DIOS DISFRUTA PERDONANDO





Al menos hasta los tiempos y mentalidad del Concilio Vaticano II, se vivieron -vivimos- el pecado y el perdón en una pastoral del miedo, si no del terror.
Todo el cristianismo estaba coloreado de unos tonos sombríos de pecado, miedo, castigo, condenación, infierno y todo ello degeneraba en culpabilidad, angustia, escrúpulos, cuando no en trastornos de la psicología profunda de la personalidad.
Sin embargo, Dios no se cansa nunca de perdonar


01. PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN.

(Lc 23,34).
Quiero comenzar esta homilía, estas consideraciones recordando que Jesús perdonó siempre:
Jesús pasó la vida sanando, perdonando, haciendo el bien.
Jesús predicó infinidad de parábolas sobre la misericordia, sobre el perdón Dios. Jesús comió con pecadores y publicanos, no juzgó a la mujer adúltera, (Jn 7,53-8,11), entró en casa de Zaqueo, (Lc 19,1-10), las parábolas del hijo pródigo (de los dos hijos) (Lc 15) son el modelo de un Dios que perdona siempre. Lo último que hace Jesús a su muerte es lo que hizo durante toda su vida perdonar:
Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. (Lc 23,34).
Hoy estarás conmigo en el Paraíso, (Lc 23,43)











A Jesús, como a nosotros, le hacía bien perdonar. A Dios le hace bien perdonar y a nosotros más ser perdonados y perdonar.

Sin embargo, nadie, que sea sensato, dice que sea fácil perdonar:
¡Cómo no vamos a comprender a quien dice no poder perdonar! ¡Cómo no entender expresiones afines: “perdono, pero no olvido”, o incluso, “ni perdono, ni olvido”. ¡Cómo no ser conscientes de que haya familias que no se hablen, hermanos (Caín y Abel) que se odian, vecinos totalmente enemistados, ciudadanos enfrentados por motivos políticos! Lo más común en la sociedad es que “quien la hace la paga”.
También hay actitudes hondamente cristianas “Espero acabar perdonando antes de morir”, decía Ortega Lara, secuestrado durante año y medio, como todos recordamos. Hay personas, posturas de una gran altura humana, moral, espiritual.
Perdonar hace bien a todos. El perdón supone y confiere una gran altura y calidad personal.

ODIAR

El Diccionario de la Real Academia de la lengua dice que odiar es la “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea.”
Decía Nietzsche que “ver-sufrir produce bienestar; hacer-sufrir, más bienestar todavía”.
Pero el placer que produce el odio no soluciona nada y hace daño a todos, tanto al que odia como al odiado.
Además el odio envenena de muerte todo lo que toca y el odio lleva directamente a la muerte: Caín y Abel.
Ya en el campo, Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató. Dios dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?» Replicó el Señor: «¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde la tierra. (Gn 4,1-9).
El odio no es solamente cosa de Caín y Abel, de dos personas, o de Caín con Dios, sino que “toda la tierra” y todos quedamos impregnados de un profundo malestar. El odio y la venganza de la tierra impregna a toda la humanidad: la sangre de tu hermano clama al cielo. Caín y Abel es el mito que no existió nunca, pero se da todos los días en nuestras familias, pueblos, opciones ideológicas, etc…









02. PERDONAR.
El término perdonar – perdón viene del latín y, parece ser, que significa: per y donare, "pasar, cruzar, adelante, pasar por encima de" y "donar, donación, regalo”.
Perdonar sería un “pasar bondadosamente por encima” de muchas, y en ocasiones viejas, situaciones.

03. DIOS Y JESÚS PERDONAN SIEMPRE.
Nos han enseñado que Dios es muy justo y que no tiene más remedio que condenar. Sin embargo lo que podemos apreciar en Jesús y en el Dios de Jesús es otra cosa: es alianza, es perdón, reconciliación. Dios no se hace respetar a golpe de condenación, sino de perdón. Dice el salmo 129,4: de Ti procede el perdón, y así infundes respeto.
Y Jesús, lo mismo. Desde el comienzo de su predicación (vida pública) hasta su muerte, siente misericordia, lástima, compasión, perdón.
He sido enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva ... y proclamar un año de gracia del Señor. (Lc 4,18-19)
Un Dios justiciero y vengativo no es el Dios de Jesús. Nuestro Dios es acogedor, perdonados siempre y con todos. En ocasiones, en alguna teología, da la impresión de que nos molesta que Dios sea bueno y perdonador.

