Un análisis de las relaciones en el Instrumentum laboris de la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal Cardenal Barreto: “Todos somos pueblo de Dios, tenemos una corresponsabilidad en la misión”
"Si hay una experiencia personal de la acción de Espíritu Santo en cada uno, podemos tener divergencias, pero siempre tendremos algo en común"
"La fe tiene que demostrarse y vivirse en todo momento, comenzando desde el ámbito familiar, desde el ámbito social, desde el ámbito laboral"
"La comunicación interpersonal es no sólo necesaria, sino urgente, en un mundo de sordos, en un mundo donde no se puede dialogar, en un mundo don la polarización en todo nivel se está dando, incluso en la misma Iglesia"
"El Espíritu Santo va a seguir soplando, como sopló en la Primera Sesión, y confiamos plenamente en que Dios va a estar con nosotros, y que vamos de alguna manera a ser instrumentos dóciles de la mano de Dios para poder dar esperanza en un mundo que ciertamente ha perdido la confianza"
"La comunicación interpersonal es no sólo necesaria, sino urgente, en un mundo de sordos, en un mundo donde no se puede dialogar, en un mundo don la polarización en todo nivel se está dando, incluso en la misma Iglesia"
"El Espíritu Santo va a seguir soplando, como sopló en la Primera Sesión, y confiamos plenamente en que Dios va a estar con nosotros, y que vamos de alguna manera a ser instrumentos dóciles de la mano de Dios para poder dar esperanza en un mundo que ciertamente ha perdido la confianza"
Luis Miguel Modino, corresponsal en Latinoamérica
Más allá de las divergencias, siempre tendremos algo en común, una dinámica que debe marcar las relaciones en la Iglesia, según nos hace ver el cardenal Pedro Barreto. Para eso es necesario descubrir la fraternidad que nace del bautismo, que posibilita construir el Reino.
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El cardenal destaca la importancia de vivir la fe en todo momento y en todos los ámbitos, y de que la ministerialidad sea reconocida y valorada por la comunidad. Igualmente habla sobre la urgencia de la comunicación interpersonal y de la experiencia de la comunión, con la participación de todos los miembros en la única misión de Jesús. Eso porque “todos somos pueblo de Dios, todos somos bautizados, tenemos una corresponsabilidad en la misión”, siendo la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal un motivo de mucha esperanza, en la que “Dios va a estar con nosotros, y que vamos de alguna manera a ser instrumentos dóciles de la mano de Dios para poder dar esperanza en un mundo que ciertamente ha perdido la confianza”.
Las relaciones son un elemento fundamental en la vida de toda comunidad eclesial, ¿Cómo la sinodalidad puede ayudar a que esas relaciones sean menos lineales y más circulares, menos jerárquicas y más evangélicas?
Fundamentalmente, la Iglesia está animada por el Espíritu Santo. Y si hay una experiencia personal de la acción de Espíritu Santo en cada uno, podemos tener divergencias, pero siempre tendremos algo en común. Si no nos podemos poner de acuerdo, realmente tenemos que seguir buscando no lo que yo pienso, sino lo que el Espíritu de Dios piensa en cada uno de nosotros. Por tanto, no hay posibilidad para la discusión, ni para competir con las opiniones de los demás.
En una Iglesia sinodal, por el Bautismo, el Espíritu Santo nos conforma a imagen de Cristo y nos envía en misión, ¿Cómo ayudar a asumir esa dimensión por parte de todos los que forman parte de la Iglesia?
Una formación constante para que vean la riqueza que significa ser bautizado en la Iglesia católica. Es decir, el bautismo nos hace hermanos y hermanas, y desde esta fraternidad fruto de este sacramento, podemos trabajar en la construcción del Reino de Dios que el mismo Dios nos pide.
