La verdadera religión (23.3.14)
”Llega la hora en que quienes quieran dar culto verdadero, adorarán al Padre en espíritu y en verdad”1.
El cristianismo es una religión y como todas las religiones tiene sus prácticas y ritos. Las manifestaciones externas son necesarias, pero puede ocurrir que a veces sean pura rúbrica y cumplimiento vacío, si no responden y animan una experiencia de fe y una conducta según el espíritu de Jesucristo. Lo más importante para un cristiano es tratar de vivir y actuar como Jesús de Nazaret vivió y actuó: buscando y trabajando siempre, hasta entregar la propia vida, por realizar en este mundo el proyecto de amor, de justicia y de fraternidad entre todos los seres humanos. Para celebrar y alimentar esa conducta tienen sentido las prácticas religiosas.
Con frecuencia sin embargo los ritos religiosos se independizan de la experiencia y conducta humanas en que la fe cristiana toma cuerpo. Entonces se reducen a estructura cultual sin vida. Algo así ocurrió en la historia del pueblo donde se escribió la Biblia. Hubo una época en que los potentados que se asentaban en Jerusalén eran también los dueños del templo y del culto. Observaban y cumplían meticulosamente los ritos religiosos, pero practicaban la discriminación y la injusticia explotando a los más pobres y débiles. Su culto religioso encubría los sentimientos de un corazón perverso y la injusticia que Dios lo quiere. Ya Santiago avisa del peligro a los primeros cristianos: “la religión pura y sin mácula delante de Dios Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”.
El clima social que hoy respiramos es inhóspito para un creyente cristiano, y corremos el peligro de cerrarnos en los templos con unas prácticas religiosas que nos dispensen del testimonio que debemos ofrecer en la sociedad con nuestra conducta. Criterio de la misma es la misericordia, la justicia, tender el corazón y la mano a cuantos, por distintas causas, encontramos tirados y abandonados junto al camino. Sin este compromiso no hay un culto cristiano en espíritu y en verdad.
El cristianismo es una religión y como todas las religiones tiene sus prácticas y ritos. Las manifestaciones externas son necesarias, pero puede ocurrir que a veces sean pura rúbrica y cumplimiento vacío, si no responden y animan una experiencia de fe y una conducta según el espíritu de Jesucristo. Lo más importante para un cristiano es tratar de vivir y actuar como Jesús de Nazaret vivió y actuó: buscando y trabajando siempre, hasta entregar la propia vida, por realizar en este mundo el proyecto de amor, de justicia y de fraternidad entre todos los seres humanos. Para celebrar y alimentar esa conducta tienen sentido las prácticas religiosas.
Con frecuencia sin embargo los ritos religiosos se independizan de la experiencia y conducta humanas en que la fe cristiana toma cuerpo. Entonces se reducen a estructura cultual sin vida. Algo así ocurrió en la historia del pueblo donde se escribió la Biblia. Hubo una época en que los potentados que se asentaban en Jerusalén eran también los dueños del templo y del culto. Observaban y cumplían meticulosamente los ritos religiosos, pero practicaban la discriminación y la injusticia explotando a los más pobres y débiles. Su culto religioso encubría los sentimientos de un corazón perverso y la injusticia que Dios lo quiere. Ya Santiago avisa del peligro a los primeros cristianos: “la religión pura y sin mácula delante de Dios Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”.
El clima social que hoy respiramos es inhóspito para un creyente cristiano, y corremos el peligro de cerrarnos en los templos con unas prácticas religiosas que nos dispensen del testimonio que debemos ofrecer en la sociedad con nuestra conducta. Criterio de la misma es la misericordia, la justicia, tender el corazón y la mano a cuantos, por distintas causas, encontramos tirados y abandonados junto al camino. Sin este compromiso no hay un culto cristiano en espíritu y en verdad.