"Los ancianos son los primeros intérpretes y testigos del nacimiento de Jesús" La Sabiduría de los Años: de Simeón y Ana al padre Ángel

(Xabier Pikaza).- Este libro, preparado por A. Spadaro, Director de la Civiltà Cattolica y editado en inglés por R. Lane y T. McGrath, recoge el testimonio de 31 ancianos de los cinco continentes, que exponen la experiencia básica de su vida, con la respuesta del Papa Francisco, que comenta como anciano y pastor, el sentido y alcance de esos testimonios, mirados desde una perspectiva creyente de amor.

El libro (editado en España por Mensajero-Loyola, Bilbao 2018), tiene 176 páginas, a gran formato, con abundancia de fotografías. Es un regalo de "nacimiento" a la vida desde la sabiduría de los años, un regalo para ancianos y jóvenes , un lujo para ver, un placer para sentir, un mensaje para meditar, en este tiempo de Navidad, cuando son precisamente los ancianos los que más celebran la llegada del Niño Dios.

Este libro ha sido comentado en diversos medios, de forma que quien quiera conocer su contenido puede buscar en google, poniendo simplemente La Sabiduría de los Años, y podrá encontrar el testimonio que más le interesa (en la imagen siguiente comienzo de la presentación del P. Spadaro, SJ).

He dejado pasar un tiempo desde su aparición, para recomendarlo en RD, ahora que es Navidad, siguiendo la indicación de Francisco que en su prólogo (pag. 12) alude a los dos ancianos de la primera Navidad (Simeón y Ana) que reciben a Jesús en Jerusalén para acogerle y ofrecerle su sabiduría de años. Ellos son con María y José, los pastores y los magos, los mejores evangelistas de la Navidad.

Presentaré pues la palabra de estos dos ancianos, para fijarme después, de un modo especial, en la aportación del P. Ángel, uno de los cuatro "sabios de años" españoles que colaboran con su experiencia en el libro, con Chus Landáburu, 62 años, jugador de fútbol; María Dolores de Guevara, 80 años, de Campo Naraya, León, y Miguel Boronat, 69 años de edad, psiquiatra jubilado.

1. La Navidad de los ancianos de Jerusalén (Lc 2, 25‒38)

Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

"Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel..."

Y había una profetisa, llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Éstos son los ancianos del Nacimiento de Jesús, figuras principales de la Navidad. Ellos son, con María y José, con los pastores y los magos, los primeros intérpretes y testigos del nacimiento de Jesús, precisamente el lugar de las promesas de Israel.

‒ El primer anciano se llama Simeón,

como el patriarca violento y justiciero que tomó la espada para vengar a los extranjeros que violaron a la virgen Dina (cf. Gen 34, 30-31; 49, 5-7). Los nacionalistas guerreros de Israel rehabilitaron su figura (cf. Jubileos 30), presentándole como vengador de sangre, patrono de todos los que luchan con la espada en contra de los opresores de su pueblo. De esa forma ha recreado Judit su hazaña sangrienta, ensalzando su figura (Jd 9, 2-15).

Pero este nuevo Simeón de la Navidad (Lc 2, 25-35) no es un guerrero violento y envidioso, como el patriarca antiguo, sino un hombre justo y piadoso que esperaba el consuelo de Israel. Este Simeón personifica la justicia y piedad israelita, propia del pueblo que escucha a Dios, que recibe su Espíritu y espera la llegada de su Cristo.

El texto no dice su edad, pues él no es ahora ni de antes, es de siempre..., siendo sin duda un anciano, al que Dios ha venido iluminando desde antiguo. No es sacerdote, no es escriba, no tiene título ninguno.

Es simplemente un anciano que confía en Dios y espera. Por eso, cuando llegan los padres de Jesús, él se presenta, toma al niño en brazos y bendice a Dios diciendo: Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz... (2, 29).

Ha esperado bien, ha visto cumplida su esperanza, puede morir diciendo: "Nunc dimittis... ahora puedo morir...".

Esta es la petición que repiten los orantes de la iglesia, todos los días, al "completar la jornada". El anciano Israel que es Simeón ha cumplido su tarea, puede acabar, esperando al salvador porque ha llegado por Jesús la salvación para judíos y gentiles, trayendo así la paz a todos los pueblos...