El Instrumentum laboris de la segunda sesión del Sínodo sobre la Sinodalidad llama a manifestar los carismas en la vida cotidiana, en las relaciones familiares y sociales, ¿Por qué es importante tomar conciencia de vivir nuestra fe en la cotidianidad?
Porque sin duda alguna estamos acostumbrados muchas veces a expresar de manera sectorial nuestra fe. La fe tiene que demostrarse y vivirse en todo momento, comenzando desde el ámbito familiar, desde el ámbito social, desde el ámbito laboral. Y por tanto, tenemos que ser consecuentes que el bautismo nos hace tomar conciencia de este compromiso desde la realidad que vivimos.
La ministerialidad es algo que se vive de hecho en la Iglesia de América Latina, ¿Por qué es importante un reconocimiento explícito, y cómo eso puede ayudar a avanzar en la misión evangelizadora en los contextos locales?
En realidad, la ministerialidad, el trabajo evangelizador, lo realizan los ministros ordenados, pero también los que participan del sacerdocio común de los fieles, que son los laicos, las laicas, las religiosas, los religiosos. Y cómo podemos hacer es escuchar al Espíritu en cada comunidad concreta, para que aquello que es un elemento para el servicio, sea valorado por la misma comunidad.
En un mundo cada vez más marcado por la soledad y el abandono, el Sínodo llama a ejercer el ministerio de la escucha, ¿Cómo eso puede ayudar a la Iglesia y a la sociedad actual?
Esta es una afirmación muy importante porque hay muchos elementos tecnológicos de comunicación. Pero en el fondo, la comunicación interpersonal es no sólo necesaria, sino urgente, en un mundo de sordos, en un mundo donde no se puede dialogar, en un mundo don la polarización en todo nivel se está dando, incluso en la misma Iglesia.
Los ministros ordenados tienen dificultad para trabajar en equipo, en comunidad, para vivir la comunión efectiva, ¿Por qué no se puede dejar de lado esa dinámica, esa forma de realizar la misión pastoral?
Si los ministros ordenados no tienen esa capacidad de trabajo en equipo hay dos razones fundamentales, una es la persona, la estructura de la personalidad, que le hace ser autorreferencial, por un lado, y por otro lado el desconocimiento de lo que significa la vocación en la Iglesia, porque Jesús formó a los apóstoles en comunidad, los envió de dos en dos. Es decir, la experiencia de la comunión tiene que ser importantísima con la participación de todos los miembros en la única misión de Jesús.
Personalmente, ¿Qué es lo que usted espera de la segunda sesión de la Asamblea Sinodal? ¿En qué cree que se debe insistir?
Primero que todos somos pueblo de Dios, que todos somos bautizados, que tenemos una corresponsabilidad en la misión, y que la Iglesia, que definitivamente es la Iglesia de Jesucristo, que el mismo Jesucristo ocupe el centro efectivo y afectivo de nuestras vidas y de la vida de la Iglesia. La misión es de Cristo, la misión no es de la Iglesia, porque ciertamente tenemos que ser conscientes que todos tenemos que ser oyentes de la Palabra, discípulos de la Palabra, que es Jesús, pero al mismo tiempo misioneros enviados por Cristo para anunciar el Evangelio de Jesús.
Es un motivo de mucha esperanza esta Segunda Sesión del Sínodo. En medio de dificultades, en medio de problemas, se discute que el Instrumento de trabajo no es acorde con lo que habíamos hablado en la Primera Sesión, que no se enfatiza la cuestión fundamental, que es que somos pueblo de Dios, pero yo estoy seguro que el Espíritu Santo va a seguir soplando, como sopló en la Primera Sesión, y confiamos plenamente en que Dios va a estar con nosotros, y que vamos de alguna manera a ser instrumentos dóciles de la mano de Dios para poder dar esperanza en un mundo que ciertamente ha perdido la confianza, ha perdido la esperanza, y que definitivamente tenemos que ser conscientes que la esperanza tiene que ser una esperanza en acción, en testimonio.