Del misionero Fabio Ciardi, en Editorial Ciudad Nueva La Virgen Desatanudos en "Ese palpitar silencioso. La oración de la espiritualidad de Chiara Lubich"

Son muchas las advocaciones con las que el pueblo de Dios se relaciona e invoca a  “Nuestra Señora la Santísima Virgen María”. Muchas, y además originales, variadas y ricas, que se corresponden con otros tantos milagros, lugares en los que se aparecieron, o aparecieron sus imágenes, u otras circunstancias relacionadas no pocas de ellas, con la naturaleza como “lugar sagrado” por antonomasia y más en los tiempos actuales en los que la ecología reclama sus derechos de modo inviolable, persistente y “franciscano”.

En el caso de esta reseña bibliográfica destaco la advocación de “Nuestra Señora de Desatanudos”, con referencias explícitas a que el término “nudo” está definido en los diccionarios como “lazo que aprieta y se cierra con sus dos cabos”, normalmente difícil de soltar. La advocación mariana, poética y ascético-mística por cada uno de sus versos, está descrita en el nuevo libro de la Editorial Ciudad Nueva-CN- titulado “Ese palpitar silencioso”, en su colección “Mística y Espiritualidad”, con el subtítulo de “La oración de la espiritualidad de Chiara Lubich”. En su página 88 reza así: “Virgen Desatanudos/ tú, Inmaculada/, omnipotente por gracia/ ayúdanos en el momento presente/ en el que la humanidad debe desatar nudos dificilísimos/ haz, con tu amor de madre/ que todos los hombres formen una única familia/, /la de los hijos de Dios./ Es la solución de todo,/ Amén”

Fabio Ciardi, el autor del libro, es misionero oblato de María Inmaculada y profesor de teología de la vida consagrada en el “Claretianum” de Roma, con diversas publicaciones traducidas también al castellano. Fiel intérprete del pensamiento y de la vida de Chiara Lubich, el resumen del libro lo concentra en estas palabras: “¿Por qué rezamos? Porque queremos seguir a Jesús, ser iguales que él. Jesús no solo ora, sino que nos enseña a orar para que vayamos tomando conciencia de nuestra identidad. Pues, en efecto,  cuando rezamos, nos percatamos de que somos el “tú” de Dios y que él es nuestro “tú”. Lean, relean y “recen”, por favor, la página 39, que inserta la oración iniciada con las palabras “Te he encontrado en muchos lugares, Señor…”.