Un libro de Francisco Javier Sáez de Maturana para reflexionar en el Adviento que se acerca Juan el Bautista. El precursor de Jesús
Entre los cristianos, desde los primeros tiempos, Juan es un profeta muy querido. Aparece mencionado unas cien veces en los escritos del Nuevo Testamento, prueba de la importancia que se le daba en los comienzos del cristianismo
Conocerle aportará el marco histórico y teológico del que Jesús partió y del que evolucionó, ofreciendo una propuesta personal
Es cierto que, sin Jesús, el Bautista se habría quedado en una figura religiosa más del mundo judío. Pero también es muy cierto que Jesús y su Evangelio serían difíciles de entender sin Juan el Bautista
"Hacía falta un libro que describiese la personalidad completa de Juan el Bautista" –señala en el prólogo el obispo misionero Nicolás Castellanos–, "pero un libro contextualizado en aquel mundo judío, romano, en crisis económica"
Una estupenda opción que puede ayudar a reflexionar en el Adviento que se acerca
Es cierto que, sin Jesús, el Bautista se habría quedado en una figura religiosa más del mundo judío. Pero también es muy cierto que Jesús y su Evangelio serían difíciles de entender sin Juan el Bautista
"Hacía falta un libro que describiese la personalidad completa de Juan el Bautista" –señala en el prólogo el obispo misionero Nicolás Castellanos–, "pero un libro contextualizado en aquel mundo judío, romano, en crisis económica"
Una estupenda opción que puede ayudar a reflexionar en el Adviento que se acerca
Una estupenda opción que puede ayudar a reflexionar en el Adviento que se acerca
El interés de los Evangelios se centra en Jesús, Eso es lo más natural. Pero los cuatro coinciden en que después de Jesús, la figura más importante es Juan el Bautista. Es llamativo ver que después de Jesús, de ningún otro personaje nos dan los relatos evangélicos más datos biográficos que de Juan el Bautista. ¿Qué sabemos de la mayoría de los apóstoles? Pues únicamente su nombre. ¿Qué conocemos de José, el padre legal de Jesús? Apenas alguna mención con motivo del embarazo de María. ¿Y de María, la madre de Jesús? La verdad es que en los Evangelios aparece citada mucho menos que el profeta del desierto.
¿De dónde le viene a Juan esa importancia?
Para los primeros cristianos, la importancia de Juan radica en que con su vida y acciones preparó decisivamente el camino a Jesús. Esto es lo que hoy creemos también nosotros. No podemos olvidar unas palabras de Jesús, cuando más abatido estaba el Bautista, preso en la cárcel de Maqueronte, por orden de Herodes Antipas: «Os aseguro que entre los hijos de mujer no ha habido uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. Desde que apareció Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos pretenden apoderarse de él» (Mt 11,11-12). Son palabras cálidas y generosas, llenas de agradecimiento hacia Juan. Y podríamos decir que Jesús, al pronunciarlas delante de todos, proclamó una alabanza de Juan que parece una auténtica «canonización»: El profeta, preso y para muchos un caído, a los ojos de Jesús es lo más valioso que la historia ha producido, el mayor de los hijos de mujer. ¡Hace pasar a Juan por encima de los más grandes para los judíos: Abraham, Moisés, David…!
Diferentes maneras de presentar al profeta
Sin embargo, las principales fuentes cristianas difieren en la manera de presentar a Juan y el papel que éste desempeñó preparando el terreno para que Jesús pudiera emprender su misión anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios con sus palabras y sus signos de vida.
¿A qué se deben estas diferencias? La razón de estas diferencias se basa en la teología –mirada de fe- que cada autor tiene. Si bien los evangelistas anuncian el mismo mensaje, fieles a la historia y a la tradición, el modo de hacerlo varía conforme a la pretensión de cada cual, a su estatura teológica y literaria, a su sensibilidad y cultura. Pero, sobre todo, las diferencias se deben a la idiosincrasia y a las necesidades de los destinatarios del mensaje, cuya fe en Jesús intentan fortalecer y defender, y a cuyo seguimiento quieren animar. Es fundamental, pues, tener en cuenta que el escritor adapta su mensaje a los receptores del mismo, no con el fin de informar, sino de convencer. Todo ello se plasma, de un modo u otro, en cada Evangelio.
Para entender mejor esto bastaría con mirar varios periódicos de diferentes opciones ideológicas y tomarse el trabajo de analizar en ellos el modo cómo cada cual trata de una misma noticia. En un caso callan la noticia; en otro la resaltan, poniéndola, tal vez, en primera página, destacando un aspecto u otro; incluso, puede ocurrir que quede difuminada entre otras muchas noticias, restándole importancia.