En ese fondo cobran sentido las palabras que él dice a los padres del Niño: Mirad, este está puesto como (causa de) caída y resurrección de muchos en Israel, como señal controvertida, a ti misma una espada te atravesará el alma (2,34-35). Él puede morir, tras haber dicho a los padres (y en especial a María) la tarea de vida que les espera.


Los ancianos Ana y Simeón, con Jesús

‒ Ana, la profetisa de la redención (lytrôsis).

Ana fue, con Myriam la hermana de Moisés y con Débora, profetisa de Barac, la mayor cantora de la "libertad" de Israel (1 Sam 2), de forma que María, la madre de Jesús, ha retomado y actualizado ya su canto en el Magnificat (Lc 1, 45‒55).

Simeón aparecía simplemente como un hombre anciano y justo, que recibe a Jesús y dice María y José la tarea que les queda por realizar con Jesús, como última palabra, antes de morir.

Ana, en cambio, aparece como profetisa de la libertad de la nueva Jerusalén... , pero que no viene de Jerusalén ni de Judá, sino de la tierra de la tribu de Aser, una zona famosa de Gentiles, entre la alta Galilea y el Mar, en los territorios de Tiro de Fenicia Significativamente, su testimonio de mujer anciana y viuda (de ochenta años, aquí se dice su edad), que viene de las tierras del mar de Fenicia (¡en zona casi de paganos, pero cerca de la Galilea de Jesús) ha pasado bastante inadvertido en la piedad y vida de la iglesia.

Los católicos en general veneramos a otra Ana, la abuela de Jesús (madre de María), que es una mujer muy significativa, merecedora de todo cariño, pero "apócrifa", pues su testimonio no aparece en los evangelios canónicos, sino en Proto‒Evangelio de Santiago.

Buena es la figura de esa Ana abuela, cuya fiesta celebra la Iglesia (con la de Joaquín, su marido, también apócrifo) el 26 de julio; pero quizá sería mejor celebrar la memoria de esta Ana profetisa, que había vivido largos años para esperar y recibir a Jesús, en el entorno de su presentación en el tiempo.

Ella es con Simeón, la representante de Israel, que recibe a su Mesías, anunciando y proclamando la "liberación" de Jerusalén, marcándole a Jesús el camino que culminará precisamente en Jerusalén.

El Papa Francisco ha colocado el testimonio de estos dos ancianos de la Navidad de Jesús en Jerusalén como "prólogo" a la historia y testimonio de los 31 nuevos "ancianos", hombre y mujeres de años, que nos ofrecen su testimonio de vida, dejando que el Papa Francisco lo interprete y ratifique.

El P. Ángel, un "sabio de años"

No le quiero ni puedo presentar, pues los lectores de RD conocen bien su figura y pensamiento, con su obra al servicio de niños, mendigos, extranjeros y ancianos, en muchos lugares del mundo. Su foto y testimonio, con la respuesta y comentario de Francisco, aparece en págs. 91‒101. La entrevista ha sido realiza por J. M. Vidal, director de RD, y puede resumirse así:

Padre Ángel, 80 años de edad.
Ángel

El padre Ángel, entrevistado por el periodista José Manuel Vidal, habla del AMOR con mayúsculas-. El que experimenta el padre hacia un hijo. El sacerdote tiene un hijo de origen salvadoreño adoptado desde que el menor tenía poco más de un año y con las secuelas de un accidente doméstico que le provocó quemaduras en todo el cuerpo. Esta relación le ha ayudado a comprender muchas cosas y a vivir una experiencia única.

«Los más pobres y los más poderosos de este mundo, los más jóvenes y los más ancianos, todos necesitamos ser amados. Nos parecemos más de lo que creemos. El amor te hace sufrir, pero siempre te da un resultado más valioso que el sufrimiento. Es como someterse a una cirugía: aguantas el dolor para estar bien. Algunas veces tienes que sufrir para poder experimentar la alegría. Tienes que valorar el amor con todo su dolor y su sufrimiento. Porque el amor es lo único que importa».

Papa Francisco:

«La experiencia del padre Ángel nos dice que el amor a un hijo salva tanto al padre como al hijo».

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