Agustí Colomer, Premio Soler i Estruch, en Edicions del Bullent 'Un bri d’esperança'
"El texto de Agustí Colomer es un canto a la esperanza, una de las tres virtudes teologales, que hacen que la vida tenga sentido, a pesar de las dificultades, los contratiempos y el sufrimiento"
"Una metáfora del entusiasmo y de la fragilidad con que unos jóvenes preparan una representación de teatro en valenciano en plena dictadura franquista"
Este es el título del libro del amigo Agustí Colomer, una obra de 131 páginas, que ha ganado el Premio Soler i Estruch en la edición 62aav del Certamen Literario “Castellum Ripae”.
El texto de Agustí Colomer es un canto a la esperanza, una de las tres virtudes teologales, que hacen que la vida tenga sentido, a pesar de las dificultades, los contratiempos y el sufrimiento. El libro comienza con una referencia al bellísimo poema de Charles Péguy: “El misterio de los santos inocentes”, donde este pensador francés del siglo pasado, nos muestra la esperanza como una niña. Si la fe, según Péguy, “es una iglesia, es una catedral” y la caridad “es un hospital, un asilo que acoge todas las miserias del mundo”, la pequeña esperanza es la que da sentido a todo eso: “Pero sin la esperanza, todo eso no sería sino un cementerio”, como dice Péguy.
Agustí Colomer, con un lenguaje ágil y bello, nos muestra la historia de una niña “llena de vitalidad, a pesar de la enfermedad que sufre” y por eso “se convierte en una metáfora del entusiasmo y de la fragilidad con que unos jóvenes preparan una representación de teatro en valenciano en plena dictadura franquista”.
La esperanza es la que mueve, la que hace avanzar, a estos jóvenes en su propósito, a pesar de las incomprensiones, los recelos o el vacio que sienten. Así, con tenacidad y perseverancia, aquellos tres jóvenes -Francesc de Paula Burguera, Joan Fuster i Fermí Cortés- consiguieron lo que se proponían. De esta manera, el 11 de octubre de 1952, pudieron representar en la ciudad valenciana de Sueca, la obra: “La buena nueva a María”, del escritor Paul Claudel.
Agustí Colomer, con su obra, nos contagia el entusiasmo de aquellos que creen que, a pesar de todo, “no hay muro suficientemente fuerte que no se rompa si ponemos una brizna de esperanza”. Por eso Vaclav Havel decía que la esperanza “no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción que alguna cosa puede salir bien, sino la certeza que lo que hacemos tiene sentido, independientemente de como acabe”.
Agustí Colomer, nacido en Alcoi el 1961, es licenciado en Derecho por la Universidad de València y funcionario del cuerpo técnico de la Generalitat Valenciana. Actualmente ocupa el cargo de letrado secretario general de la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Otras obras suyas son: “Retrobar la tradició” (1996), “El valencianisme que ve” (2006), “Temps d’acció” (2007), “A trenc d’alba” (2016) o “La independència” (2017).
La narración de Agustí Colomer me ha recordado la imagen que el papa Francisco hacía de la esperanza, en la homilía en Santa Marta el 23 de octubre del año pasado. El papa Bergoglio cuando hablaba de la esperanza nos mostraba la imagen de una mujer embarazada, “que espera alegremente el encuentro con su hijo que ha de nacer y todos los días pone sus manos sobre su vientre para acariciar el hijo”. Por eso el papa Francisco nos decía que la esperanza es “vivir para el encuentro”. Es lo que decía también Sören Kierkegaard, cuando hablaba de la esperanza como “la pasión por aquello que es posible”.
Esta obra de Agustí Colomer nos muestra la pasión por lo que es posible, pero también por lo que parece imposible.
En este tiempo en el que celebramos el Misterio Pascual, la lectura de este libro nos ayuda a mantener y a vivir la esperanza, ya que el Misterio de muerte y de vida de Jesús nos hace afrontar el presente y el futuro de una manera nueva.
Yo soy, dice Dios, Maestro de las Tres Virtudes.
La Fe es una esposa fiel.
La Caridad es una madre ardiente.
Pero la esperanza es una niña muy pequeña.
La Fe es la que se mantiene firme por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se da por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se levanta todas las mañanas.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es la que se estira por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se extiende por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que todas las mañanas nos da los buenos días.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es un soldado, es un capitán que defiende una fortaleza.
Una ciudad del rey.
En las fronteras de Gascuña, en las fronteras de Lorena.
La Caridad es un médico, una hermana de los pobres,
que cuida a los enfermos, que cuida a los heridos,
a los pobres del rey,
en las fronteras de Gascuña, en las fronteras de Lorena.
Pero mi pequeña esperanza es la que saluda al pobre y al huérfano.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es una iglesia, una catedral enraizada en el suelo de Francia.
La Caridad es un hospital, un sanatorio que recoge todas las desgracias del mundo.
Pero sin esperanza, todo esto no seria más que un cementerio.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es la que vela por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que vela por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se acuesta todas las noches
y se levanta todas las mañanas
y duerme realmente tranquila.
Yo soy, dice Dios, el Señor de esa Virtud.
Mi pequeña esperanza
es la que se duerme todas las noches,
en su cama de niña, después de rezar sus oraciones,
y la que todas las mañanas se despierta
y se levanta y reza sus oraciones con una mirada nueva.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Tres Virtudes.
La Fe es un gran árbol, un roble arraigado en el corazón de Francia.
Y bajo las alas de ese árbol, la Caridad,
mi hija la Caridad, ampara todos los infortunios del mundo.
Y mi pequeña esperanza no es nada más
que esa pequeña promesa de brote
que se anuncia justo al principio de abril.
Charles Péguy. 'El misterio de los Santos Inocentes'