04. EL PERDÓN ACONTECE EN LA INTERIORIDAD DEL CORAZÓN.
El perdón acontece y se vive en lo más íntimo de la conciencia y del alma. Es una actitud interior. Perdonar es reconocer el mal, pero para apaciguar pulsiones e iras, violencias y venganzas. Y todo ello en el interior.
El perdón no surge de una ley en un parlamento, ni tan siquiera de un tratamiento psicológico, aunque la psicología tenga también mucho que ver en estas cosas. El perdón realiza un cambio de corazón.

05. PERDONAR ES UN PROCESO DE SANACIÓN.

Perdonar hace bien a todos, al que pide perdón y al que lo regala, (gracia).
Solamente el perdón rompe la espiral del odio interior, personal, y exterior
El perdón es un proceso de sanación. A veces no es fácil perdonar, porque hay una herida, más o menos sangrante, que ocupa tiempo, pensamientos y sentimientos, que deja secuelas, a veces físicas, psíquicas, económicas o sociales y siempre afectivas. La decisión de perdonar sana nuestro corazón, nuestra vida.
Resentimiento significa re-sentir, “volver a sentir”, estar siempre hurgando en la herida. Necesitamos perdonar para no hacernos más daño a nosotros mismos, así como tampoco transmitir más odio a los demás.

06. PERDONAR SIEMPRE, EL PERDÓN COMO ACTITUD EN LA VIDA.
Jesús le dice a Pedro y a nosotros que hace bien perdonar siempre: setenta veces siete. La cosa tiene sus ancestros en la historia de la humanidad (de la Biblia):
Caín será vengado siete veces, pero Lámek será vengado setenta y siete veces. (Gn 4,24)
Lamek es un descendiente directo y casi in mediato de Caín que mató a un hombre por una herida que le hizo y mató igualmente a un muchacho, (Gn 4,23).

Nosotros, la humanidad somos también descendientes “directos de Adán, Eva, Caín, Lamek”, etc. La tendencia a la venganza en el corazón humano es infinita.
El perdón también ha de ser “infinito”, setenta veces siete.

07. EL PERDÓN REORDENA, RESITÚA LA VIDA.
Cuando miramos nuestro interior y las situaciones que vivimos, caemos en cuenta de qué es lo que vale la pena en la vida. El perdón pone en orden la vida.
No hay patria, ni dinero, ni herencia, ni poder, ni placer por encima del ser humano, del hermano.

Naturalmente que en muchas circunstancias las relaciones no podrán volver a ser como lo fueron. Pero el perdón abre caminos y vuelve a encauzar la vida.

Perdonar no es olvidar, sino que es recordar pero con misericordia, posiblemente con pena, pero sin odio. Perdonar es resituar la vida en la serenidad y humildad de la debilidad humana.
El perdón deja una gran paz en lo más profundo del corazón, incluso cuando el perdón no es acogido a quien se lo ofrecemos. El perdón tiene mucho que ve con la calma, serenidad, sencillez, con el sosiego.




10. SIN PERDÓN NO HAY COMUNIDAD, NI EUCARISTÍA.
Cuando las heridas continúan abiertas, mal cerradas o cerradas en falso, es muy difícil una vida comunitaria sana, sea familiar, religiosa o cívica. Coexistiremos, pero sin perdón, la vida será difícil, ¿o no lo está siendo en el orden político y eclesiástico?
La Eucaristía es la asamblea de los que nos sentimos reconciliados y con la buena voluntad de perdonar
NO TE DIGO HASTA SIETE VECES, SINO HASTA SETENTA VECES SIETE,
PERDONA SIN LÍMITES




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