeros cristianos se reunían para compartir el pan y el vino como Jesús lo había hecho. A ese gesto llamaban “la fracción del pan” y en él encontraron el alimento que agrada y sostiene, la fuerza para mantenerse unidos y construir en este mundo la fraternidad entre todos, sin discriminaciones. Celebramos la fiesta del “Corpus Christi” para confesar públicamente la presencia real, viva y operante de Cristo resucitado en el sacramento de la eucaristía.
“Este es mi cuerpo y esta es mi
sangre que se entregan”. Quiere decir: esta es mi persona, mi forma de vivir y mi forma de morir por amor a los demás; por defender la dignidad de todos poniéndome al lado de los pobres, enfermos, tirados a la vera del camino. La misma vida de Dios que como amor continuamente está creando y animando todo lo buen y justo que hay en el mundo. Según el concilio de Trento, “en la eucaristía Jesucristo dejó el símbolo de la unidad y del amor, en el que quiso que todos los cristianos vivan unidos”
“Tomad y comed”. Cristo Resucitado se hace presente prioritariamente no para ser adorado sino para ser comido; es decir para que tratemos de re-crear su conducta en nuestra propia historia. Podemos y debemos hacer exposiciones del Santísimo y procesiones solemnes porque el Resucitado está presente en el sacramento del pan y del vino. Pero sin olvidar que esa presencia es para la comunión. Tanto la adoración como la proclamación pública de la fe tienen sentido y deben orientarse a “comer”, asimilar, dejarnos transformar por el Espíritu de vida que animó la conducta de Jesús y venció la oscuridad de la muerte.
“Mis manos, esas manos y Tus manos,
Hacemos este gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida
Llamados por la luz de Tu memoria
Marchamos hacia el Reino haciendo historia
Eterna y subversiva Eucaristía” (P.Casaldáliga)
Poco antes de morir Jesús celebró una comida con sus discípulos prometiéndoles, que seguiría con ellos siempre que se reunieran para compartir como lo estaban haciendo en aquella comida. Fieles a la promesa los primeros cristianos se reunían para compartir el pan y el vino como Jesús lo había hecho. A ese gesto llamaban “la fracción del pan” y en él encontraron el alimento que agrada y sostiene, la fuerza para mantenerse unidos y construir en este mundo la fraternidad entre todos, sin discriminaciones. Celebramos la fiesta del “Corpus Christi” para confesar públicamente la presencia real, viva y operante de Cristo resucitado en el sacramento de la eucaristía.
“Este es mi cuerpo y esta es mi
sangre que se entregan”. Quiere decir: esta es mi persona, mi forma de vivir y mi forma de morir por amor a los demás; por defender la dignidad de todos poniéndome al lado de los pobres, enfermos, tirados a la vera del camino. La misma vida de Dios que como amor continuamente está creando y animando todo lo buen y justo que hay en el mundo. Según el concilio de Trento, “en la eucaristía Jesucristo dejó el símbolo de la unidad y del amor, en el que quiso que todos los cristianos vivan unidos”
“Tomad y comed”. Cristo Resucitado se hace presente prioritariamente no para ser adorado sino para ser comido; es decir para que tratemos de re-crear su conducta en nuestra propia historia. Podemos y debemos hacer exposiciones del Santísimo y procesiones solemnes porque el Resucitado está presente en el sacramento del pan y del vino. Pero sin olvidar que esa presencia es para la comunión. Tanto la adoración como la proclamación pública de la fe tienen sentido y deben orientarse a “comer”, asimilar, dejarnos transformar por el Espíritu de vida que animó la conducta de Jesús y venció la oscuridad de la muerte.
“Mis manos, esas manos y Tus manos,
Hacemos este gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida
Llamados por la luz de Tu memoria
Marchamos hacia el Reino haciendo historia
Eterna y subversiva Eucaristía” (P.Casaldáliga)