Semana Santa 2018

Jueves santo; "Lo que cuenta es el amor"

“Os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis lo mismo”

1 Jesús de Nazaret vivió y actuó apasionado por construir un mundo de felicidad para todos; curó enfermos, infundió confianza en los pobres y excluidos, invitó una y otra vez, con palabras y gestos, a los soberbios y arrogantes para que se liberaran de sus ídolos o falsos absolutos que son el tener, poder, aparentar, y gozar inmediatamente y lo más posible a costa de quien sea y de lo que sea. Pero la respuesta fue la que los hombres damos una y otra vez: eliminemos al profeta. En vez de huir o renunciar a su proyecto -esa nueva humanidad evocada en el símbolo “reino de Dios”- Jesús siguió adelante.

2. Horas antes de ser detenido y condenado a muerte, Jesús celebró una comida para despedirse de sus discípulos más próximos. En ella manifestó lo que había intentado en su vida y cómo interpretaba él su muerte. Cuando parecía que todo estaba perdido y no había porvenir, Jesús se entrega incondicionalmente: aquí está mi carne y mi sangre, mi persona, con toda mi vida, con lo que he dicho y hecho: “tomad y comed”. Como si dijera: que mi conducta histórica sea la referencia para vuestra forma de vivir y de actuar.

3. Y esto mismo dio a entender en otro gesto inaudito dentro de aquella cultura judía. Nunca el señor la los pies al siervo; si este llegaba cansado del campo, tenía obligación de preparar el agua y lavar los pies del amo. Pero Jesús, siendo señor y maestro, actuó como un esclavo; se despojo de su manto, se ciñó con el mandil del servidor y, arrodillándose delante, lavó los pies de cada discípulo.
Pedro no entiende ni acepta este cambio de perspectiva: ¿no es Jesús el Libertador político que a todos someterá con su poder? Pedro expresa la mentalidad que todavía hoy tenemos incluso muchos cristianos. En esa mentalidad se comprende que, cuando las cosas se ponen mal y llega la humillación, no soportemos el fracaso, y la esperanza fenece. Cuando Jesús lavó los pies a sus discípulos, dijo: “os he dado ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo”. Al celebrar la eucaristía debemos recordar no sólo un gesto que Jesús hizo, sino cuándo lo hizo: “en vísperas de su muerte”, cuando no había futuro humanamente posible. Pero Jesús vivía una experiencia muy singular: “no estoy solo porque el Padre está conmigo”. Fundamentada en esa presencia brotaba una esperanza capaz de dar sentido al sufrimiento y a la muerte.
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