Virgen del Pilar: evangelio y fraternidad
La advocación del Pilar, aplicada a la Virgen María, resulta muy significativa porque orienta directamente al misterio de Cristo. Y eso desde tres puntos de vista.
En la primera mitad del siglo pasado muchos españoles fueron acogidos en América. Hoy muchos americanos quieren ser acogidos en España. Hagamos de nuestras tierras, tierras de acogida y sólo así serán tierras de Dios, bajo la mirada complacida de María.
| Martín Gelabert
La advocación del Pilar, aplicada a la Virgen María, resulta muy significativa porque orienta directamente al misterio de Cristo. Y eso desde tres puntos de vista. En primer lugar, porque la Virgen del Pilar está estrechamente ligada a la primera evangelización de España. Según cuenta la tradición, allá por el año 40, el apóstol Santiago, junto con unos compañeros, en las orillas de río Ebro, desanimados por las grandes dificultades que estaban atravesando en su tarea evangelizadora, vieron aparecer a la Virgen sobre un pilar de mármol, quién les animó a seguir adelante a pesar de las dificultades. El anuncio del Evangelio, ya desde sus inicios, tuvo que superar muchos obstáculos, pues, como dice san Pablo, a unos les parece una locura y a otros una tontería. No es de extrañar que muchos oyentes se muestren indiferentes ante la predicación o la rechacen. Rechazo o indiferencia que los creyentes debemos respetar, pero que no tienen que ser óbice para seguir dando testimonio de Cristo.
Por otra parte, el pilar o la columna sobre la que se apareció la Virgen es un símbolo de firmeza. En nuestro caso de la firmeza y de la fuerza de la fe. Se comprende así que la oración propia del día del Pilar pida a Dios, por intercesión de la Virgen, “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”. Esta oración nos remite a las tres actitudes fundamentales de la vida cristiana. Cada una va acompañada de un calificativo muy apropiado, pues la fe, a pesar de las muchas preguntas que el creyente se plantea, es firme. El creyente, a veces, tiene pocas cosas claras, pero está seguro del camino. Es como un ciego que tiene un excelente guía: no ve, pero anda seguro. La esperanza es segura, pues como dice san Pablo, no falla porque se apoya en el amor de Dios, que nunca nos abandona. Finalmente, la oración pide que nuestro amor a Dios sea constante, o sea, que nunca nos apartemos de él.
Finalmente, la Virgen del Pilar es la virgen de la hermandad, recordando que un 12 de octubre un grupo de españoles divisaron por primera vez tierras americanas. Esta hermandad entre los pueblos de España y de América, bajo el manto de la Virgen del Pilar, encuentra un hermoso símbolo en las muchas banderas americanas que se encuentran en la capilla de la Virgen en Zaragoza. En este sentido la Virgen del Pilar vuelve a orientar a Cristo, que une a los pueblos. Según la carta a los efesios (2,14) Cristo es nuestra paz, porque derriba los muros que separan a los pueblos. La Virgen del Pilar invocada en España y en América nos llama, como buena madre, a vivir como hermanos y a acogernos. En la primera mitad del siglo pasado muchos españoles fueron acogidos en América. Hoy muchos americanos quieren ser acogidos en España. Hagamos de nuestras tierras, tierras de acogida y sólo así serán tierras de Dios, bajo la mirada complacida de María.