Adelanto editorial: 'Toledo: Biografía de la ciudad sagrada' (Esfera de los Libros) Toledo: nuestra Jerusalén, nuestra Roma

Toledo: biografía de la Ciudad Sagrada, de Daniel Gómez Aragonés
Toledo: biografía de la Ciudad Sagrada, de Daniel Gómez Aragonés

"Todos los españoles, e incluso aunque sea en una pe­queña parte, muchos de los hispanoamericanos y europeos, «somos un poco Toledo» a causa de haber sido esta ciudad alma y esencia de una historia fascinante, que nos preparamos para recuperar, y que ha defi­nido lo que fuimos y lo que somos. Ya veremos qué sucede con Toledo y el «seremos"

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En los próximos días sortearemos entre los socios una ruta guiada para dos personas por Toledo. De la mano de Daniel Gómez Aragonés, escritor y especialista en divulgación histórica y en turismo cultural, el ganador del sorteo y un acompañante podrán disfrutar de una visita guiada para conocer algunos de los mejores secretos de la ciudad. Gómez Aragonés es el autor del libro 'Toledo. Biografía de la ciudad sagrada' (La Esfera de los Libros, 2022)

Tal vez el lector considere que arrancar un libro con una asevera­ción tan fuerte como es el título de esta introducción puede obedecer a un ejercicio de chovinismo por nuestra parte o a un apa­sionamiento desbordado y casi irracional por la urbe del Tajo. Pues bien, querido lector, el arranque de esta obra no obedece ni a una ni a otra razón, aunque no vamos a negar la existencia de un profundo enamoramiento de la vieja capital de los reyes godos. Negarlo a estas alturas bien nos parecería absurdo y un tanto incomprensible.

No obstante, si nos situamos con la distancia que ofrece la perspectiva histórica, podemos ver que desde el punto de vista histórico-político, al igual que desde la visión sacro-religiosa, muchos de los grandes acontecimientos que han marcado y definido la historia de España han pasado de manera directa o indirecta por Toledo. Además, y por ampliar el marco de influencia y trascendencia de Toledo, a nivel cultural ha sido, es y será un referente reconocido internacionalmente. Cuántos grandes autores de nuestras letras no se embriagaron de la magia toledana en el amplio sentido del término… Y por si esto no fuera suficiente, si nos movemos en el singular y «movedizo» plano del mito y de la leyenda, nuestra consideración de Toledo alcanzaría, si se nos permi­te la expresión, una especie de certificación de corte mitológico.

Realmente, todos los españoles, e incluso aunque sea en una pe­queña parte, muchos de los hispanoamericanos y europeos, «somos un poco Toledo» a causa de haber sido esta ciudad alma y esencia de una historia fascinante, que nos preparamos para recuperar, y que ha defi­nido lo que fuimos y lo que somos. Ya veremos qué sucede con Toledo y el «seremos».

Toledo: biografía de la ciudad sagrada

A pesar de la cita inicial y de estas primeras líneas, en verdad no hemos expresado ningún hecho o circunstancia concreta más allá de claras y justificativas generalidades para probar el rango de nuestra Je­rusalén, nuestra Roma. Obviamente, no vamos a extendernos ahora en responder a la pregunta de por qué consideramos esto, dado que la explicación se irá desgranando en el largo camino que nos dispone­mos a recorrer. Sin embargo, y como creemos en las virtudes del caballero y/o de la dama, sí recogemos el guante y señalamos que, como Jerusalén, Toledo es una urbe vinculada a cristianos, judíos y musulmanes. Pero no es un enclave más en el sentido de un pasado que haya dejado unas huellas arqueológicas y documentales muy perceptibles por parte de las tres confesiones del libro, ni tampoco por mitos en­vueltos en un barniz de «buenismo» propio del siglo xxi, reconvertido en lo que se suele llamar lo «políticamente correcto», que no es más que un rasgo del triste posmodernismo imperante.