Un solo Juan, cuatro miradas
A la hora de abordar la figura de Juan, su persona y misión, todo eso se ve con gran claridad. Los Evangelios sinópticos, por ejemplo, presentan a Juan predicando que vendría detrás de él otro más grande y superior a él, a quien llamaba «el más fuerte» -quien para ellos no es otro sino Jesús-, pero lo hacen mostrando unos rasgos, unas características y unas dimensiones diversas que ellos descubrieron con los ojos y el corazón puestos en sus comunidades, los cuales, vistos globalmente, enriquecen la impresionante personalidad del profeta del desierto.
Así, aunque todos lo vean como el «precursor», uno hará más énfasis en su papel de «profeta que proclama la inminente venida del Mesías»; otro como el «nuevo Elías que anuncia al Mesías»; un tercero como un «profeta espiritual y orante que anuncia la llegada del Mesías y mueve a la solidaridad y al cambio personal y social»; y un cuarto como el «testigo» privilegiado de Jesús. ¿Falsearon la realidad al hacerlo? De ninguna manera, pues aunque se admita la tendencia de la tradición evangélica a «cristianizar» al Bautista, es innegable la fiabilidad histórica sustancial de los textos evangélicos sobre Juan y sobre sus relaciones con Jesús. Actuando así, ellos percibieron la figura de Juan de manera más completa. Todas las interpretaciones han de ser tenidas en cuenta, pues de no hacerlo nos privaríamos de la riqueza que en conjunto contienen.
En una ocasión, al terminar unas charlas sobre la visión que tienen de Juan los cuatro evangelistas, una señora me preguntó, entre sorprendida y preocupada: «Pero ¿es que hay cuatro «Juanes» en los Evangelios?». La pregunta era interesante. ¿Qué le respondí? Lo mismo que diré a continuación. Una cosa está clara: Los cuatro evangelistas coinciden en que Juan el Bautista fue una figura de enorme importancia en la vida de Jesús, y, de un modo u otro, lo colocan al comienzo del Evangelio.
No hay cuatro «Juanes». Cada evangelista hace un esfuerzo admirable para recordar, interpretar y presentar a Juan, en base a lo que ha recogido, seleccionado y adaptado de la tradición recibida, haciendo énfasis, con libertad y creatividad, en un aspecto de la misión del profeta, pensando en sus hermanos de comunidad en el momento y circunstancias que estaban viviendo, en las preguntas que se hacían y en cómo hacer frente a problemas que ponían en cuestión el núcleo de la fe cristiana. De la presentación que los cuatro hacen de Juan no nos queda sino reconocer que es una persona extraordinaria, imprescindible para conocer a Jesús y un ejemplo de coherencia y fidelidad para todos.
Preguntas importantes
Sin embargo, aun acogiendo y adhiriéndonos a lo que nos ofrece la tradición cristiana por medio de los Evangelios, no podemos ignorar unas cuestiones sumamente relevantes. Cuando leemos el evangelio de Lucas, vemos que, aún antes de nacer, el hijo de Isabel salta de gozo al darse cuenta de la llegada de Jesús, el Salvador, todavía en el seno de María: ¿Es esto posible?, Cuando Juan realizaba su labor de anunciar la aparición de aquél que vendría después de él y le preparaba el camino, ¿se refería concretamente a Jesús?
¿Creía el Bautista que era Jesús el que muchos esperaban que tenía que venir, es decir, el Mesías? Y Jesús, ¿qué pensaba de Juan? ¿Le vio como aquél que le preparó el camino? Si Juan reconoció a Jesús como «el que tenía que venir», y es su testigo principal, ¿por qué continuó bautizando? ¿Por qué no invitó a los que le acompañaban a que se fuesen con Jesús? ¿Por qué sus discípulos siguieron aferrándose al propio Bautista y sólo algunos siguieron sus indicaciones de marcharse con Jesús?
Más aún, ¿cómo pudo haberse perpetuado un movimiento bautista durante tantas décadas tras la muerte de su fundador, si éste había reconocido claramente a Jesús como Mesías? Y, la pregunta que manda hacer Juan, preso en Maqueronte, a Jesús, por medio de sus discípulos, sobre si él era el que había de venir ¿cómo entenderla?
Tratar de responder a estas preguntas es importante, pues –conviene insistir- en la medida que conozcamos más a Juan el Bautista, su vida, su mensaje y su cruel ejecución, conoceremos mejor a Jesús.
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