Un nuevo libro del veterano periodista y colaborador de RD 'Las catedrales son del pueblo': Antonio Aradillas en estado puro
"Sí, las catedrales son del pueblo, esta es la reiterada proclama que encabeza cada una de las páginas del libro 'Las Catedrales son del Pueblo' publicado en ACCI ediciones, uno más, de los escritos por el veterano periodista en activo y conocido presbítero y periodista Antonio Aradillas"
"A modo de agudizada y afinada saeta, Antonio Aradillas utiliza un versado estilo narrativo reivindicador del carácter popular adscrito a los diversos procesos constructivos de las catedrales erigidas para invitar al fiel a integrarse con un espacio, considerado sagrado"
"Antonio Aradillas, canaliza y proyecta lo mejor de sí mismo, encarnado en cada una de las piedras que se fueron incorporando para elevar y reclamar hasta lo celeste"
"En acelerada síntesis, la espiritualidad, el arte y la cultura se confabulan en orden a la textualizada clarificación al unísono con la pietista devoción, la libertad y el culto, la pertenencia, el legado y la herencia de un patrimonio heredado por el dignificado Pueblo de Dios"
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"Antonio Aradillas, canaliza y proyecta lo mejor de sí mismo, encarnado en cada una de las piedras que se fueron incorporando para elevar y reclamar hasta lo celeste"
"En acelerada síntesis, la espiritualidad, el arte y la cultura se confabulan en orden a la textualizada clarificación al unísono con la pietista devoción, la libertad y el culto, la pertenencia, el legado y la herencia de un patrimonio heredado por el dignificado Pueblo de Dios"
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| Antonio Bonet Salamanca
Sí, las catedrales son del pueblo, esta es la reiterada proclama que encabeza cada una de las páginas del texto, uno más, de los escritos por el veterano periodista en activo y conocido presbítero y periodista Antonio Aradillas.
El presente texto de dilatada y estudiada elaboración deriva de la pausada selección extraída del meritorio patrimonio histórico-artístico de nuestro secular legado catedralicio. Exquisita conjunción temática, elevada a su máximo nivel encarnado en lo popular como identidad asociativa y privativa para cada uno de los residentes en este país, al que, desde antaño, denominamos España. Más allá del entorno eclesial, como administrador de tan rico y secular preciado comunitario, presidido por la Cátedra estancial, escogido lugar, en la que podemos visitar al Señor de los Señores como inequívoco referente de cualquier ser humano, y en especial de todo cristiano: La Cátedra, más allá del entorno académico, constituye el prioritario núcleo de un urbanismo conformador de esperanzas humanadas, erigidas y depositadas en el concepto trinitario en el que se sustentan.
Interesante y amenizado texto parangonable al centenar que le preceden, gracias al aludido autor como protagonista de una enriquecida biografía sintonizada por la perseverancia y el manifiesto interés depositado en cada página de su dilatada biografía, avalada por su excelente memoria descriptiva e incisiva plasmada de continuo en sublimada escritura. En general, sus textos restan precedidos por una lúdica y amenizada percepción cognitiva conformada de una liturgia viva y vivida, en parangón biográfico al inédito privilegio de haber contemplado la finalización e inauguración de algunas de estas edilicias construcciones catedralicias. No hay que olvidar, que durante el pasado siglo, pudimos asistir a la inauguración de la madrileña y titular de La Almudena, sin obviar otras de reciente erección como la donostiarra o la alavesa entre otras.
A modo de agudizada y afinada saeta, Antonio Aradillas utiliza un versado estilo narrativo reivindicador del carácter popular adscrito a los diversos procesos constructivos de las catedrales erigidas para invitar al fiel a integrarse con un espacio, considerado sagrado. En un selecto y singular acomodo se reseñan en un resumido texto dividido en sendas secciones, o partes. La primera dedicada a significar el elenco de algunas de las catedrales reseñadas y dispersas por la extensa geografía peninsular e insular, entre las que se incluyen, las referenciales de Granada, Ávila, el trío catedralicio de la Diócesis riojana, Tarragona, Pamplona, Coria, la santiaguesa de Compostela, Segovia, Astorga, El Burgo de Osma, Córdoba, Madrid, Cuenca, Tarazona, Mondoñedo, Ciudad Rodrigo, Zamora, Tortosa, Zaragoza, la Magistral de Alcalá de Henares, Huesca, Guadix, Sigüenza, Burgos, Barbastro, Jaén, León, Teruel, Plasencia, Barcelona, Murcia, Salamanca, Orense, Bilbao, Getafe, Valencia, Girona, Palma de Mallorca y Toledo
La segunda parte recoge una serie de reflexiones personales complementarias del anterior capítulo, a modo latinizado de Addenda, asumida sinonimia de añadidura, incorporación o integración. En textual resumen se ciñe a la deseable aportación de una pastoral volcada al enraizamiento, evangelización y “sinodalidad” de la Iglesia, prioral preocupación del papa Francisco al margen de los líos domésticos y engorrosos hispanos, de las inmatriculaciones. El resultado final constituye y se resume en un interesante texto, del que participan hasta quienes no sean habituales visitantes de tan elevados y reclamados recintos, depositarios de buena parte de una fe orante, acumulada en el interior de tan sugerentes espacios catedralicios, elevadas desde sus naves, altares y capillas.
Sin soslayo a la implícita limitación espacial, mi buen y admirado amigo Antonio Aradillas, canaliza y proyecta lo mejor de sí mismo, encarnado en cada una de las piedras que se fueron incorporando para elevar y reclamar hasta lo celeste, la considerada y embellecida composición iniciada en esta bendita tierra generadora de tan extraordinarias edificaciones en unánime respuesta al universalizado y acertado logo jesuítica de ad maiorem Dei gloriam.
Otro de los puntuales, reiterados y controvertidos términos abocan en la actualizada función episcopal, en ocasiones, un tanto desfasada y controvertida en el ejercicio del continuado servicio del pastoreo, ajeno, en algunas ocasiones a la presidencia de la Cátedra, de la que, parece derivar el vocablo Catedral.
El rol del pastoreo unido al permanente servicio al pueblo al que se debe, tras ser elegido y reconocido para ostentar un período temporalizado por la aceptación, el cariño y la mutua comprensión humanada en asumida fraternidad como miembros todos, partícipes de un único Cuerpo, una sola fe y un solo Señor. Otros aspectos se proyectan al entorno turístico con la bien, o mal llevada culturización histórico-artística, con la resolución de poder contemplar inusuales sedes como son algunas estancias palaciegas episcopales. En acelerada síntesis, la espiritualidad, el arte y la cultura se confabulan en orden a la textualizada clarificación al unísono con la pietista devoción, la libertad y el culto, la pertenencia, el legado y la herencia de un patrimonio heredado por el dignificado Pueblo de Dios.
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