Si Toledo es la ciudad de las «tres culturas», de las tres religiones, lo es porque para cristianos, judíos y musulmanes fue una ciudad sacra, una ciudad sa­grada por la que vivir y morir, por la que amar su conquista y llorar su pérdida, por la que coexistir cuando era menester y de una manera inconcebible en el resto de Europa, norte de África y Oriente Medio, y por la que levantar auténticas joyas arquitectónicas, crear bellísimas obras de arte y escribir textos únicos

No. Si Toledo es la ciudad de las «tres culturas», de las tres religiones, lo es porque para cristianos, judíos y musulmanes fue una ciudad sacra, una ciudad sa­grada por la que vivir y morir, por la que amar su conquista y llorar su pérdida, por la que coexistir cuando era menester y de una manera inconcebible en el resto de Europa, norte de África y Oriente Medio, y por la que levantar auténticas joyas arquitectónicas, crear bellísimas obras de arte y escribir textos únicos.

Si se nos permite la licencia cinematográfica, en la película del año 2005 El Reino de los Cielos, dirigida por el genial Ridley Scott, hacia el final, el personaje de Balian de Ibelin, interpretado por Orlando Bloom, en el momento de negociar con el gran Saladino la rendición de Jerusalén, le pregunta: «¿Cuánto vale Jerusalén?», a lo que el perso­naje de Saladino, interpretado por Ghassan Massoud, le responde: «Nada…Todo». Para nosotros, y no solo a nivel personal sino desde el punto de vista que hemos señalado en el segundo párrafo tras la cita de esta introducción, eso también es Toledo.

Catedral de Toledo
Catedral de Toledo

¿Y por qué nuestra Roma? No en vano estamos hablando de algo que ya hemos nombrado en múltiples ocasiones en anteriores trabajos, la urbs regia, la gran capital de los reyes godos. Condición regia que más allá de conquistas y reconquistas, de idas y venidas, de olvidos y letargos, de crisis y resurgimientos modernos siempre ha estado presente independientemente del papel netamente político y administrativo que jugase. Toledo fue la capital del germen de España, el Reino Visigodo, y Toledo fue y sigue siendo, al menos así lo venimos defendiendo, la capital espiritual de España, pero que nadie piense en ideas o conceptos políticos contaminados del siglo xx y xxi, nos mo­vemos en unas esferas que van más elevadas, tal y como sucede con la Ciudad Eterna. Si se nos vuelve a permitir otra licencia cinematográ­fica, en la película del año 2000 Gladiador —curiosamente también dirigida por Ridley Scott—, tras la batalla inicial se reúnen en la tienda del emperador el actor que encarna a Marco Aurelio, Richard Harris, y el ya mítico personaje de Máximo Décimo Meridio, inter­pretado soberbiamente por Russell Crowe. En dicha escena, tras una conversación inicial, el primero le pregunta al segundo: «¿Y qué es Roma, Máximo?», a lo que el general responde: «He visto mucho del resto del mundo, es brutal, es cruel y oscuro. Roma es la luz». Pues, para nosotros, una luz con la misma esencia y casi sentido se refleja y se desprende desde Toledo. Pero no solo ha sido y es «luz», sino tam­bién ha sido y es, lo que dice Marco Aurelio en Gladiador con respec­to a Roma y que nosotros volvemos a trasladar al significado de To­ledo: «Una vez hubo un sueño llamado Roma. Solo podías susurrarlo, a nada que levantaras la voz, se desvanecía, tal era su fragi­lidad». Toledo, como también pensamos de Roma, ni se ha desvane­cido, ni se desvanecerá.

Toledo fue la capital del germen de España, el Reino Visigodo, y Toledo fue y sigue siendo, al menos así lo venimos defendiendo, la capital espiritual de España, pero que nadie piense en ideas o conceptos políticos contaminados del siglo xx y xxi, nos mo­vemos en unas esferas que van más elevadas, tal y como sucede con la Ciudad Eterna

No obstante, no solo en el hecho de haber sido la sede regia del Regnum Gothorum ni en el plano metafórico que hemos expuesto usando las referencias de la película protagonizada por Russell Crowe vemos la condición de Toledo como la de nuestra Roma. Siguiendo la misma línea imperial, la ciudad del Tajo también fue el corazón de un imperio, el cual seguía la estela del Imperio romano, aunque en el caso toledano con un indudable sentido católico de principio a fin. El Im­perio español y Toledo, aunque Toledo no tuviese el rango de capital del Imperio, reflejaron el alma y el espíritu del Imperio romano y de su gran capital, los cuales antes habían sido recogidos por el Imperio de Carlomagno y Aquisgrán.

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